Con juguetes únicos, irrepetibles y radicalmente tiernos, El Arte de la Ratona es un negocio familiar mexicano que van a contracorriente frente las tendencias actuales del mercado, donde los productos para las infancias son fabricados en serie, con una escasa calidad que los hace casi desechables y que aluden a contextos violentos.
“Son diseños propios, originales, que no se van a encontrar en ninguna parte del mundo”, dice con orgullo Lourdes Murias, fundadora del taller ubicado en la colonia Juárez de CDMX.
Al pasar por la calle de Marsella es inevitable dirigir la mirada hacia este pequeño aparador donde lucen juguetes como una rueda de la fortuna, un cascanueces o un coro de ratoncitos; todo tallado en madera.
Al entrar, la impresión es mayor. Hay títeres, esferas navideñas y, sobre todo, “El árbol condominio”, donde habitan ratoncitos, mapaches y una lechuza de madera, todos pintados con acabados tan detallados que hacen imposible distinguir si se trata de juguetes o de obras de arte. Para Lourdes no hay duda: se trata de ambas cosas.
“Consideramos que no solo hacemos artesanías y juguetes. Hacemos arte, porque muchísimas de nuestras piezas involucran más que un diseño. Tallamos madera, hacemos escultura y pintura y logramos que todo se compagine en una pieza. No es cualquier cosa, y más haciéndolo con las manos”, comenta.
Juguetes únicos e irrepetibles
Por increíble que parezca, estos juguetes no son obras de artistas ni de carpinteros de formación. “Todo ha sido empírico”, explica Lourdes.
Ingeniera de formación, el único acercamiento que esta artesana había tenido con la madera fue cuando su abuelo materno le enseñó a cerruchar. Cuenta que su abuelo paterno sí se había dedicado a fabricar juguetes de madera, aunque falleció ates de que pudiera conocerlo. “Pero yo creo que ya venía en mi sangre”, comenta.
La primera vez que Lourdes hizo un juguete fue cuando, decidida a regalarle a su sobrino algo original y que nadie más pudiera darle, creo al Robot Leonardo:
“Diseñé el Robot Leonardo, que es para armar y desarmar. Y no solo es armar el robot de madera, sino también el circuito básico para que prendan las luces. Entonces, cuando se lo regalé a mi sobrino, le encantó y me dijo que cuando fuera grande iba a regalar todos sus juguetes menos este. Después vino el cumpleaños de mi sobrina, y luego el de otra sobrina, y pues ¿cómo no les iba a hacer juguetes también a ellas? Empece a hacer juguetes para otros sobrinos y descubrí que era mi pasión”.
Finalmente, cuando la empresa donde trabajaba se mudó de sede, Lourdes se atrevió a dar el paso y a cumplir su sueño. Dejó su trabajo y creó su propia juguetería: El Arte de la Ratona, llamada así por el toque artístico que le da a sus juguetes y porque se identifica con la personalidad de los ratoncitos. “Soy familiar, organizada, aprehensiva, nerviosa”, dice.
Luego, algunos miembros de su familia se le unieron. Actualmente en El Arte de la Ratona trabajan cinco miembros de la familia. Los juguetes se fabrican casi por completo en un taller que se encuentra debajo de la tienda. Allí se hace el corte de la madera, el tallado, la pintura, etc.
Todos lo que aquí se fabrica sigue cumpliendo con la intención original del primer juguete que hizo Lourdes: debe ser original, único e irrepetible.
Una batalla cultural contra la producción en serie
Para Lourdes, la forma en que El Arte de la Ratona forma parte de una resistencia frente a las tendencias actuales del mercado. Sus obras son todo lo contrario a los juguetes fabricados en serie, sobre todo de procedencia china:
“Consideramos que estamos dentro de lo que se llama la batalla cultural en esta pequeñísima trinchera porque queremos fomentar valores diferentes […] no hacer juguetes o piezas desechable como las que se fabrica por el gran país económico que es ahorita China, que está dañando mucho las economías de todas las naciones, porque no hay forma de competir con un precio así. Y lo producen en serie, en fábrica”, explica.
“A veces, por la economía familiar, es lo que puedes adquirir y te vas por esa pieza. Pero no nos damos cuenta de que como sociedad nos estamos poniendo la soga al cuello, porque es afectar a nuestros negocios locales, la economía local que debemos fomentar. Entonces, sí creemos que hacemos la diferencia”, agrega.
El Arte de la Ratona no solo va a contracorriente en la originalidad, sino también en la calidad de sus juguetes. Lourdes explica que al ser de madera, estos juguetes sirven para enseñar a las infancias la importancia de cuidar las cosas, pues provienen de elementos naturales como los árboles:
“Muchos de nuestros clientes dicen que las piezas que se están llevando no solamente van a ser para su hijo o para su nieto, sino que esperan que ese juguete va a durar por generaciones. Hoy en día que los juguetes son desechables: los maltratan, los tiran, los azotan, los rompen o les duran muy poquito. Pero estons no los puedes romper, no los puedes tirar ni los puedes aventar porque son una pieza única en el mundo”, cuenta.
Incluso añade que sus juguetes rompen con la tendencia de lo digital al poner en manos de los niños piezas que pueden manipular y que representan un desafío intelectual para ellos:
“Nuestros diseños quieren eso, ser un reto intelectual para el niño o el adulto. Nuestro eslogan es ‘Juguetes únicos en el mundo para personas de todas las edades’. Buscamos que el niño ejercite su mente, hoy en día tan dañada por las tablets y los celulares”.
¿Qué juguetes hay en El Arte de la Ratona?
En el Arte de la Ratona se pueden encontrar juguetes con diseños únicos, ya sea de madera o tejidos.
Quizá uni de los más populares es la Cubirafa. “Es un cubo de madera se transforma en una jirafa. Es un diseño un poco complejo para armar y desarmar. Tal vez armar la jirafa no es tan difícil, pero volverla cubo es un reto intelectual”, explica Lourdes.
Caso similar es la de la Osósfera, una esfera que, como su nombre lo indica, se convierte en oso.
También está una familia de ratoncitos dentro de una vitrina. Al girar algunas perillas, una ratoncita toca el piano mientras su familia canta. “Tiene una bocina y una tarjeta de memoria con 40 villancicos diferentes”, añade Lourdes.
También están las puertas de ratón, que al abrirse muestran pinturas hechas a mano que invitan a los niños a imaginar.
O la rueda de la fortuna que al ir girando muestra distintos tipos de insectos.
Pero sin duda, la obra maestra es “El árbol condominio”: “Es un árbol donde dentro del tronco viven los animalitos. Son tres departamentos de dos pisos cada uno. Cada piso cuenta con su propio interruptor, que se prenden y apaga de manera individual. Hasta abajo vive una familia de ratones muy numerosa. En medio vive un matrimonio de mapaches con una bebé. Y hasta arriba, una lechuza”.
Cada diseño es tierno. Y con esa ternura, desafía la tendencia a consumir figuras de acción, armas o juguetes que buscan entretener a partir de la violencia.
Ubicación: Marsella 88, colonia Juárez, alcaldía Cuauhtémoc, CDMX
Horario: Lunes a sábado, de 11:00 a 20:00 horas
Instagram: @elartedelaratona
Cortesía de Chilango
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