En 2018, mientras se llevaban a cabo unas excavaciones preventivas en el sector conocido como Nueva Biblioteca, en el yacimiento prehistórico de Valencina de la Concepción (Sevilla), los arqueólogos dieron con algo totalmente inesperado. No se trataba de un hueso humano, ni de una vasija ceremonial, sino de un objeto que parecía completamente fuera de lugar: un diente de cachalote.
Más de uno pensó que se trataba de una pieza desplazada o incluso moderna. Pero no. Era un fósil auténtico, con más de 4.000 años de antigüedad, que, además, presentaba señales inequívocas de manipulación humana. Un hallazgo tan singular que ha acabado dando lugar a una publicación científica en PLOS One que nos obliga a replantear el vínculo entre las comunidades humanas de la Edad del Cobre y el entorno marino.
Un hallazgo único en la arqueología peninsular
Nunca antes se había documentado un diente de cachalote en contextos prehistóricos peninsulares como objeto trabajado y depositado intencionadamente tierra adentro. Su aparición en una fosa no funeraria, sin restos humanos asociados, dentro del sector de Nueva Biblioteca, ha sorprendido a los investigadores. Este sector, que forma parte del megasitio de Valencina-Castilleja de Guzmán, destaca por sus dimensiones (unas 450 hectáreas) y por la riqueza de sus estructuras, que incluyen dólmenes, zanjas, depósitos y construcciones megalíticas.
La fosa donde se halló, US-123, contenía también fragmentos de cerámica, herramientas líticas y huesos animales domésticos, pero ningún otro resto marino. Este dato refuerza la excepcionalidad del objeto. Los autores del estudio, entre ellos Samuel Ramírez-Cruzado y Leonardo García Sanjuán, destacan que “es el primer resto óseo de mamífero marino hallado en Valencina”, y que, por tanto, su análisis requería un enfoque multidisciplinar.
“El ejemplar estudiado […] corresponde a un diente aislado de cachalote en estado incompleto (conservando aproximadamente su mitad superior), en buen estado de conservación”, puede leerse en el artículo.

Del fondo del mar a un ritual en el interior
El diente fue identificado como perteneciente a un ejemplar adulto de Physeter macrocephalus, es decir, el cachalote común actual. El estudio tafonómico reveló en su superficie huellas de bioerosión causadas por organismos marinos, como esponjas del género Cliona, moluscos y crustáceos perforadores. También se observaron marcas compatibles con mordeduras de tiburones, probablemente ocurridas durante el proceso de descomposición del cadáver.
Esto indica que el diente permaneció un tiempo en el lecho marino, sirviendo de sustrato a organismos incrustantes, antes de ser arrastrado a la costa por corrientes o mareas. Allí, expuesto a la intemperie, desarrolló una costra de carbonato cálcico, y en algún momento fue recogido por personas que vivían o se desplazaban por el entorno litoral.
No existen pruebas de que se cazara al animal. El artículo lo expresa de forma categórica: “La pieza dental no se deriva de una acción de caza o de aprovechamiento de un varamiento, ya que en tales casos no se hallarían trazas de bioerosión colonizadora en su superficie”.

Una pieza trabajada, segmentada y enterrada
El análisis microscópico del diente muestra al menos cuatro surcos rectilíneos, paralelos, compatibles con el uso de herramientas. Estas marcas, explican los autores, “indican la inserción de varias herramientas del mismo tipo con el fin de debilitar el área y generar una línea de fractura”. Se descarta el uso de punzones de sección redonda, y se apunta al empleo de herramientas de sección cuadrada o incluso de pequeños cinceles.
En el proceso se produjo un desprendimiento en forma de escama, lo que sugiere una fractura controlada, no un golpe violento. Este trabajo minucioso podría haber tenido como fin la extracción de fragmentos para elaborar objetos o simplemente adaptar el diente para un uso ceremonial.
Lo más revelador es el contexto final: el diente fue depositado cuidadosamente en la parte superior de la fosa, acompañado de otros objetos, pero sin ninguna relación funeraria. Este tipo de depósito se conoce como “ofrenda estructurada” y se asocia con actos rituales.
El simbolismo del mar en la Edad del Cobre
La ubicación de Valencina, en una meseta a 25 km del mar, hace especialmente significativa la presencia de este fósil marino. No es el único indicio de conexión simbólica con el mar en el sitio. En otros sectores de Valencina se han hallado conchas de Pecten maximus en contextos rituales, losas decoradas con estructuras sedimentarias marinas y otros elementos geológicos seleccionados por su aspecto.
Este patrón sugiere que el mar tenía un papel relevante en el imaginario de las comunidades del III milenio a. C., aunque vivieran tierra adentro. El estudio concluye: “El hallazgo de esta pieza subraya la presencia del mar en el imaginario de las comunidades que habitaron o frecuentaron Valencina durante el III milenio a. C.” .
Además, la práctica de enterrar objetos valiosos sin asociarlos a cadáveres humanos, como ocurre con este diente, apunta a rituales complejos, quizá colectivos, con significados simbólicos ligados a la memoria, el territorio o las fuerzas naturales.
¿De adorno, de amuleto o de reliquia?
Aunque el diente no conserva ornamentos ni perforaciones completas, sí presenta signos de haber sido manipulado, y su fractura sugiere que pudo haberse partido intencionadamente para aprovechar parte de su material. No se ha podido confirmar si de este ejemplar surgieron otros objetos decorativos, pero en la península existen botones y cuentas documentadas como manufacturas de dientes de cachalote, especialmente en Portugal.
En cualquier caso, el objeto completo se trató con un grado de reverencia poco habitual. Al igual que los colmillos de elefante o los huevos de avestruz, el diente de cachalote fue enterrado como un objeto cargado de significado, probablemente asociado al poder, al prestigio o a la conexión con entidades no humanas.
Como explican los investigadores, “Al ser introducidos en estructuras subterráneas y luego enterrados, tales objetos especiales (en efecto, únicos) eran simbólicamente ‘destruidos’ y retirados de la vida cotidiana”.
Referencias
- Samuel Ramírez-Cruzado Aguilar-Galindo, Miriam Luciañez-Triviño, Fernando Muñiz Guinea, Luis Miguel Cáceres Puro, Antonio Toscano Grande, Marta Díaz-Guardamino, Juan Manuel Vargas Jiménez, Thomas Xavier Schuhmacher, Rafael María Martínez Sánchez, Santiago Guillamón Dávila, Joaquín Rodríguez Vidal, Leonardo García Sanjuán (2025). From the jaws of the “Leviathan”: A sperm whale tooth from the Valencina Copper Age Megasite. PLOS One, 20(5): e0323773. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0323773.
Cortesía de Muy Interesante
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