Durante décadas, la narrativa predominante en la evolución humana sostenía que el primer miembro de nuestro linaje en salir de África fue Homo erectus, una especie robusta, adaptada a largas caminatas y capaz de fabricar herramientas de piedra. Este primer gran salto fuera del continente africano habría ocurrido hace aproximadamente 1,8 millones de años, marcando un hito en la historia de la humanidad. Sin embargo, un estudio reciente publicado en PLOS ONE ha sacudido esta visión tradicional, planteando una hipótesis aún más fascinante: no fue una sola especie la que migró, sino al menos dos.
La clave de este debate está en Dmanisi, un yacimiento arqueológico ubicado en la actual República de Georgia. En este rincón del Cáucaso, desde finales del siglo XX se han desenterrado varios restos humanos excepcionalmente antiguos. Lo llamativo de este conjunto no es solo su antigüedad, sino su extraordinaria diversidad morfológica. Cinco cráneos bien conservados, asociados a mandíbulas y otras piezas óseas, muestran diferencias tan marcadas entre sí que han dividido a la comunidad científica.
El misterio de Dmanisi: un cementerio con demasiadas diferencias
Los fósiles de Dmanisi son, sin duda, uno de los hallazgos paleoantropológicos más importantes fuera de África. Pero también uno de los más enigmáticos. A simple vista, los restos parecen proceder de individuos que vivieron juntos y, probablemente, murieron con escasa diferencia temporal. Sin embargo, sus rasgos físicos no encajan fácilmente dentro de una misma especie.
Uno de los cráneos, conocido como D4500 o “Skull 5”, es particularmente intrigante. Tiene una caja craneal muy pequeña, comparable a la de un australopiteco, pero un rostro masivo, sobresaliente y simiesco. Otros cráneos, como los denominados D2282-D211 y D2700-D2735, muestran proporciones más cercanas a las primeras formas del género Homo. ¿Podía una misma especie presentar tanta variabilidad?
Durante años, la respuesta más aceptada fue la del dimorfismo sexual: las diferencias entre machos y hembras explicarían la disparidad anatómica. Pero esa explicación comienza a tambalearse.

La evidencia en los dientes: cuando el esmalte cuenta la historia
En el reciente estudio liderado por el investigador Victor Nery, de la Universidad de São Paulo, los científicos decidieron observar con lupa una parte del cuerpo humano que raramente miente: los dientes. A diferencia de los huesos, que pueden deformarse con el tiempo, los dientes —y especialmente el esmalte— conservan sus dimensiones con notable precisión incluso después de millones de años.
Analizando más de 580 dientes fósiles, los autores aplicaron modelos estadísticos sobre el área de la corona dental de los molares y premolares. Compararon los restos de Dmanisi con un amplio repertorio de especies de homínidos, que incluía desde los Australopithecus hasta Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis y Homo sapiens.
Los resultados fueron sorprendentes: el cráneo D4500, con su mandíbula asociada D2600, se agrupa con los australopitecos en términos de superficie dental, lo que indica un linaje más primitivo. Por su parte, los otros dos individuos encajan mejor dentro del rango de las especies Homo más evolucionadas.
¿Homo georgicus y Homo caucasi? Una hipótesis que gana fuerza
Con estos datos en la mano, los investigadores concluyen que la diferencia no es solo de tamaño, ni puede explicarse únicamente por el sexo del individuo. Para comprobarlo, compararon las proporciones entre los dientes de Dmanisi con las de gorilas y chimpancés, animales con dimorfismo sexual pronunciado. El rango de variabilidad en Dmanisi excede incluso el de estos grandes simios.
El estudio respalda así una propuesta que había sido lanzada en trabajos anteriores, pero que ahora cobra nuevo impulso: en Dmanisi convivieron al menos dos especies humanas diferentes, identificadas tentativamente como Homo georgicus (representado por D4500-D2600) y Homo caucasi (para D2282-D211 y D2700-D2735).
Este escenario no solo redefine lo que ocurrió en aquel antiguo asentamiento del Cáucaso. Tiene implicaciones mucho más amplias: la migración humana fuera de África podría haber sido protagonizada por varios linajes simultáneamente, y no solo por Homo erectus, como se ha enseñado durante décadas.

Un nuevo capítulo en la historia evolutiva
La coexistencia de distintas especies humanas en un mismo lugar y momento —y, más aún, fuera de África— sugiere una historia evolutiva mucho más rica, dinámica y ramificada de lo que se creía. Ya no hablamos de una sola especie pionera, sino de un éxodo múltiple, quizás con diferentes ritmos y rutas, que acabó encontrándose en Eurasia.
Además, el hecho de que uno de los linajes presente rasgos más primitivos no significa necesariamente que evolucionara menos. Podría tratarse de una forma local adaptada a un entorno específico, o incluso de un ejemplo de evolución convergente, en la que se retoman características antiguas por presión ambiental.
Este nuevo enfoque también obliga a replantear la narrativa lineal de nuestra evolución. Los árboles genealógicos que muestran una progresión simple desde Australopithecus hasta Homo sapiens están siendo reemplazados por una maraña de ramas, en la que diferentes especies comparten territorios, recursos y quizás hasta genes.
Aunque el análisis de las coronas dentales ofrece una nueva perspectiva taxonómica, no basta por sí solo para resolver todas las dudas. El propio equipo reconoce que se necesitarán más fósiles y más estudios para consolidar estas hipótesis. Pero lo que está claro es que la historia de la evolución humana sigue llena de sorpresas.
Dmanisi, con su mezcla insólita de rostros, mandíbulas y dientes, se consolida como uno de los yacimientos más reveladores del mundo. Y nos recuerda, una vez más, que los caminos que nos trajeron hasta aquí fueron mucho más diversos y entrelazados de lo que jamás imaginamos.
Referencias
- Victor Nery et al, Testing the taxonomy of Dmanisi hominin fossils through dental crown area, PLOS One (2025). DOI: 10.1371/journal.pone.0336484
Cortesía de Muy Interesante
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