En el mundo de la arqueología, hay descubrimientos que parecen esperar pacientemente, escondidos entre rocas y sombras, a que alguien los vea con los ojos adecuados. Es lo que ocurrió en una modesta expedición en 2023, cuando un equipo de investigadores israelíes se adentró en una cueva del desierto de Judea para estudiar una antigua inscripción hebrea de la época del Primer Templo. Lo que encontraron superó cualquier expectativa: cuatro espadas romanas meticulosamente escondidas en una grieta de la roca, y, justo debajo de la estalactita donde estaba la inscripción principal, otra mucho más pequeña y casi invisible, escrita en arameo.
Este hallazgo, documentado recientemente en el volumen New Studies in the Archaeology of the Judean Desert: Collected Papers, abre una nueva ventana a los días convulsos del siglo II de nuestra era, cuando los judíos, liderados por Simón Bar Kojba, se alzaron contra el dominio romano en una insurrección feroz que duró del año 132 al 135 d.C. y que acabó en desastre para los rebeldes.
Un mensaje casi invisible
La inscripción, apenas del tamaño de una tarjeta de crédito, estaba grabada en la parte inferior de una estalactita. A simple vista, era imperceptible. Solo mediante técnicas de imagen multiespectral fue posible distinguir las letras, escritas en un tipo de letra cuadrada hebrea que comenzó a popularizarse tras el exilio babilónico. El mensaje es escueto, pero potente: “Abba de Naburya ha perecido”. Junto a esa frase, se han identificado otras palabras sueltas, como “sobre nosotros”, “tomó” o “el”.
Pese a su brevedad y la dificultad para interpretarlo completamente, este fragmento escrito cobra una dimensión extraordinaria por su contexto. Las inscripciones de este periodo son extremadamente raras. Más allá de los conocidos rollos del mar Muerto, muy pocos textos legibles han llegado hasta nosotros desde los tiempos de las rebeliones judías. Y mucho menos con un contenido narrativo que insinúe una historia personal en medio de un conflicto mayor.
“Abba” era un nombre común en la Judea del siglo I y II, y Naburya, un antiguo poblado en la región de Galilea, cerca de la actual Safed. ¿Quién era este Abba? ¿Un rebelde que encontró la muerte en una incursión contra las legiones romanas? ¿Un refugiado escondido en una cueva con la esperanza de sobrevivir al cerco romano? Nadie lo sabe. Pero que su nombre haya quedado grabado en la roca sugiere un intento desesperado por dejar constancia de su destino.

Espadas escondidas, silencio armado
Apenas unos centímetros separaban la inscripción de otro hallazgo impresionante: cuatro espadas romanas ocultas entre las grietas más inaccesibles de la cueva. Tres de ellas estaban todavía dentro de sus vainas de madera, perfectamente conservadas. La cuarta, algo más corta, también presentaba detalles que permitieron identificarla como una espada de pomo anular. Todas mostraban señales de haber pertenecido al ejército romano, probablemente confiscadas por los rebeldes en medio de una escaramuza o una batalla.
La elección del escondite no fue casual. La cueva, de dimensiones reducidas y difícil acceso, no servía como vivienda. Todo indica que fue utilizada como refugio temporal o puesto de observación por parte de los insurgentes. Es probable que los rebeldes escondieran allí las armas robadas a los romanos para reutilizarlas en futuras acciones, o quizás simplemente para evitar ser capturados con ellas en su poder. Portar espadas del enemigo, en una época donde la posesión de armas por parte de civiles estaba severamente prohibida, podía ser una sentencia de muerte inmediata.
Además de las armas, los arqueólogos encontraron un pilum (lanza romana), correas de cuero, fragmentos de madera trabajada y una moneda de bronce de la época de Bar Kojba, que refuerza la hipótesis de que la cueva fue utilizada durante la revuelta.

Historia escrita en piedra
El hallazgo, aunque aparentemente modesto, tiene un valor excepcional para los investigadores. En un entorno como el desierto de Judea, donde la sequedad y el aislamiento han permitido conservar materiales orgánicos durante milenios, cualquier nuevo descubrimiento tiene el potencial de reescribir parte de la historia del judaísmo en época romana.
Y es que la rebelión de Bar Kojba no fue un simple levantamiento local. Fue una de las últimas grandes guerras de resistencia contra Roma en Oriente Próximo. Su brutal represión provocó la destrucción de ciudades enteras, la prohibición del culto judío en Jerusalén y el inicio de una diáspora masiva que cambiaría para siempre la historia del pueblo judío.
La inscripción de “Abba de Naburya” no es solo una frase perdida en una estalactita. Es el testimonio de una voz que, pese al paso de casi dos milenios, ha logrado sobrevivir al olvido. Una voz que, junto con las espadas, evoca un capítulo de violencia, resistencia y sufrimiento en una tierra marcada por la fe y la lucha.

¿Cuántas historias quedan por descubrir?
Tras este hallazgo, los investigadores, liderados por el Dr. Asaf Gayer (Universidad de Ariel), han intensificado la búsqueda en otras cuevas del desierto. El uso de tecnologías avanzadas como la fotografía multiespectral está permitiendo descubrir nuevas inscripciones y fragmentos que habían pasado desapercibidos durante décadas.
El descubrimiento de esta inscripción, anunciado en un primer momento en 2023, ha sido presentado públicamente en agosto de 2025 durante el Congreso Mundial de Estudios Judíos en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Allí se ha confirmado que se trata de una de las pocas inscripciones legibles halladas en el desierto de Judea que puede datarse con relativa precisión en el contexto de la revuelta de Bar Kojba.
Se espera que la publicación completa del estudio en curso ofrezca más información sobre el contexto exacto del hallazgo, así como sobre los materiales encontrados. Pero lo que ya es evidente es que las paredes de esta pequeña cueva siguen hablando, en silencio, del coraje y la tragedia de un pueblo que se resistió a ser borrado.
Cortesía de Muy Interesante
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