Diez o doce días para rearmar a Ucrania  

Lo que originalmente era una amenaza a 50 días, de manera imprevista y repentina se transformó en un ultimátum para dentro de 10 o 12 días

El cese de hostilidades a más tardar el 9 de agosto o la aplicación de un paquete de sanciones extremas fue la disyuntiva que Donald Trump le planteó a Vladimir Putin, situando así la continuidad de la guerra en Ucrania como una responsabilidad exclusiva del Kremlin. Por supuesto que el mandatario ruso rechazó la exigencia de Estados Unidos, incluso, frente a la posibilidad concreta de una nueva ofensiva desde Kiev con armas de mayor capacidad destructiva.

Algunos vieron en esta coyuntura una oportunidad precisa para capitalizar sus propios intereses. El gobierno inglés, al frente del Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania (UDCG), un grupo de naciones en apoyo a Volodímir Zelenski, y en la que desde el año pasado participa también Argentina, entendió que el compás de espera brindado por Washington a Moscú se convertía, en realidad, en un período para fortalecer con máxima premura a los ejércitos ucranianos.

El 14 de julio, Estados Unidos y la OTAN firmaron un acuerdo que prevé el suministro de armas estadounidenses a Ucrania a expensas de los países europeos. Se trata de una transacción sin precedentes en la historia del mercado mundial de armamentos y que delinea un nuevo circuito internacional para la producción, venta y transferencia de equipos militares de última generación.

Con la ambigüedad que caracteriza a su política exterior, hoy la Casa Blanca afirma priorizar el diálogo con el Kremlin y, por ende, se muestra renuente a proporcionar armamento de manera directa a Ucrania, como ocurría durante al anterior mandato de Joe Biden. Sin embargo, opta por convertirse en el principal proveedor de aquellos países, principalmente miembros en la OTAN, que estén decididos a apuntalar al cada vez más alicaído régimen de Zelenski

Como si se tratara de un mercado mayorista de armas, Estados Unidos apuesta a mantener viva la dinámica de la venta y el envío de armas con mediación europea y con un destino claro, aunque finalmente incierto, en medio del tráfico ilegal que ha convertido a Ucrania en uno de los países centrales para el sostenimiento del mercado negro de pertrechos militares de todo tipo.

Aunque la Casa Blanca todavía no proporcionó detalles sobre los recursos que formarán parte del plan, existe la certeza se que en principio se trataría de misiles de largo alcance, capaces de penetrar el interior de Rusia, y de atacar de maneta directa ciudades de importancia como Moscú y San Petersburgo, según el deseo expresado hace un par de semanas por el mandatario ucraniano.

Bajo esta nueva estrategia, Gran Bretaña y Alemania acordaron asociarse para proporcionar a Ucrania misiles de defensa aérea, en una política de intensificación del rearme ucraniano que ya se venía operando desde que Trump asumió el gobierno, en enero último, cuando el caudillo republicano resolvió suspender los envíos de armamentos en la guerra contra Rusia para abocarse a problemas internos y, también, para diferenciarse de la anterior gestión demócrata.

En los últimos dos meses, Londres aprobó el envío de armas por 200 millones de dólares, y hasta fin de año, se ha comprometido a gastar otros 800 millones de dólares para fortalecer la ofensiva de Ucrania, en un presupuesto que contempla la transferencia de cerca de 70 mil drones.

Pero además de Gran Bretaña y Alemania, otros países europeos han aceptado la propuesta de Trump o esperan hacerlo en un corto plazo, como son los casos de Finlandia, Dinamarca, Suecia, Noruega, los Países Bajos y Canadá.

En esta nueva iniciativa de rearme ucraniano, los misiles Patriot constituyen el principal interés de los socios de la Alianza Atlántica y, obviamente, también de Zelenski, quien en varias oportunidades expresó su ambición por contar con ellos para detener la ofensiva rusa.

El MIM-104 Patriot es un sistema de misiles tierra-aire de largo alcance altamente sofisticado, diseñado para proporcionar defensa aérea y antimisiles contra un amplio espectro de amenazas aéreas. El costo de cada batería de misiles Patriot es de mil millones de dólares cada uno y de aproximadamente 3,7 millones de dólares cada proyectil.

Debido a su altísimo costo de producción, también se evalúa el envío de otros proyectiles de largo alcance, por lo que si bien se desconocen los términos, está prevista la entrega de misiles Tomahawk, capaces de albergar ojivas nucleares; misiles JASSM, probablemente el de mayor precisión en sus incursiones; y ATACMS, adaptables a varias plataformas de lanzamiento.

Gracias a la propuesta de Estados Unidos, varios gobiernos de la OTAN ven la oportunidad de modernizar sus propios sistemas de misiles, en medio de una rusofobia sin límites.

El canciller alemán Friedrich Merz se mostró dispuesto a financiar dos nuevos sistemas Patriot para Ucrania y planteó la posibilidad de suministrar equipos que ya posee, y que serán reemplazados por otros más nuevos por parte de Estados Unidos. En tanto que el gobierno suizo deberá esperar todavía más por el delivery de misiles, cuya entrega estaba prevista a partir de 2026, porque ahora serán transferidos directamente a Ucrania, con Berlín haciéndose cargo de los gastos de envío. Hasta el momento, se desconoce el plazo de entrega de Patriot a la nación helvética.

Por lo pronto, el nuevo diseño de distribución mundial de armamento que comienza a desarrollar el gobierno de Trump señala, en principio, dos claros ganadores.

En primer lugar, Ucrania se verá beneficiada por la afluencia de recursos estratégicos de enorme poder destructivo para poder resistir a la ofensiva rusa y de, esa manera, preservar territorios y subsuelos clave para la explotación del litio y de tierras raras por parte de los Estados Unidos, según el acuerdo que los gobiernos de ambos países firmaron a fines del mes de abril.

Pero también supone un beneficio directo a dos de las principales corporaciones estadounidenses responsables de la producción de armamentos, como son los casos de Raytheon y Lockheed Martin, que se encuentran al límite de su producción para los próximos cinco años, y que, al menos por el momento, están venciendo a la competencia de otras empresas europeas, también especializadas en misiles destinados a ser utilizados en Ucrania, como MBDA y BAE Systems.

Pero el desempeño de Estados Unidos como principal proveedor de recursos militares a nivel mundial excede, con mucho, al aprovisionamiento europeo destinado a la guerra contra Rusia: de hecho, otras potencias, como China, también pueden ser útiles para incentivar la venta de armas,

Se explica así la compra del gobierno argentino de vehículos blindados Stryker, producidos en Canadá y revendidos por Estados Unidos, por un precio de 2 millones de dólares cada uno. Los ocho primeros estarían llegando al país a fines de 2025, y existen planes para comprar doscientos vehículos más. Diseñados para ser utilizados en escenarios de combate, su uso prioritario sería, en cambio, para el control de fronteras dentro del “Operativo Julio Roca”. En el medio, se desecharon ofertas de vehículos similares, y más económicos, de China y Brasil y también se rechazó el intento por reflotar la empresa pública responsable del Tanque Argentino Mediano (TAMSE).

Mientras que algunos gobiernos apuntan a negociar las condiciones de compra y transferencia de recursos militares otros, en cambio, sólo buscan apelar a un alineamiento político irrestricto…

Cortesía de Página 12



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