
He reiterado en columnas anteriores la relevancia del verdadero liderazgo en tiempos de turbulencia; sin embargo, hay un factor adicional que al debatir en diferentes foros y escuchar voces diversas me doy cuenta que tiene un rol muy activo en la actualidad: la emocionalidad. La emocionalidad paga, y ante un ambiente polarizado toma ventaja sobre los conceptos y argumentos racionales. El centro y lo estable son de alguna manera aburridos y no logran lo que hoy en día ha tomado peso en las sociedades, la viralización.
El papel que actualmente representan las redes sociales en la vida de las personas se ha magnificado; de la misma forma se ha amplificado la polarización, hasta convertirla en una especie de epidemia generando un “activismo hostil” y un discurso que nos empuja como una fuerza invisible a la división y desolación.
Como contexto en esta línea, el propio inventor del botón de repostear (retweet) en Twitter, hoy X, Chris Wetherell, afirmó en 2009 que nadie previó cómo dicha implementación permitiría la propagación del acoso, noticias falsas y discursos de odio, comparando tal fenómeno con “darle un arma cargada a un niño de cuatro años”.
Francis Fukuyama, politólogo y economista norteamericano, resalta que en 2010 teníamos 300 interacciones digitales por día; actualmente, tenemos más de 5,000 interacciones, lo cual posiciona al uso de las redes sociales como un desafío significativo por el poder político y económico que ostentan.
La emocionalidad vs. la racionalidad impacta a nivel personal, social, político y empresarial porque divide y desune influyendo en la toma de decisiones. Bien lo señaló Daniel Goleman, precursor de la inteligencia emocional en los años 90, quien advirtió a los líderes la necesidad de ser empáticos y desarrollar habilidades para saber leer y reconocer las emociones de los demás. La emocionalidad es tan relevante en nuestros tiempos que la consultora global Development Dimensions International (DDI) clasifica a la empatía como la habilidad blanda para el liderazgo más importante, que puede elevar hasta en 40% la cohesión y toma de decisiones en los equipos.
Pero, ¿a qué obedece esta situación que enfrenta la emoción contra la razón? ¿por qué las distintas voces se dividen alejándonos de la empatía como equipos, como sociedades y humanidad? En gran medida se debe a la disparidad económica, a que gran parte de la población mundial ha perdido movilidad social y calidad de vida.
En todo el mundo los partidos políticos tradicionales han fracasado en impulsar el desarrollo, en generar empleos y ofrecer la seguridad que demandan las personas. Si la democracia no genera estos satisfactores mínimos entonces se genera una “inequidad obscena”, descontento y tendencias que parecieran en ocasiones irracionales.
¿Qué podemos hacer ante esta situación? Yo no soy política ni tengo esa área de experiencia, pero comencé este artículo hablando del verdadero liderazgo y sin duda el sentido profundo de la palabra me lleva a este punto. Los líderes de empresas, tanto de negocios corporativos como de cualquier actividad económica, tenemos una gran responsabilidad y compromiso en trabajar para que “la emocionalidad” no le arrebate su lugar a la “racionalidad”.
Harvard Business School señala que la inteligencia emocional es una de las habilidades interpersonales más buscadas en el lugar de trabajo, que se valora 71% más que las habilidades técnicas en los puestos directivos, e identifica cuatro competencias primordiales: autoconocimiento (self-awareness), autogestión (self-management), conciencia social (social awareness) y gestión de relaciones (relationship management).
Por ello, como líderes debemos escuchar y conectar con las personas, entender sus emociones, vincularnos objetivamente para tratar de distinguir entre el ruido y la realidad para ir más allá de ser resilientes a los problemas económicos. Porque ciertamente las emociones son un factor que influye en la racionalidad y la toma de decisiones, porque lo que sentimos reconfigura nuestras creencias.
Sí, la búsqueda de equilibrio entre emoción y razón es también una cuestión de negocios, los líderes debemos ser capaces de escuchar, empatizar y persuadir, más allá de solo dar razones. Esa es la única manera de evitar divisiones y, por el contrario, encontrar los puntos en común y lograr una comunicación efectiva con estrategia y con propósito.
Cortesía de El Economista
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