
La deuda de Pemex con sus proveedores era 88,791 millones de pesos en abril de 2023. Subió a 148,281 millones en abril de 2024. A fines de marzo de 2025 estaba en la zona de los 405,000 millones. La deuda sigue viva y no tiene solución a la vista. Se ha convertido en uno de los focos más rojos en el tablero de la economía mexicana.
Quienes traten de averiguar cómo van las cosas se encontrarán con que aquí también hay datos y otros datos: en el Gobierno Federal dicen que el grado de avance en el pago de los adeudos es de 60%. En el informe del primer trimestre de 2025 de Pemex, consta que el grado de avance es más cercano al 20 por ciento.
¿Es posible que entre marzo y junio se haya pasado del 60 al 20%? Lo es, pero es poco probable. La petrolera vive la mayor crisis de su historia y las finanzas públicas están enfocadas en reducir el déficit de casi 2 billones de pesos que dejó en herencia el sexenio de López Obrador.
Es difícil hablar de pobreza franciscana en Pemex, pero la falta de recursos es evidente: el presupuesto de inversión en 2025 es de 211,000 millones de pesos, el más bajo en lo que va del siglo. Lejos se ven los 615,000 millones de pesos que tuvo ese rubro en 2014.
Los adeudos a proveedores fueron noticia en el cierre de sexenio. Siguen siéndolo en el comienzo de la administración. Los 405,000 millones de deuda de corto plazo se ven horribles en las cuentas de Pemex, pero se ven más feos en el territorio. En estados petroleros como Veracruz y Tabasco hay una crisis detonada o agravada por el no pago a proveedores. En algunos casos, son deudas viejas. Se refieren a trabajos o productos entregados en 2023.
Esta semana, la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios Petroleros (Amespac) lanzó un SOS. A sus asociados se les debe 50,000 millones de pesos. Podrían dejar de prestar servicios a Pemex en las próximas semanas si no encuentran una solución a sus demandas. Entre sus quejas está la falta de pago, pero también el mal funcionamiento del sistema de codificación de pagos y descuentos, que en teoría debería servir para que las empresas emitieran las facturas por servicios ya realizados. El sistema se cayó, en perjuicio de los proveedores.
Quizá animados por los reclamos de la Amespac, algunas empresas constructoras afiliadas a la CMIC se sumaron a los reclamos por los no pagos de la mayor empresa de México. El monto reclamado es de 3,000 millones de pesos, pero podría ser mucho mayor, “porque muchas empresas no quieren dar su información”, reconoce Luis Rafael Méndez Jaled, presidente de la CMIC.
Los empresarios ya no pueden sostener esto, dicen en la CMIC y en la Amespac. ¿Qué sigue? El Gobierno parece entender la gravedad del problema, pero no puede resolverlo. El tiempo y la salud de las finanzas públicas no ayudan. Por lo pronto, ha creado un grupo de trabajo, donde está la Secretaría de Hacienda, la Secretaría de Energía, Pemex y la Banca de Desarrollo. El problema es que la deuda es enorme y “compite” con otras prioridades del Gobierno: programas sociales, gasto corriente, servicio de la deuda y nuevos proyectos, entre otros.
El tiempo pasa y los riesgos crecen. Para los proveedores, en caso de que no se resuelvan los pagos, está un escenario terrible donde habría cierre masivo de empresas, pérdida de miles de empleos y dislocaciones en la cadena de suministro.
Para Pemex, está la posibilidad de que la falta de pago lleve a la suspensión de servicios esenciales para la producción y distribución de petróleo y gas. Esto podría tener un impacto en la producción, afectando los ingresos y reduciendo la capacidad de cumplir con las obligaciones financieras. En 2024, Pemex produjo 1.8 millones de barriles diarios. Este año, el promedio está en 1.6 millones, aunque la meta es repetir la producción del año pasado. Sin resolver el pago a proveedores, no podrán alcanzarse los 1.8 millones y quizá tampoco podrá sostenerse el millón 620,000 de ahora.
Los riesgos de Pemex tienen un impacto directo en las finanzas públicas y la economía mexicana. Sigue siendo la mayor empresa de México y, aunque han disminuido drásticamente sus aportaciones, sigue siendo el mayor contribuyente a las arcas públicas. De la resolución de los problemas de la petrolera depende el grado de inversión de la deuda soberana y algunos puntos del PIB. No es un tema nuevo, más bien parece el remake de una mala película. ¿Estamos en Pesadilla en la calle del infierno o es Rocky? No pregunten quién se lleva los peores golpes.
Cortesía de El Economista
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