
Desde siempre, han existido corrientes del pensamiento cuyo propósito es comprender y explicar fenómenos, ya sea de la naturaleza, del universo, la conducta humana, la política y la religión, entre otros. Sin que sean las únicas, el dogma y el pensamiento científico han sido atalayas desde las cuales se observan y proponen ideas y modelos de comportamiento que inciden en la vida de la humanidad. Enormes e ilustres inteligencias han sido protagonistas de ese desencuentro permanente entre quienes tienen como punto de partida el dogma y aquellos que siguen otras metodologías. Desde Pitágoras y Sócrates, hasta San Agustín, Santo Tomás y Emmanuel Kant, hasta Hannah Arendt y Yuval Noah Harari o Galileo, Giordano Bruno, Isaac Newton, Marie Curie y Albert Einstein, entre muchos, solo los seres humanos somos influidos por aquellos cuyas posiciones intelectuales tienen sentido trascendente.
Curiosamente, quienes representan el pensamiento dogmático en política (caso México) son aquellos que pretenden y, en algunos casos, logran imponer estructuras de poder soportadas en el autoritarismo. Son excluyentes. Sostienen propuestas que no admiten cuestionamientos, son mesiánicos y voluntaristas. ¡Ah!, y al hablar, pontifican en nombre del “pueblo bueno”. ¿Y nosotros, qué somos?
Esta larga introducción nos permite poner sobre el tapete de la reflexión un hecho que resulta verdaderamente ominoso: el fraude electoral y a la inteligencia que acaban de cometer el Gobierno y sus aliados. Lo realmente preocupante es el alcance de la perversidad y los motivos de quienes substancian sus estrategias para lograr sus aviesos propósitos. El lenguaje corporal, la actitud de la Presidenta, esa facilidad de mentir y el desprecio con el que cotidianamente se dirige a la sociedad son aterradores (esa sonrisita sardónica). Una científica —ella lo es—, formada en la crítica, el análisis y la propuesta, sabe perfectamente que es instrumento y cómplice de una mente enferma de poder, resentida socialmente y con una ilimitada ambición, que trabaja desde la sombra manipulando los hilos de la democracia.
México ha superado innumerables problemas en su historia. Sin embargo, nunca una gavilla de pelafustanes, entre los que se destaca el presidente del Senado, se habían apropiado de nuestro futuro. Con muchísimos contratiempos, íbamos construyendo un sistema democrático, con deficiencias, pero perfectible. Hoy somos, la Presidenta dixit, el país más democrático del mundo. Haría bien en echarse una vueltecita con sus parientes europeos para darse cuenta de cómo, aun en una época como la que vivimos, llenos de sátrapas, otras naciones enfrentan los retos del desarrollo social.
Vivir la democracia reclama un ejercicio abierto a la propuesta, la crítica, la revisión y el debate, así como respetar la forma de pensar y actuar de los demás. El trece por ciento del total de electores demuestra que el 87 % de los mexicanos no participaron en el aquelarre electoral que costó millones de pesos. ¡No todo está perdido! La gran mayoría de los mexicanos rechazaron la pantomima orquestada por el Gobierno. En uso de nuestra libertad, cerremos el paso al dogma político y transitemos el camino de la democracia y la justicia social.
Cortesía de El Informador
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