¿Desde cuándo existen las razas de perros modernas? La curiosa historia de la crianza canina y la pureza racial

El dóberman, el maltés, el sabueso, el bulldog o el chihuahua. Hoy en día, existen más de 350 razas de perros reconocidas por al menos uno de los grandes clubes internacionales de cría canina, como la FCI, el AKC o el Kennel Club británico. Cada raza parece tener una historia única y una función específica. Sin embargo, si pensamos en este sistema de clasificación, surge una pregunta fundamental: ¿desde cuándo existen realmente las razas modernas de perros?

Aunque una parte de la narrativa histórica sostiene que las razas caninas son un invento de la era victoriana y que, por tanto, cuentan con menos de 200 años de historia, las recientes investigaciones en arqueología, genética, etología e historia demuestran que esta visión resulta esimplista e incompleta. La evidencia indica que muchas razas caninas ya existían en formas reconocibles desde la antigüedad y que la práctica de la crianza selectiva tiene raíces mucho más profundas en el tiempo.

Dóberman. Fuente: Pixabay

¿Un invento victoriano o una práctica ancestral?

Una parte de los estudios histñoricos sobre la cría de perros afirma que las razas caninas actuales se crearon de manera artificial por aficionados británicos en el siglo XIX. Esta hipótesis, por tanto, sostiene que antes de la era industrial no existían razas diferenciadas, solo perros sin pedigrí.

Sin embargo, los datos arqueológicos documentados contradicen esta idea. Ya en la antigüedad se registran testimonios detallados sobre la existencia de razas diferenciadas, así como de prácticas de crianza canina intencional. Aristóteles, en el siglo IV a. C., describió siete razas de perros, entre ellas el maltés, al que identificó como perro de compañía. Cien años antes, el griego Jenofonte escribió Cynegeticus, un tratado sobre la caza con perros que contiene lo que podríamos considerar los primeros estándares de raza y manuales de crianza documentados.

Caballero victoriano con dos perros
Recreación fantasiosa. Fuente:Midjourney/Erica Couto

Razas para cada función

Los perros han sido compañeros de los humanos al menos durante los últimos 15.000 años. Han vivido a nosotros, pero también han compartido trabajo y fatigas. La evidencia arqueológica muestra que, en el Ártico siberiano, hace 9.000 años, ya existían dos tipos de perros diferenciados: unos semejantes al husky siberiano y otros al perro de Groenlandia. Algunos estaban especializados en la caza del oso polar y otros en el tiro de trineos.

Durante el Neolítico, los perros comenzaron a desempeñar funciones específicas, como la caza, el pastoreo, la vigilancia, el transporte y, por supuesto, la compañía. En las grandes civilizaciones de Egipto, Mesopotamia y Grecia, estas especializaciones se intensificaron. Los antiguos egipcios criaron, al menos, diez razas distintas a lo largo de tres milenios. En Roma, los perros guardianes eran tan comunes que surgió la famosa advertencia Cave canem en los mosaicos posicionados en las entradas de las casas.

En la Edad media, la cría canina era una prerrogativa aristocrática, sobre todo en lo que respecta a los perros de caza. Condes, duques y reyes criaban razas especializadas para responder a los diferentes tipos de presas y métodos de caza, desde galgos para la persecución visual hasta sabuesos para seguir rastros olfativos. Ya en 1387, Gaston Fébus escribió un tratado detallado sobre los tipos de perros de caza, su entrenamiento y los cuidados que requería, lo que prueba que la noción de razas bien diferenciadas ya existía.

Bulldog inglés
Bulldog inglés. Fuente: Pixabay

La era victoriana: una transformación, no un origen

Si bien el concepto de raza canina cuenta con siglos de historia, lo que sí cambió de forma drástica en el siglo XIX fue el enfoque. La era victoriana marcó un punto de inflexión en la historia de la cría de parros: se pasó del interés por la función del animal a la obsesión por la apariencia. Con la fundación del Kennel Club británico en 1873, comenzaron a imponerse estándares más rígidos, alimentados por conceptos de pedigrí cerrados y concursos de belleza canina. El bulldog fue una de las primeras razas que se registró de manera oficial. Se transformó en símbolo nacional británico.

Sin embargo, esta transformación no surgió de la nada. Las razas ya existían mucho antes, con linajes, nombres específicos y funciones claramente definidas. Lo que hizo la era victoriana fue homogeneizar los fenotipos y fijar los estándares visuales, muchas veces a costa del bienestar del animal, como ocurrió con el bulldog y el carlino, cuyas características físicas extremas se acentuaron con el tiempo.

Una historia de adaptaciones y extinciones

Algunas razas, como el turnspit o perro cocinero (criado para girar espetones de carne en las cocinas) o el perro lanudo de los pueblos Coast Salish de Canadá (utilizado para producir lana), se extinguieron al desaparecer sus funciones tradicionales. Otras razas, como el pastor alemán o el dóberman, se crearon o reformularon en el siglo XIX a partir de linajes anteriores para adaptarse a nuevas tareas como la vigilancia policial o la guerra.

A menudo, una misma raza se dividía en dos líneas. Junto a una funcional, pensada para ocuparse del trabajo real, y otra estética, se criaba otra destinada a las exposiciones caninas. Este fenómeno, conocido como split breeding, responde a las exigencias del mercado y no a criterios zoológicos o evolutivos.

Dama con perro
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

¿Existe la pureza racial en los perros?

Uno de los legados más persistentes del modelo victoriano se encuentra en la idea de “pureza racial” en la cría canina. La noción de una raza “pura” es, en gran medida, un constructo moderno y muchas veces ficticio. La mayoría de los libros genealógicos han tenido que abrise en varias ocasiones, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, para evitar que se produjesen cuellos de botella genéticos. Por otro lado, los cruces no documentadas son frecuentes, incluso entre criadores profesionales.

A pesar de ello, los avances en genética permiten hoy distinguir con claridad la mayoría de las razas caninas, tanto por su apariencia y comportamiento como por su huella genética. Estas diferencias no podrían haberse desarrollado en apenas 150 años a partir de perros callejeros. La diversidad morfológica y funcional del perro doméstico es comparable a la del repollo entre las plantas: una extraordinaria gama de formas dentro de una misma especie.

Perros y humanos: una evolución compartida

El desarrollo de las razas caninas no puede entenderse sin considerar la evolución cultural del ser humano. La historia de los perros refleja, en muchos sentidos, nuestra propia historia: de la caza a la domesticación, de la vida rural al mundo urbano, de la utilidad al ornamento.

Los perros han evolucionado junto a nosotros, adaptándose a nuestras necesidades cambiantes, nuestros entornos y nuestras ideas de belleza y utilidad. Esta relación simbiótica ha dado lugar a una extraordinaria variedad de razas, muchas de las cuales tienen raíces que se remontan miles de años atrás.

Más antiguos de lo que creíamos

La mayoría de las razas caninas no son una invención reciente, sino el producto de una larga coevolución con el ser humano. La era victoriana cambió la forma en que criamos y clasificamos a los perros, pero no fue el origen de las razas. Hoy, más que nunca, es importante reconocer que estas razas evolucionan y cambian con el tiempo. La verdadera riqueza de la diversidad canina reside en su historia compartida con nosotros, no en una supuesta pureza inmutable.

Referencias

  • Jung, Christoph y Daniela Pörtl. 2019. “How old are (pet) dog breeds?.” Pet Behaviour Science, 7: 29-37. DOI: 10.21071/pbs.v0i7.11494
  • Worboys, Michael, Julie-Marie Strange y Neil Pemberton. 2018, The invention of the modern dog: breed and blood in Victorian Britain. Johns Hopkins University Press.

Cortesía de Muy Interesante



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