La violencia volvió a teñir de rojo al futbol mexicano. En un mismo fin de semana, dos aficionados perdieron la vida: uno de ellos seguidor del Guadalajara, murió tras acudir a la tradicional serenata previa a un partido; otro, aficionado de Cruz Azul, falleció en el estacionamiento del estadio Olímpico Universitario. Dos tragedias distintas, pero con un denominador común: la falta de seguridad y la incapacidad de la Liga MX para garantizar la integridad de los aficionados.
Han pasado más de tres años desde la tragedia del estadio Corregidora, ocurrida el 5 de marzo de 2022, cuando la violencia entre seguidores de Querétaro y Atlas conmocionó al país y obligó a las autoridades del futbol a prometer un cambio de fondo. Sin embargo, las medidas implementadas desde entonces, como el Fan ID, los nuevos protocolos de acceso y el refuerzo policial parecen haberse quedado solo en el discurso.
Tras los hechos en Querétaro, la Liga MX presentó con bombo y platillo un “Plan Integral de Seguridad en Estadios”. Se anunció la prohibición de las barras visitantes, la credencialización obligatoria de grupos de animación y la instalación del sistema Fan ID, que permitiría identificar a cada persona que ingresara a los recintos deportivos.
Hoy, esas promesas están lejos de cumplirse. En teoría, más de 3.7 millones de aficionados se han registrado en la plataforma, pero en la práctica, la aplicación del sistema es errática. En estadios como el Jalisco, Ciudad de los Deportes, Akron o CU, el Fan ID simplemente no se solicita o se revisa de manera superficial. En algunos accesos ni siquiera hay personal suficiente para verificarlo.
El resultado es una falsa sensación de control: largas filas, revisiones superficiales y, al final, acceso casi libre para quienes buscan causar disturbios. El Fan ID, que prometía ser una herramienta de seguridad avanzada, terminó convertido en una medida burocrática sin impacto real.

TESTIMONIO
El aficionado, el más afectado
Víctor Lugo Delgadillo, seguidor del Atlas de toda la vida, es uno de tantos aficionados que han decidido dejar de asistir al estadio Jalisco. Su testimonio refleja el desencanto que sienten miles de fanáticos en el país.
“Ya tengo como tres o cuatro años que no voy al estadio. Desde el bicampeonato del Atlas dejé de ir. Llevé a mis hijos y a mi nieto, pero ya no me gusta por cómo está la seguridad. El Fan ID es absurdo, a nadie se lo piden. Nos tardan mucho en las revisiones, y al final solo te checan las bolsas. Muy mal, ya no nos gusta ir”, relata.
Pero más allá de la molestia por la logística, lo que pesa es el miedo. “Ya me da miedo ir. Cada vez está más peligroso. Las barras son un mal que consumió al futbol. Aquí en Guadalajara cada vez es más incómodo. Lo que pasó este pasado fin de semana da miedo”, añade.
Víctor recuerda una experiencia traumática con su familia: “Una vez nos tocó con la barra del Toluca. Nos golpearon a todos. A mi papá, que ya es adulto mayor, le lastimaron las costillas. Fue muy feo. Y todo porque íbamos caminando de regreso a casa después de un triunfo del Atlas”.
Además, apunta otro factor que está vaciando los estadios: los precios. “Ya es muy caro. Antes había promociones de ‘niños gratis’, ahora ya no. Y los papás tampoco quieren llevar a los niños porque está peligroso”.

Protocolos fallidos
Los fallos de seguridad no se limitan al registro digital. En varios estadios del país, los filtros son inconsistentes y los cuerpos de seguridad insuficientes. A pesar de los lineamientos de la Liga, solo entre el 10 y 20 por ciento de los aficionados son realmente revisados, según reportes de personal operativo.
Además, las “porras” que deberían haber sido desmanteladas continúan presentes, con el respaldo o tolerancia de algunos clubes. La violencia, los enfrentamientos y las amenazas persisten, mientras la Liga MX ha optado por mirar hacia otro lado.
Espectáculo en riesgo
El futbol mexicano vive una crisis de confianza. Los estadios, que deberían ser espacios de convivencia familiar, se han convertido en lugares de riesgo. La ausencia de medidas contundentes pone en duda la capacidad de la Liga MX para garantizar el orden y proteger a quienes hacen grande al futbol: los aficionados.
Porque mientras la violencia se normaliza y los responsables quedan impunes, cada partido se juega no solo en la cancha, sino también contra el miedo. Y hasta ahora, el miedo sigue ganando por goleada.
Cortesía de El Informador
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