Dolor y agradecimiento: las despedidas que marcaron a Colombia y al mundo en 2025

Gabriel García Márquez, en una de sus frases más célebres, advertía que “la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido”. Y si bien ese destino que todos compartimos sin distinción les llegó a muchos en este 2025, sin duda el país y el mundo difícilmente podrán olvidar a varios de los que dijeron adiós este año, bien sea por edad, por una enfermedad o –peor aún– por una violencia que sigue impunemente vigente.

Colombia no solo tuvo que despedir en este 2025 a otro precandidato presidencial –Miguel Uribe Turbay, en un crimen que le abrió la puerta a fantasmas del pasado y puso en jaque la misma democracia–. También vio desde lejos cómo en Estados Unidos asesinaban a sangre fría al dirigente conservador Charlie Kirk. Un triste recordatorio del precio que se sigue pagando por hacer política, discernir y atreverse a cuestionar en lo público.

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Aunque fue un cáncer de esófago el que causó su muerte, el mundo lloró a otro líder político: el siempre acertado y austero expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica. Su ausencia evoca la necesidad de tender puentes en una región polarizada que pide humanismo.

Este año que termina también marcó un doloroso adiós para reconocidos e influyentes líderes en Colombia. Allí se cuentan precursores de la industria nacional como el paisa José María Acevedo, fundador de industrias Haceb; el dirigente gremial William Vélez, empresario antioqueño fundador del Grupo Ethuss; la “dama de la solidaridad”, Nydia Quintero, quien reivindicó el valor del servicio y la importancia de ayudar, o el científico Manuel Elkin Patarroyo, quien dedicó su vida a combatir la malaria.

Sin duda, los aportes, enseñanzas y vivencias de estos personajes -desde su orilla y su oficio- son hoy un testimonio para recordar y enfatizar en lo que pregonaba con insistencia “Gabo”: solo mueren si los olvidamos.

Escuchar una vez más la conmovedora voz del maestro Yuri Buenaventura entonando “El Guerrero” durante unas exequias en la Catedral Primada de Bogotá solo era la ratificación de una pavorosa realidad. Aquellos tiempos de violencia política extrema, de intolerancia y de crueldad por el simple hecho de disentir seguían vigentes y estaban lejos de terminar.

Habían pasado dos desafiantes meses desde el insólito atentado en un parque en Bogotá. Milagrosamente sobrevivió a tres impactos de bala, dos de ellos en la cabeza. Fiel a sí mismo, no dio su brazo a torcer y -quizá con algún guiño divino-, permaneció con vida 66 días. Pero, al final, Miguel Uribe Turbay falleció el 11 de agosto, con apenas 39 años.

Era precandidato presidencial, senador del Centro Democrático y uno de los más férreos dirigentes de oposición al Gobierno de Gustavo Petro. Sin duda, una figura en ascenso de cara a las elecciones. Pero era también padre, esposo, hijo, compañero, músico y amante del ajedrez.

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Su crimen, relacionado con presuntos móviles políticos y perpetrado en medio de una polarización sectaria e indolente, no solo sacudió una ya dinámica arena electoral, sino que fue interpretado como un ataque a la democracia, a la memoria y al propio derecho a pensar diferente.

La escena de su hijo dejando rosas blancas en el ataúd –en medio de sus correteos y risas desprevenidas–, evocó con creces al propio Miguel Uribe cerca de cumplir cinco años, quien –inocente y abrumado–, también tuvo que despedir a su madre, la periodista Diana Turbay, en los años 90. La tragedia una vez más se repetía. El patrón de violencia persistía.

“La violencia se me metió en la vida sin pedir permiso y me arrebató lo más sagrado”, recordó el propio Uribe Turbay en un libro póstumo que preparó su familia titulado “Mi Causa: Colombia. Un manifiesto de libertad, integridad y servicio”.

Aquellas palabras fueron el retrato de un hombre que nunca se acostumbró a vivir con la violencia y, por el contrario, trabajó para hacerle frente y erradicarla. “Mi mayor miedo es la muerte y eso me ha llevado a muchas preguntas existenciales. A mí me atropelló la muerte muy chiquito. Es que uno a los cuatro años y medio no tiene por qué ir a un entierro de nadie y menos de la mamá”, dijo tiempo atrás, durante una entrevista inédita.

Hoy, por el magnicidio del precandidato, hay nueve detenidos. Pasados seis meses, siguen siendo más las preguntas que las respuestas. Si bien ya hay un menor condenado –el autor material del homicidio–, sigue siendo incierto quién o quiénes fueron los autores intelectuales de un crimen que volvió a recordarle a Colombia las peores épocas de la violencia de los años 80 y 90.

Una de las hipótesis que sigue tomando fuerza entre las autoridades es la presunta participación de los disidentes de la Segunda Marquetalia, al mando de “Iván Márquez”.

Al margen de cualquier consideración, de las versiones de lado y lado, y hasta de las hipótesis que cada tanto lanza el presidente Petro, lo que reclama hoy el país es verdad. Lo ocurrido con Miguel Uribe fue un recordatorio no solo de la vigencia de la violencia, sino de la afanosa necesidad de combatir la impunidad para sanar las heridas.

José María Acevedo Alzate, visionario fundador de Industrias Haceb, falleció la noche del 27 de octubre de 2025, a los 106 años, en su residencia de Medellín, rodeado de su familia. Su partida deja un legado que transformó la industria de electrodomésticos local.

Nacido el 2 de agosto de 1919 en Medellín, Acevedo vivió una infancia marcada por la adversidad económica. Concluyó solo hasta sexto grado y comenzó su vida laboral como mensajero en un taller de reparaciones eléctricas, donde despertó su pasión por la técnica. A los 16 años se formó en electricidad por correspondencia y desde entonces desarmó aparatos para aprender su funcionamiento.

En 1940, con tan solo 21 años, fundó el “Taller Eléctrico Medellín”, un local de 25 m² con un alicate y dos destornilladores, que sería el embrión de lo que hoy es Haceb. Hoy, la firma produce más de 2,5 millones de electrodomésticos al año y emplea a más de 3.500 personas, con presencia en más de 20 países. Es reconocido como “el decano de la industria paisa” y apodado cariñosamente “Don José”.

El 13 de mayo de 2025, Uruguay y el mundo despidieron a José “Pepe” Mujica, quien falleció a los 89 años en su chacra de Rincón del Cerro. El exmandatario, que gobernó entre 2010 y 2015, se encontraba en cuidados paliativos tras una batalla contra un cáncer de esófago detectado un año antes, el cual se había extendido a su hígado.

Mujica trascendió las fronteras de Uruguay gracias a una filosofía de vida centrada en la austeridad y la crítica al consumo desenfrenado. Su trayectoria, que incluyó su pasado como guerrillero tupamaro y más de una década en prisión durante la dictadura, culminó en una presidencia marcada por reformas sociales de vanguardia, como la legalización de la marihuana y el matrimonio igualitario. Su estilo de vida sencillo y su capacidad para dialogar con oponentes políticos lo convirtieron en un símbolo global de coherencia y pragmatismo humanista.

El fallecimiento del “presidente más pobre del mundo” provocó una ola de reacciones internacionales, desde líderes de izquierda hasta figuras conservadoras, quienes destacaron su papel como puente en una región polarizada. Siguiendo su última voluntad, fue enterrado en su jardín bajo un árbol que él mismo sembró, cerrando un ciclo político que transformó la percepción del liderazgo en el siglo XXI.

Contaba Miguel Uribe que su abuela, doña Nydia Quintero, vestía siempre de negro “para guardarle luto a mi mamá”, la periodista Diana Turbay. Menos de un mes después del atentado contra su nieto -que de nuevo le recordó los horrores de la violencia-, la gestora de la Fundación Solidaridad por Colombia fallecía a los 93 años.

En el epílogo de una vida marcada por la vocación de servicio, con el peso de los años y de la misma tragedia, la viuda del expresidente Julio César Turbay no contaba con la misma lucidez. Permanecía callada y sus pocas palabras tenían un dejo de presagio. “A Miguel hay que ponerle un pañuelo blanco en la cabeza”, dijo días antes de aquel fatídico 7 de junio.

Sin duda, la “dama de la solidaridad” fue símbolo de servicio y una muestra de que, como ella misma lo sentenció, la violencia en este país puede ser “un estímulo para vivir más”.

Los primeros días de 2025 trajeron la noticia del fallecimiento del científico, inmunólogo y patólogo Manuel Elkin Patarroyo Murillo, a los 78 años. Nació el 3 de noviembre de 1946 en Atacó (Tolima), estudió medicina en la Universidad Nacional de Colombia, de la cual fue profesor desde 1972 hasta el día de su muerte. Cursó estudios de Inmunología en Estados Unidos y fue doctor honoris causa de su alma mater.

Patarroyo fue reconocido por su trabajo para combatir la malaria. Su contribución más importante fue el desarrollo de la vacuna experimental SPf66, uno de los grandes avances en la lucha contra esa enfermedad. Ese desarrollo lo realizó en la década de los ochenta, época en la que también fundó el Instituto de Inmunología del Hospital San Juan de Dios de Bogotá, que después se convirtió en la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (Fidic).

William Vélez Sierra, reconocido empresario antioqueño y fundador del Grupo Ethuss, falleció en lunes 19 de mayo de 2025 en Medellín, a sus 82 años, tras permanecer varios días en cuidados intensivos.

Nacido el 5 de mayo de 1942 en San Pedro de los Milagros, Antioquia, Vélez estudió ingeniería en la Pontificia Universidad Bolivariana. Comenzó su carrera vendiendo repuestos eléctricos por los municipios del departamento, experiencia que lo llevó en 1969 a fundar Eléctricas de Medellín, empresa que se convertiría en el pilar de su conglomerado.

Pionero en el sector de los servicios públicos, fundó también Termotécnica Coindustrial, especializada en mantenimiento para textileras como Coltejer y Fabricato. En los años noventa creó Interaseo, empresa dedicada al manejo de residuos en múltiples regiones del país.

Bajo su liderazgo, Ethuss adquirió entidades emblemáticas como Triple A de Barranquilla y consolidó un portafolio diversificado en energía, infraestructura y servicios públicos. Fuentes reconocen que el grupo generaba cerca de 25.000 empleos en seis países.

El 10 de septiembre de 2025, Charlie Kirk, fundador de la organización conservadora Turning Point USA, fue asesinado de un disparo mientras participaba en un evento público en la Utah Valley University. El ataque, perpetrado por un joven de 22 años identificado como Tyler Robinson, ocurrió en medio de un debate al aire libre frente a miles de estudiantes. El fallecimiento de Kirk, quien a sus 31 años era una de las figuras más influyentes del activismo joven republicano (por lo menos en internet), generó una condena unánime por parte de líderes de todo el espectro político, incluyendo al presidente Donald Trump y al expresidente Barack Obama.

Según analistas, Kirk representaba el nexo principal entre el movimiento MAGA y las nuevas generaciones. A través de su infraestructura organizativa, logró movilizar a miles de estudiantes bajo premisas de nacionalismo cristiano y libertad de mercado, convirtiéndose en un estratega clave para el Partido Republicano. El asesinato ha intensificado el debate sobre la seguridad de las figuras públicas y la creciente polarización en los campus universitarios de Estados Unidos. El suceso ha sido interpretado como un síntoma del deterioro del diálogo civil. Mientras las autoridades judiciales avanzan en el proceso contra el sospechoso, el país se enfrenta a las consecuencias del asesinato que ha silenciado a una voz prominente del conservadurismo moderno.

Cortesía de El Colombiano



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