Descubren un depredador marino de hace 506 millones de años con tres ojos y un sistema respiratorio “por el trasero”

Puede que no mida más que un dedo humano, pero Mosura fentoni, la nueva criatura descrita por científicos del Museo de Manitoba y el Royal Ontario Museum (ROM), es un hallazgo que está reescribiendo parte de la historia de los primeros animales con esqueleto del planeta. Este “depredador marino” de 506 millones de años pertenece al grupo extinto de los radiodontes, famosos por el imponente Anomalocaris, una criatura de casi un metro de largo que dominaba los mares en la era del Cámbrico.

Pero lo que hace especial a Mosura fentoni no es solo su antigüedad, ni su extraña apariencia: es su peculiar sistema respiratorio, ubicado nada menos que en su parte trasera. Sí, Mosura “respiraba por el trasero”, un rasgo que ningún otro radiodonte había mostrado hasta ahora. Y este pequeño detalle tiene enormes implicaciones para la evolución de los artrópodos, el grupo de animales más diverso de la Tierra actual, que incluye desde insectos hasta cangrejos y arañas.

Un depredador de ciencia ficción… que existió de verdad

El fósil fue hallado en el legendario yacimiento de Burgess Shale, en las Montañas Rocosas Canadienses, concretamente en zonas protegidas de los parques Yoho y Kootenay. Esta formación, considerada Patrimonio Mundial por la UNESCO, es famosa por preservar con un detalle increíble criaturas blandas del Cámbrico, un periodo clave en la historia de la vida en la Tierra.

Según la nota de prensa publicada por el ROM y el estudio aparecido en Royal Society Open Science, Mosura tenía tres ojos (dos grandes y uno central más pequeño), un par de extremidades frontales con espinas articuladas para atrapar presas, una boca circular llena de dientes, y aletas a lo largo del cuerpo para impulsarse en el agua. Pero lo más asombroso era su parte trasera: una serie de 16 segmentos abdominales apretados, cada uno con branquias. Una especie de “motor respiratorio trasero” que recuerda a las estructuras de insectos, cochinillas o cangrejos actuales.

“Es un ejemplo fascinante de convergencia evolutiva”, explica Joe Moysiuk, paleontólogo principal del estudio, quien sugiere que este patrón de segmentos con órganos respiratorios posteriores podría haber evolucionado más de una vez en la historia de los artrópodos.

Ejemplar fósil de Mosura fentoni
Ejemplar fósil de Mosura fentoni (ROMIP 66108), procedente del yacimiento Raymond Quarry, fotografiado bajo distintas condiciones de iluminación. La imagen de la izquierda permite apreciar con claridad la silueta completa del cuerpo, mientras que la de la derecha revela restos reflectantes del sistema digestivo, circulatorio, los ojos y estructuras nerviosas. Fuente: Jean-Bernard Caron ROM

De las profundidades del Cámbrico al museo

El nombre Mosura no es casual. Los paleontólogos, al ver su silueta con amplios flaps natatorios y su cuerpo delgado, lo compararon con una polilla marina. Y como guiño a la cultura pop, bautizaron al animal en honor a Mothra, el monstruo (kaiju) japonés que vuela como una polilla gigante en las películas de Godzilla.

Pero este “kaiju” del Cámbrico no tenía alas ni era terrestre. Mosura fentoni se desplazaba por los mares primitivos cazando pequeños animales, quizás usando sus ojos para detectar movimiento y sus patas espinosas para sujetar a sus víctimas. Y aunque parezca salido de una película de ciencia ficción, tenemos más de 60 fósiles que lo prueban, muchos de ellos con detalles tan precisos que revelan incluso su sistema nervioso, su corazón y el tracto digestivo.

De hecho, los fósiles mejor conservados permiten ver los lacunae, las cavidades internas del cuerpo donde circulaba la sangre en este animal con sistema circulatorio abierto. “La preservación de estas cavidades es excepcional. Nos ayuda a identificar estructuras similares en otros fósiles, cuya función había sido muy debatida”, afirma Moysiuk.

Respirar por el abdomen: ¿una rareza útil?

Pero, ¿para qué necesitaba Mosura un sistema respiratorio tan peculiar? La respuesta no es clara. Jean-Bernard Caron, coautor del estudio y conservador en el ROM, sugiere que podría deberse a una especialización ecológica: tal vez vivía en ambientes con bajos niveles de oxígeno y necesitaba maximizar su eficiencia respiratoria. O quizá era un nadador especialmente activo.

Lo intrigante es que esta solución evolutiva —colocar órganos respiratorios al final del cuerpo— es muy similar a la de algunos animales actuales, lo que sugiere que ciertas “estrategias” anatómicas se repiten en el tiempo, incluso entre grupos muy distintos.

La existencia de Mosura demuestra que los radiodontes, lejos de ser formas de vida simples o primitivas, eran ya muy diversos y adaptables. Algunos eran filtradores, otros nadadores rápidos, y otros como Mosura combinaban la visión avanzada con una respiración trasera digna de estudio.

Ejemplar fósil de Mosura fentoni (ROMIP 67520)
Ejemplar fósil de Mosura fentoni (ROMIP 67520), hallado en la zona de Marble Canyon. La cabeza se sitúa a la izquierda de la imagen, y las protuberancias oscuras y tridimensionales corresponden a minerales que reemplazaron las branquias y cavidades del sistema circulatorio. Fuente: Jean-Bernard Caron ROM

Un tesoro de los cajones del museo

Muchos de los fósiles de Mosura fueron recogidos entre 1975 y 2022, pero uno especialmente valioso data de las primeras exploraciones del yacimiento, realizadas por Charles Walcott, el propio descubridor del Burgess Shale. Esto recuerda un principio básico de la paleontología moderna: los museos esconden auténticas joyas aún sin catalogar.

“Las colecciones de museo, tanto antiguas como recientes, son un tesoro inagotable”, afirma Moysiuk. “Cuando crees que ya lo has visto todo, basta con abrir un cajón para encontrar algo que puede cambiar lo que sabemos sobre la evolución”.

Este nuevo hallazgo no solo enriquece el árbol genealógico de los artrópodos, sino que nos obliga a replantear cómo fue la vida en los mares del Cámbrico. Y, como tantas veces ocurre en ciencia, lo más importante no es lo que ya sabemos, sino lo que aún queda por descubrir.

El estudio ha sido publicado en la revista Royal Society Open Science.

Cortesía de Muy Interesante



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