El Acueducto de Segovia es una de las estructuras romanas más imponentes y mejor conservadas del mundo. No solo ha logrado perdurar a lo largo de 18 siglos, sino que su misma construcción supone un logro excepcional de la ingeniería hidráulica antigua.
Es la prueba de que los desafíos técnicos que suponía transportar agua desde manantiales lejanos hasta el centro urbano podían resolverse con ingenio y maestría. A continuación, exploraremos la historia del acueducto, cómo se construyó y las técnicas avanzadas que hicieron posible su edificación.
Agua para Segovia: el inicio del proyecto
El origen histórico del Acueducto de Segovia ha sido objeto de debate a lo largo de los años. Muchos especialistas databan su construcción en el siglo I d.C., durante el reinado del emperador Vespasiano. Sin embargo, estudios recientes sugieren que el acueducto podría haberse completado en el siglo II d.C., probablemente bajo el mandato de Trajano o Adriano. Estos nuevos hallazgos se basan en el análisis de la tipología arquitectónica y en estudios de los materiales constructivos, que indican que el acueducto es más reciente de lo que se creía en principio.
El acueducto segoviano se extiende a lo largo de unos 15 kilómetros que discurren desde su fuente en la Sierra de Guadarrama hasta el corazón de la ciudad de Segovia. De esta longitud total, alrededor de 728 metros están construidos en arcos de piedra que se extienden sobre el valle, en la parte conocida como el Azoguejo. Es aquí donde la construcción alcanza su altura máxima de 28,5 metros. La obra consta de 167 los arcos monumentales sostenidos sobre 120 pilares de granito, dispuestos en dos niveles. Los bloques de granito que se utilizaron en la edificación se encajaron sin recurrir al mortero. Esta característica, inusual en la época, demuestra la precisión y el conocimiento en técnicas de ensamblaje de la ingeniería romana.
Una construcción compacta sin necesidad de mortero
La parte más impresionante y visible del acueducto es, sin duda, la estructura de arcos del Azoguejo. Esta sección del Acueducto de Segovia se construyó con bloques de granito extraídos de canteras locales. Los ingenieros romanos emplearon la técnica del opus quadratum, es decir, el uso de grandes bloques rectangulares dispuestos en hiladas horizontales. Este método de construcción prescinde del empleo del mortero. En su lugar, los bloques, tallados y ensamblados con gran precisión, se mantienen unidos por fricción y peso propio.
La elección del granito, una piedra de gran resistencia y durabilidad, garantizó la longevidad de la estructura. Los bloques se tallaron para encajar perfectamente unos con otros, sin necesidad de utilizar un aglutinante. Además, las dovelas (los bloques que componen los arcos) se diseñaron para soportar la presión y permitir la correcta distribución del peso a través de los pilares.
Un diseño preciso de ingeniería hidráulica
Uno de los mayores retos al construir el acueducto fue el diseño de un sistema de ingeniería que permitiera capturar, transportar y distribuir el agua de manera eficiente. El agua se captaba en la zona de la Acebeda, un área de la Sierra de Guadarrama en la que se emplazaban una serie de manantiales. Desde, allí se canalizaba a lo largo de varios kilómetros.
El sistema hidráulico del acueducto cuenta con un complejo sistema de decantación que evita que los sedimentos lleguen al núcleo urbano. El agua discurría a través de una serie de canales y depósitos que permitían que las impurezas se depositaran en el fondo antes de que el agua continuara su trayecto. Además, el canal mostraba una pendiente estudiada de aproximadamente 1%. Esto permitía utilizar la fuerza de gravedad para garantizar un flujo constante y controlado del agua a lo largo de toda la estructura.
El Acueducto de Segovia se adapta al terreno para controlar el caudal
Otro de los aspectos más innovadores del acueducto se halla en su capacidad para adaptarse al terreno accidentado de la región. Los ingenieros romanos realizaron una serie de estudios topográficos para conseguir aprovechar la pendiente natural de la tierra. La ingeniería romana era consciente de la importancia de un flujo de agua regular y controlado, por lo que la pendiente del canal se diseñó con sumo cuidado.
Para evitar desbordamientos o pérdidas de agua, el acueducto contaba con una serie de compuertas y desviaciones. En los puntos donde el agua debía ser ralentizada, como en las zonas de decantación, se incorporaron canales adicionales que permitían el desvío temporal del agua. Estos mecanismos evitaban que el canal se saturara en periodos de lluvia intensa. Así, se aseguraba que el flujo se mantuviera dentro de los niveles óptimos.
Un legado patrimonial de gran importancia
Durante casi dos mil años de existencia del acueducto, la estructura ha requerido de múltiples labores de conservación. En la época romana, el mantenimiento era continuo. Se asignaban cuadrillas de trabajadores dedicados a la limpieza y la reparación de los canales, compuertas y arcos. Sin embargo, tras la caída del Imperio Romano, el acueducto sufrió un deterioro considerable. No fue hasta el siglo XV, bajo el reinado de los Reyes Católicos, cuando se realizaron las primeras restauraciones significativas.
El acueducto demuestra cómo la tecnología romana no solo respondía a necesidades funcionales, sino que también tenía en cuenta aspectos estéticos y de integración con el entorno. Su imponencia atrae a millones de turistas cada año, quienes aún pueden admirar la capacidad de los romanos para construir una estructura que ha resistido el paso del tiempo sin perder su funcionalidad ni su belleza.
Referencias
- Contreras López de Ayala, Dominica. 2023. El misterio del acueducto de Segovia. Vicisitudes y datación. Córdoba: Almuzara.
- Zamora Canellada, Alonso. “Las huellas de construcción en el acueducto de Segovia”, en Alicia Cámara Muñoz y Bernardo Revuelta Pol (eds.), Ingeniería romana: que la majestad de tu Imperio cuente con el adecuado prestigio de edificios públicos (Vitruvio), pp. 31-46. Madrid: Fundación Juanelo Turriano.
Cortesía de Muy Interesante
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