Descubren siete mensajes secretos que dejó Ramsés II en el obelisco de Luxor en París: un enigma faraónico que intriga a los expertos

En plena plaza de la Concordia, en el corazón de París, se alza uno de los monumentos más antiguos y enigmáticos de Europa. Miles de personas lo atraviesan a diario sin sospechar que, a más de 30 metros de altura, esconde mensajes secretos diseñados hace más de 3.000 años. No son simples decoraciones, ni tampoco erratas de grabado: se trata de verdaderos mensajes cifrados, una sofisticada estrategia de comunicación reservada a la élite del antiguo Egipto.

Este descubrimiento, liderado por el egiptólogo Jean-Guillaume Olette-Pelletier y publicado en un detallado estudio del Bulletin de l’Institut français d’archéologie orientale, arroja una nueva luz sobre cómo los antiguos egipcios usaban los monumentos no solo como elementos simbólicos, sino como dispositivos tridimensionales de propaganda divina. Con un enfoque pionero en la lectura “en 3D” de los jeroglíficos, el investigador ha conseguido identificar siete sistemas de criptografía jeroglífica en el obelisco de la Concordia, desvelando un nivel de complejidad que apenas un puñado de expertos en el mundo es capaz de descifrar.

De paseo al descubrimiento

Todo comenzó durante el confinamiento de 2020, cuando Olette-Pelletier, profesor en la Universidad Paris-Sorbonne, redescubrió el obelisco en sus paseos diarios. Aquel monumento egipcio, que había sido un regalo del virrey de Egipto a Francia en 1836, se convirtió en su objeto de estudio improvisado. Con el tiempo, su ojo entrenado comenzó a detectar irregularidades: direcciones de lectura inesperadas, símbolos fuera de lugar, coronas con detalles inusuales. Poco a poco, el investigador comenzó a atar cabos y a sospechar que las inscripciones no eran tan evidentes como parecían.

En 2021, gracias a unos andamios instalados para labores de restauración en preparación de los Juegos Olímpicos de París, Olette-Pelletier pudo ascender hasta lo más alto del obelisco, convirtiéndose en el primer egiptólogo desde Champollion en estudiar de cerca su cima. Armado con su cuaderno y herramientas ópticas, confirmó lo que ya intuía: el monumento estaba plagado de mensajes crípticos, cuidadosamente diseñados para ser visibles solo desde ciertos ángulos o para ser comprendidos únicamente por los iniciados en la élite sacerdotal del antiguo Egipto.

Olette-Pelletier examina detenidamente el obelisco durante las labores de restauración del monumento
Olette-Pelletier examina detenidamente el obelisco durante las labores de restauración del monumento. Foto: Jean-Guillaume Olette-Pelletier

Una propaganda tallada en piedra… y en tres dimensiones

Los hallazgos de Olette-Pelletier no solo confirman la presencia de inscripciones ocultas: revelan que el obelisco fue concebido como un sistema de comunicación sofisticado, donde los jeroglíficos no solo forman palabras, sino también frases que dependen de la posición del observador para ser leídas. Es decir, algunas de las inscripciones solo pueden ser entendidas si uno se coloca en el ángulo exacto desde el que se verían al llegar por barco al templo de Luxor, en Egipto, donde originalmente se encontraba el monumento.

Uno de los mensajes más impactantes se encuentra en la cara que originalmente miraba hacia el Nilo. Allí, Ramsés II aparece haciendo una ofrenda al dios Amón, coronado con el pschent, símbolo de la unificación de Egipto. Esta escena no estaba destinada al público común, sino a los nobles que llegaban por barco al templo durante la festividad de Opet, un evento de renovación divina del poder faraónico. Desde el ángulo correcto —según el estudio, ubicado literalmente en medio del río— la escena transmitía un mensaje inequívoco: Ramsés no solo era rey, era el elegido de los dioses, un ser indiscutiblemente divino.

El contexto político detrás de estas criptografías no es menos fascinante. Ramsés II ascendió al trono en una situación poco convencional. Hijo de Seti I, llegó a la cúspide del poder cuando ya era adulto, lo que lo excluía de la narrativa tradicional de la “nacencia divina” que acompañaba a los faraones desde su primer aliento. Para compensar esta falta, Ramsés emprendió una intensa campaña de legitimación, inscrita no solo en textos públicos, sino también en códigos secretos para ser interpretados por quienes realmente importaban: los sacerdotes y nobles egipcios.

Una de las claves más reveladoras del obelisco de la Concordia es la presencia de una doble nomenclatura: en un momento de su reinado, Ramsés añade a su nombre el título Setepenre, que significa “el elegido de Ra”. Esta modificación, grabada en diferentes fases sobre la piedra, permite datar la construcción del obelisco y revela la intención de recalcar su vínculo con el dios solar. Para los observadores formados, la aparición secuencial de ambos nombres era una prueba tangible de su conexión divina recién adquirida.

El mensaje cifrado sugiere al observador la necesidad de realizar ofrendas para calmar a las deidades
El mensaje cifrado sugiere al observador la necesidad de realizar ofrendas para calmar a las deidades. Foto: Jean-Guillaume Olette-Pelletier

Frases ocultas y rituales cifrados

Entre los siete sistemas criptográficos identificados, algunos combinan signos de varias caras del obelisco para formar frases rituales. Uno de los ejemplos más intrigantes está en la cara este del monumento. Allí, la corona del faraón muestra unas diminutas astas de toro, apenas visibles, que forman el símbolo ka, asociado a la fuerza vital divina. Justo debajo, una figura rectangular representa una mesa de ofrendas, cuyo significado es “apaciguar”. Juntas, estas imágenes forman un mensaje que invita a calmar la energía sagrada del dios Amón, un recordatorio visual de la necesidad de los rituales diarios para mantener el equilibrio cósmico.

Otro de los hallazgos sugiere que, combinando signos repartidos en todas las caras del obelisco, se puede reconstruir el nombre completo de Ramsés II en un momento clave de su reinado. No se trata de un nombre cualquiera, sino de Ousermaâtrê Nebkhepesh, una fórmula utilizada para reafirmar su poder divino después de establecer su legitimidad como soberano.

El obelisco de Luxor ubicado en pleno centro de París
El obelisco de Luxor ubicado en pleno centro de París. Foto: Istock/Christian Pérez

Una nueva lectura del Egipto faraónico

Este descubrimiento cambia radicalmente la manera en que entendemos la escritura jeroglífica. En lugar de ser un sistema estático, los jeroglíficos funcionaban como parte de una experiencia sensorial y espacial, diseñada para una audiencia específica y bajo un marco ritual. El texto y la imagen no eran entidades separadas, sino elementos que se entrelazaban para transmitir verdades complejas a través de múltiples niveles de interpretación.

Solo seis egiptólogos en todo el mundo dominan la lectura de los criptojeroglíficos, y el trabajo de Olette-Pelletier demuestra que aún hay mucho por descubrir en monumentos que creemos conocer. Su estudio no solo aporta nuevos datos sobre la figura de Ramsés II, sino que también abre la puerta a reinterpretar otros monumentos egipcios bajo esta nueva luz tridimensional y simbólica.

El obelisco de la Concordia, testigo silencioso de milenios, se revela así como un mensaje cuidadosamente dirigido a quienes sabían cómo y desde dónde mirar. Más que un simple ornamento urbano, es un código monumental que, siglos después, empieza a hablar de nuevo.

Cortesía de Muy Interesante



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