Descubrimiento sorprendente reescribe la historia de la evolución: encuentran las primeras huellas de un reptil de hace 355 millones de años, mucho antes de lo que se pensaba

Un hallazgo fortuito en las orillas de un río australiano ha sacudido los cimientos de la paleontología. Unas huellas fósiles diminutas, apenas visibles en una losa de arenisca de medio metro, han revelado que los primeros reptiles —y por tanto los amniotas, grupo del que también forman parte aves y mamíferos— podrían haber evolucionado al menos 40 millones de años antes de lo que la ciencia había asumido hasta ahora.

Este extraordinario descubrimiento, descrito recientemente en la revista Nature, proviene de la Formación Snowy Plains en Victoria, Australia, y fue realizado por dos paleontólogos aficionados. El análisis posterior, realizado por un equipo internacional liderado por investigadores de la Universidad Flinders (Australia) y la Universidad de Uppsala (Suecia), no deja lugar a dudas: las huellas pertenecen a un amniota primitivo, posiblemente un reptil muy temprano. Lo sorprendente no es solo su antigüedad —unos 355 millones de años—, sino lo que implican para el árbol evolutivo de los vertebrados terrestres.

La huella de un cambio de era

Los rastros fósiles encontrados muestran dedos alargados y terminaciones en forma de garras. Estas garras no son un detalle menor: son un rasgo exclusivo de los amniotas, animales vertebrados que se independizaron completamente del agua al desarrollar huevos con membranas protectoras. Esta adaptación marcó el inicio de la verdadera vida terrestre. Hasta ahora, los restos más antiguos conocidos de amniotas databan de hace 318 millones de años. Este nuevo hallazgo los adelanta al menos 35 millones de años.

Y lo hace no en Europa ni en América del Norte, donde se encuentran la mayoría de los fósiles de este tipo, sino en Gondwana, el antiguo supercontinente que hoy agrupa a América del Sur, África, Australia, India y la Antártida. El lugar del hallazgo, Taungurung Country, ofrece así la primera evidencia clara de amniotas en esta región durante el Carbonífero temprano.

Las huellas de las patas delanteras están marcadas en amarillo, mientras que las de las traseras aparecen en azul
Las huellas de las patas delanteras están marcadas en amarillo, mientras que las de las traseras aparecen en azul. Fuente: Grzegorz Niedźwiedzk

Una piedra que pesa más que el plomo

A primera vista, la losa no llamaría la atención: una superficie de 50 centímetros surcada por marcas apenas perceptibles. Pero para los ojos entrenados —y curiosos— de Craig Eury y John Eason, dos entusiastas cazadores de fósiles, escondía algo especial. Tras contactar con paleontólogos profesionales, las investigaciones revelaron no una, sino tres series de huellas pertenecientes a un animal con cinco dedos y garras bien desarrolladas, lo que permitió descartar a los anfibios y confirmar su pertenencia al linaje amniota.

Los análisis técnicos, incluyendo escaneos en 3D y estudios comparativos con huellas modernas, apuntan a un pequeño reptil, quizás de unos 80 centímetros de largo, que caminó por un terreno blando tras una breve lluvia. El nivel de detalle, incluyendo marcas de uñas curvadas hacia dentro, refuerza la identificación como un saurópsido, el grupo que daría lugar a reptiles y aves.

Adiós a la brecha de Romer

Durante décadas, los paleontólogos se han enfrentado a un vacío inquietante en el registro fósil: un periodo de 20 millones de años entre el final del Devónico y el inicio del Carbonífero medio con muy pocos restos de vertebrados terrestres. Esta laguna, conocida como la “brecha de Romer”, parecía marcar un punto ciego en la evolución de los tetrápodos (vertebrados con extremidades).

Sin embargo, las huellas australianas demuestran que los amniotas ya caminaban por Gondwana durante ese lapso. Y no están solas: huellas similares encontradas en Polonia, también más antiguas de lo esperado, confirman que estos animales ya se habían diversificado en distintas regiones del planeta mucho antes de lo que se creía.

Este adelanto de decenas de millones de años reconfigura por completo el cronograma evolutivo. Si los amniotas ya existían hace 355 millones de años, el origen del grupo tetrapodo (que incluye a todos los animales con extremidades, desde salamandras hasta humanos) debe retroceder aún más en el tiempo, quizás hasta el Devónico medio, hace unos 380 millones de años. Eso implicaría que la diversificación de los vertebrados terrestres fue mucho más rápida de lo que se pensaba y que nuestro conocimiento sobre los primeros pasos de esta transición evolutiva sigue siendo muy incompleto.

Fotografía del paleontólogo John Long, de la Universidad de Flinders
Fotografía del paleontólogo John Long, de la Universidad de Flinders. Foto: Traci Klarenbeek

Ciencia ciudadana y nuevas fronteras

El papel clave de los descubridores, dos ciudadanos sin formación científica formal, es también una poderosa lección sobre el valor de la ciencia participativa. A través de su observación cuidadosa y su colaboración con expertos, lograron poner a prueba una de las piedras angulares de la evolución.

Este hallazgo también es un recordatorio del potencial inexplorado de regiones como Australia en el estudio del origen de los vertebrados terrestres. Gran parte del registro fósil australiano permanece sin estudiar en profundidad, y este descubrimiento podría ser solo la punta del iceberg.

Los investigadores señalan que ahora el siguiente gran paso será encontrar restos óseos de estos primeros reptiles. Hasta entonces, las huellas son el único testimonio tangible de estos pioneros de la vida terrestre.

Una losa contra el tiempo

Que una simple piedra pueda contener una historia tan vasta es un símbolo poderoso. Esa pequeña losa australiana, que cabe en los brazos de una sola persona, ha obligado a reescribir capítulos enteros de la historia de la vida. No solo nos habla del origen de los reptiles, sino de la rapidez con la que la vida se adaptó a la tierra firme y de lo poco que aún sabemos sobre nuestros orígenes más remotos.

Lo que parecía un simple paseo de un pequeño animal hace 355 millones de años, ha resultado ser un acontecimiento con repercusiones globales en la comprensión de nuestra propia evolución.

Referencias

  • Long, J.A., Niedźwiedzki, G., Garvey, J. et al. Earliest amniote tracks recalibrate the timeline of tetrapod evolution. Nature (2025). doi:10.1038/s41586-025-08884-5

Cortesía de Muy Interesante



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