¿Y si les dijera que están a punto de leer una historia de amor prohibido entre especies y un fugaz ‘affaire’ prehistórico que nos ha convertido en quienes somos? Este es el relato que, en términos mucho más científicos y mucho menos telenovelescos, resume un ‘pack’ de artículos publicados este jueves en las revistas ‘Science’ y ‘Nature’ en el que se presenta el análisis del genoma más antiguo de nuestra especie y, ya de paso, se reconstruye cómo, dónde y cuándo se produjo el cruce entre sapiens y neandertales.
Se trata de una apasionante historia que ocurrió hace casi 50.000 años y que aún deja huella en el ADN de buena parte de los individuos que vivimos actualmente (por no decir en casi todos aquellos no nacidos en el continente africano). Así que presten atención porque esta historia prehistórica, aunque a priori pueda parecer algo lejano, está inscrita en sus genes.
Sabrán ustedes que nuestra especie se originó en África. Pues bien, hace unos 50.000 años nuestros antepasados empezaron una travesía fuera de su hogar originario y, poco a poco, fueron migrando hasta la región euroasiática. Fue entonces cuando los primeros sapiens se cruzaron con las últimas poblaciones de neandertales, una especie de homínidos que ya llevaba más de 300.000 años deambulando por estas tierras y que, por aquel entonces, ya andaba en horas bajas. Y fue ahí cuando surgió la chispa entre algunos individuos de ambas especies y empezaron a procrear. ¿Pero cómo se produjo exactamente este cruce? ¿Cuándo ocurrió? ¿Durante cuánto tiempo se alargó el ‘affaire’? Y sobre todo, ¿cómo afectó todo esto a las generaciones venideras y a quienes somos a día de hoy?
Los científicos analizaron más de 300 genomas humanos para reconstruir la historia evolutiva de nuestra especie en los últimos 50.000 años
Un equipo internacional de investigadores ha intentado responder a todas estas cuestiones analizando más de 300 genomas humanos que abarcan unos 50.000 años de historia evolutiva de nuestra especie. Entre estos, destaca el análisis de los restos óseos de una mujer que vivió hace 43.000 años en lo que ahora conocemos como República Checa y de varios individuos hallados en el yacimiento de Ranis, Alemania, que vivieron hace unos 45.000 años y que, a día de hoy, suponen el genoma humano más antiguo jamás analizado. Los análisis genéticos desvelaron, entre otros, que estos homínidos eran fruto del cruce entre los primeros sapiens que salieron de África con los neandertales europeos y que, por lo tanto, la mezcla de especies se produjo antes de lo que hasta ahora se creía.
Un romance fugaz pero eterno
Todo apunta a que el amor entre sapiens y neandertales fue algo fugaz, al menos en términos evolutivos, y que se produjo en un único periodo. Probablemente, entre 50.500 y 43.500 años atrás. Los análisis indican que ambas especies coincidieron durante poco más de 5.000 años y durante esa etapa no solo tuvieron un romance sino que lograron tener descendencia fértil y próspera (ya que, de lo contrario, quizás jamás nos habríamos enterado de este ‘affaire’ prehistórico). Valga recordar que nuestros antepasados también se cruzaron con los denisovanos, una misteriosa especie de homínidos ya extintos que habitó las tierras siberianas, y que estos también se aparearon con los neandertales. En todos estos casos, los análisis confirman que los humanos actuales aún tenemos rastros en nuestros genes de todos estos telenovelescos romances prehistóricos.
Los humanos actuales aún conservamos entre un 1% y un 2% de genes neandertales, así como mutaciones heredadas del cruce con otros homínidos extintos
Los individuos de Ranis, por ejemplo, cuyo genoma es el más antiguo de nuestra especie analizado hasta ahora, eran sapiens con un 3% de genes neandertales. Varios estudios sugieren que los europeos y asiáticos actuales aún conservan entre un 1% y un 2% de genoma neandertal en su código genético (y en algunos casos, incluso un porcentaje de genes de otros homínidos extintos como los denisovanos). Esta huella, aunque significativa, no es más grande porque, tal y como apunta el análisis publicado este jueves, tras el cruce entre sapiens y neandertales se produjo una “rápida selección natural en las 100 generaciones posteriores”. Después de eso solo sobrevivieron un grupúsculo de mutaciones neandertales, muchas de las cuales aún persisten en el cromosoma X.
El cruce con los neandertales pudo haber fortalecido nuestro sistema inmune y otorgado una piel más clara para favorecer la absorción de la luz solar
¿Pero, evolutivamente hablando, de qué nos sirve a nosotros tener restos de genes neandertales en nuestro ADN? Los análisis indican que la herencia de estos homínidos extintos nos ayuda esencialmente en tres aspectos: en la pigmentación de la piel, el metabolismo y el sistema inmunitario. Se cree, por ejemplo, que los genes neandertales podrían habernos ayudado a desarrollar pieles más claras capaces de absorber mejor la luz solar en lugares donde, a diferencia de África, la incidencia del sol es menor y necesitamos optimizar la absorción de vitamina D. También hay trabajos que sostienen que el contacto con los neandertales nos ayudó a construir un sistema inmune más resiliente contra ciertas bacterias y virus.
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Cortesía de El Periodico
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