Durante años, los ácidos grasos omega-3 han sido reconocidos como aliados clave para prevenir enfermedades cardiovasculares, mentales y metabólicas. Están presentes en el pescado graso, en ciertos aceites marinos y en suplementos muy populares. Pero hoy, acceder a omega-3 sin contaminantes y en cantidades suficientes se ha vuelto un reto global. La razón no está solo en las elecciones individuales de dieta, sino en una red de amenazas ambientales, industriales y nutricionales que están afectando su disponibilidad y eficacia.
Un nuevo estudio publicado en la revista AJPM Focus, realizado por el Dr. Timothy Ciesielski de la Case Western Reserve University, advierte que el 85% de los países del mundo tiene una ingesta insuficiente de omega-3. Esta deficiencia está vinculada a problemas como parto prematuro, depresión, enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, algunos tipos de cáncer y trastornos inflamatorios. Pero el problema va más allá de lo nutricional: también implica cambios en los ecosistemas marinos, contaminación de la cadena alimentaria y un desequilibrio creciente en la composición de las dietas modernas.
El autor plantea que esta no es solo una crisis de salud pública, sino un dilema de salud planetaria. Resolverla no depende exclusivamente de médicos o suplementos, sino de decisiones estructurales sobre cómo producimos, consumimos y protegemos nuestros alimentos y entornos marinos.
¿Por qué los omega-3 son tan importantes para la salud?
Los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 (PUFA) están involucrados en la regulación de la inflamación y en funciones esenciales del sistema nervioso, el corazón y el metabolismo. Su ingesta adecuada se ha relacionado con menor riesgo de diferentes enfermedades.
Los metaanálisis más recientes confirman que el consumo regular de estos nutrientes tiene efectos protectores sobre la salud cardiovascular, el estado de ánimo y el desarrollo fetal.
En el caso del parto prematuro, el estudio identifica un umbral de al menos 550 mg/día; para la prevención de depresión, se requieren más de 1.000 mg/día.
Sin embargo, el acceso global a estas cantidades está lejos de ser equitativo o suficiente. Mientras algunos países costeros mantienen niveles aceptables, la mayoría del planeta consume cantidades por debajo de lo recomendado.

La paradoja de la dieta moderna
En el pasado evolutivo, los seres humanos consumían proporciones similares de omega-3 y omega-6. Pero hoy, la dieta industrializada contiene hasta 20 veces más omega-6 que omega-3, lo que crea un desequilibrio metabólico sin precedentes.
Este exceso de omega-6, proveniente principalmente de aceites vegetales procesados, compite en el cuerpo con los omega-3 por las mismas rutas bioquímicas. El resultado es una reducción de la eficacia de los omega-3 y una potenciación de procesos inflamatorios crónicos.
Según el estudio, “sumar” omega-3 ya no basta si no se “resta” omega-6. Esta idea de equilibrio funcional implica repensar toda la estructura de la alimentación moderna, desde los alimentos procesados hasta los patrones globales de consumo de grasas.
“Evolucionamos en entornos alimentarios donde el omega-6 y omega-3 eran aproximadamente iguales en abundancia”, dijo Ciesielski. “Ahora nuestras dietas industrializadas contienen alrededor de 20 veces más omega-6 PUFA que omega-3 PUFA”.
El cambio climático como amenaza nutricional
Una de las revelaciones más importantes del estudio es cómo el cambio climático está reduciendo la disponibilidad natural de omega-3 en el ecosistema marino.
“El aumento de las temperaturas oceánicas, la sobrepesca y la contaminación están reduciendo aún más nuestro acceso a estos lípidos“, señaló Ciesielski.
A medida que aumentan las temperaturas oceánicas, el fitoplancton produce menos omega-3 como mecanismo de adaptación conocido como “adaptación homeoviscosa”.
Dado que el fitoplancton es la base de la cadena alimentaria marina, esta disminución impacta directamente sobre peces como el salmón, la sardina o la caballa, principales fuentes dietéticas de omega-3.
La acidificación del agua y la disminución del oxígeno también afectan la producción de estos nutrientes esenciales. Este fenómeno convierte al calentamiento global en una amenaza directa para la nutrición humana, más allá de sus impactos ecológicos tradicionales. La salud del mar está vinculada a la salud de nuestras células.
Contaminación invisible: toxinas en las fuentes de omega-3
Incluso cuando hay disponibilidad de pescado, la contaminación marina pone en riesgo la calidad de los omega-3 que consumimos. El estudio destaca que muchos pescados están contaminados con metales pesados (como mercurio), microplásticos, dioxinas, PCBs y compuestos perfluorados (PFAS).
Estos contaminantes no solo afectan la salud directamente, sino que interfieren en la absorción y metabolismo de los omega-3, reduciendo su efecto protector. Además, muchos suplementos de omega-3 presentan oxidación lipídica, lo que disminuye su eficacia y puede generar compuestos inflamatorios.
Por tanto, el problema no es solo la cantidad de omega-3 disponible, sino su calidad y pureza. La exposición crónica a contaminantes también puede revertir parte de los beneficios esperados.

¿Por qué la suplementación no es una solución global?
A pesar de la popularidad de los suplementos de omega-3, el estudio señala que la suplementación no es viable a gran escala como respuesta al problema.
La mayoría de los países no tiene acceso masivo a suplementos de alta calidad, y muchos productos están mal regulados o son costosos.
También existen limitaciones ecológicas: la sobrepesca y el uso industrial del aceite de pescado reducen la sostenibilidad de esta estrategia. No se puede basar la salud poblacional en un recurso que depende de ecosistemas frágiles y contaminados.
El autor propone soluciones estructurales: mejorar el manejo de pesquerías, promover la acuicultura sostenible, desarrollar fuentes vegetales de omega-3 como la portulaca (verdolaga) y reformular sistemas alimentarios para reducir omega-6.
Un problema de salud global y planetaria
El Dr. Ciesielski concluye que este no es un problema médico individual, sino una crisis de salud pública y planetaria. Las enfermedades inflamatorias, metabólicas y neurodegenerativas seguirán en aumento si no se corrige el desequilibrio estructural en el acceso a nutrientes como los omega-3.
El estudio insta a gobiernos, sistemas de salud, productores y consumidores a repensar la relación entre nutrición, medio ambiente y sostenibilidad. La protección de los mares, la reducción de contaminantes y una dieta más equilibrada son acciones necesarias.
La crisis del omega-3 no es una amenaza lejana. Está ocurriendo ahora, en silencio, en el corazón de las células y los ecosistemas.

Un llamado a la acción desde la ciencia nutricional
Este estudio pone el foco en una verdad incómoda: la salud humana no se puede desvincular de la salud del planeta.
Lo que afecta a los mares, afecta a la cadena alimentaria, y finalmente, a nuestros cuerpos.
Revertir la escasez y contaminación de los omega-3 requiere algo más que consejos individuales: se necesita una transformación en los sistemas alimentarios, las prioridades ambientales y la conciencia global.
Asegurar el acceso equitativo a omega-3 sin contaminar es una meta urgente. No solo para prevenir enfermedades, sino para preservar nuestra capacidad de nutrirnos, desarrollarnos y vivir con salud en un planeta cambiante.
Referencias
- Ciesielski TH. Global access to uncontaminated omega-3 polyunsaturated fatty acids requires attention. AJPM Focus. (2025). doi:10.1016/j.focus.2025.100341
Cortesía de Muy Interesante
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