Donde el “sí, acepto” cobra vida


Hay lugares que parecen hechos para celebrar el amor. Zacatecas es uno de ellos. Basta caminar por su Centro Histórico para sentir cómo la cantera rosada se enciende cuando cae la tarde, cómo las calles estrechas invitan a caminar de la mano, cómo el aire tiene algo de nostalgia y de promesa. Aquí, las bodas no son solo eventos: son recuerdos que se tejen con la piedra, la luz y la historia.

Zacatecas se ha convertido en uno de los destinos favoritos para parejas que buscan algo más que un lugar bonito. Es un destino que habla, que cuenta historias, que envuelve. En cada esquina late la belleza de lo antiguo, la fuerza de lo auténtico y la serenidad de lo íntimo.

Escenarios que guardan memorias

En el corazón de la ciudad, el Hotel Quinta Real Zacatecas sorprende desde el primer instante. Alguna vez fue una plaza de toros; hoy, su patio adoquinado convertido en recinto ceremonial parece haber sido diseñado para celebrar promesas eternas. Las parejas lo eligen porque aquí el tiempo se detiene y el momento adquiere un brillo incomparable.

Muy cerca, entre calles coloniales, los espacios como el Mesón de Jobito, la Ciudadela del Arte y antiguas casas y haciendas del Centro Histórico ofrecen atmósferas más íntimas. Son lugares que susurran historias a través de sus muros color tierra, de sus patios que se llenan de luz por la tarde, de esos rincones donde la arquitectura se vuelve poesía. Son perfectos para bodas pequeñas, donde cada gesto importa y cada invitado forma parte del corazón de la celebración.

Los Conos de Santa Mónica, un escenario donde la historia rural y el paisaje natural enmarcan celebraciones llenas de encanto. CORTESÍA

Haciendas donde el tiempo se queda a mirar

Pero si lo que se busca es una boda que lleve en sí el peso hermoso de la historia, entonces las haciendas zacatecanas abren sus puertas como escenarios de película:

Hacienda El Baluarte San Jerónimo, Fincasanta, Centro Platero (Ex Hacienda de Bernárdez), Ex Hacienda Las Mercedes, Hacienda San Ramón, Ex Hacienda El Maguey, Hacienda La Encarnación de Díaz… Todas ellas construidas entre los siglos XVII y XIX, todas respirando elegancia virreinal.

Allí, bajo arcos de cantera, entre jardines que huelen a tierra húmeda, las bodas adquieren un carácter casi ceremonial. Es como si la historia -la que permanece en cada piedra- se sumara como testigo.

Y en los Conos de Santa Mónica, la historia rural y el paisaje natural se encuentran para crear un refugio donde la celebración fluye con naturalidad y encanto.

El lujo de lo natural

Para quienes imaginan una boda bajo el cielo abierto, con la naturaleza como testigo y el viento como cómplice, los viñedos se convierten en el escenario ideal. En Viñedos Campo Real, el Jardín Tierra Adentro abre sus senderos y jardines para celebrar en un entorno amplio y elegante, perfecto para bodas que buscan imponerse con grandeza sin perder la esencia de la tierra que las rodea.

En cambio, los jardines de la Vinícola Luevano Ruiz invitan a una celebración con un tono más íntimo y cálido. Aquí la campiña respira lento, la calma se siente en la piel y el paisaje parece abrazar a cada invitado. La noche cae despacio, como si quisiera darse el tiempo de observarlo todo; y cuando la música comienza, se mezcla con el aroma del vino y la brisa suave, creando un instante que se recuerda incluso antes de que termine.

Viñedos Campo Real. Un escenario abierto donde la naturaleza acompaña cada momento de la celebración. CORTESÍA

Antes del “sí”: la pregunta que cambia todo

Este destino también es escenario de comienzos: de la pedida de mano. Basta un paseo al atardecer por el Centro Histórico para sentir cómo la ciudad se vuelve cómplice: la cantera se tiñe de rosa, el aire se vuelve más suave y las calles parecen guardar un secreto. Luego, una cena bajo un cielo donde las estrellas brillan más cerca que en cualquier otro lugar, una copa de vino local que invita a conversar sin prisa, y las luces cálidas dibujando siluetas y sombras que se mueven despacio sobre las fachadas antiguas. Es ese momento en el que el corazón sabe que algo importante está por decirse. Un instante suspendido que anuncia el inicio de una historia que está a punto de tomar su forma más memorable.

Templo de Nuestra Señora de Fátima. Una joya neogótica en cantera rosa que eleva las ceremonias hacia lo sublime. CORTESÍA

Donde el amor se vuelve rito

En Zacatecas, las ceremonias religiosas poseen una atmósfera que trasciende lo visible. El Santuario de Nuestra Señora del Patrocinio se alza sobre el Cerro de la Bufa como un guardián silencioso, contemplando la ciudad desde las alturas, como si todo el paisaje fuera testigo del momento. 

La Capilla de Nápoles, íntima y bañada en tonos dorados, invita al recogimiento y a la emoción serena. El Templo de Nuestra Señora de Fátima, con sus agujas neogóticas elevándose hacia el cielo, parece un sueño esculpido en cantera rosa.

En el corazón de la ciudad, la Catedral Basílica y Santo Domingo envuelven cada ceremonia en una solemnidad que toca el alma, incluso antes de pronunciar palabra. No son solo templos. Son umbrales: lugares donde el amor se vuelve rito, donde el tiempo se detiene y donde el “sí” se pronuncia con toda la fuerza de lo eterno.

Suplemento Pasaporte

Cortesía de El Informador



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