
La crisis climática está reescribiendo la cronología del envejecimiento humano, especialmente para los adultos mayores. Un estudio pionero de la Escuela de Gerontología Leonard Davis de la Universidad del Sur de California (USC) ha revelado que la exposición crónica al calor extremo no solo es un riesgo de salud inmediato, sino un acelerador del envejecimiento biológico a nivel molecular.
La Dra. Jennifer Ailshire, autora principal y profesora de gerontología y sociología, detalló a El Economista los mecanismos y las implicaciones urbanísticas y de salud pública de estos hallazgos.
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La clave molecular
La investigación se centró en la diferencia entre la edad cronológica, es decir, el número de años vividos y la edad biológica, que representa qué tan bien funciona el cuerpo a nivel celular y sistémico. Utilizando herramientas matemáticas avanzadas conocidas como relojes epigenéticos (como PCPhenoAge y PCGrimAge), los investigadores pudieron medir la edad real del cuerpo analizando los patrones de metilación del ADN
Ailshire explica que el calor extremo actúa como un poderoso estresor para el cuerpo, activando procesos que provocan cambios epigenéticos. “El calor extremo somete al cuerpo a un estado de estrés, activando procesos que pueden provocar cambios epigenéticos conocidos como la metilación del ADN. Estos cambios químicos influyen la forma en que nuestros genes afectan a los sistemas fisiológicos importantes, como el metabolismo, la respuesta inmunitaria y la reparación celular. Con el tiempo, estos cambios pueden hacer que nuestras células muestren signos de un envejecimiento biológico más acelerado, lo que sugiere que la exposición al calor puede apresurar el proceso de envejecimiento”.
El impacto cuantificado: 14 meses de aceleración
El estudio encontró que en regiones con calor extremo habitual, como Phoenix, Arizona, los adultos mayores mostraron, en promedio, una edad biológica 14 meses superior a la esperada para su edad cronológica.
“En regiones donde el calor extremo es habitual —como Phoenix, Arizona— observamos que los adultos mayores presentaban, en promedio, una edad biológica 14 meses superior a la esperada, lo que sugiere que sus células mostraban signos de envejecimiento aproximadamente un año por delante de su edad cronológica,” precisó la experta.
Además la Dra. Ailshire destacó que la combinación de temperatura elevada y humedad, medida a través del índice de calor, es particularmente peligrosa para esta población debido a una disminución de la capacidad termorreguladora natural.
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“A medida que envejecemos, la piel pierde su capacidad para enfriar el cuerpo a través del sudor y la evaporación, que es nuestro mecanismo principal de defensa contra el sobrecalentamiento,” explicó.
Cuando la temperatura y la humedad son elevadas, el sudor no se evapora de manera eficiente. Esta ineficacia impide que el cuerpo libere el calor, lo que resulta en un aumento de la temperatura interna.
“Esta combinación es especialmente peligrosa para las personas mayores, porque el aumento de la temperatura interna del cuerpo pone más presión sobre el corazón, los riñones y otros órganos que dependen de una adecuada circulación y regulación térmica,” advirtió.
Intervención rápida
Dado que el estudio demostró que los cambios biológicos se asocian a exposiciones de tan solo 7 días, la intervención inmediata durante una ola de calor es crucial para proteger la salud molecular.
La Dra. Ailshire enfatizó que los sistemas de salud y cuidadores deben actuar con prontitud y segurar que las personas mayores beban agua a intervalos regulares, incluso si no sienten sed, mantener los espacios de vivienda lo más frescos posible, buscar y utilizar centros de enfriamiento (como iglesias o centros comunitarios) si las viviendas no pueden mantenerse frescas, además de que los sistemas de salud y gobiernos locales deben identificar a las personas mayores que están socialmente aisladas o con vulnerabilidad médica y enviar personal para visitarlas y asegurar su hidratación y vinculación a los recursos necesarios.
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El hallazgo de que el envejecimiento biológico se acelera “solo por vivir en un área con más días de calor” convierte el diseño urbano en una estrategia fundamental de salud pública. La Dra. Ailshire hizo un llamado urgente a la acción en urbanismo y arquitectura para dar sombra a los edificios y a las zonas peatonales, señalándola como una de las formas más efectivas de reducir las temperaturas ambientales.
También invita a mejorar el acceso a sistemas de aire acondicionado eficientes y crear centros de enfriamiento seguros para los grupos vulnerables, asegura que las ciudades deben ser diseñadas para favorecer la ventilación y mantener la temperatura lo más fresca posible en general.
Próximos pasos
Aunque el estudio controló factores clave de estilo de vida, la investigación continuará para precisar la vulnerabilidad individual. “Estamos utilizando métodos avanzados para analizar no solo los factores individuales que aumentan la vulnerabilidad al calor, sino cómo se combinan estos factores con el entorno”, indicó la especialista.
Se buscará identificar cómo la contaminación del aire se superpone con el calor extremo para afectar a personas con enfermedades cardiovasculares o respiratorias, lo que podría aumentar aún más su riesgo de envejecimiento biológico.
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Finalmente, la Dra. Ailshire subrayó la preocupación de cómo este envejecimiento biológico acelerado se traduce en resultados clínicos concretos. “La relación entre el calor extremo y el envejecimiento biológico más acelerado es preocupante: sugiere que la exposición prolongada a las altas temperaturas y humedad podría sentar las bases para riesgos posteriores, como enfermedades cardiovasculares, diabetes o deterioro cognitivo”.
Concluye que la edad biológica, medida por estos relojes epigenéticos, es una herramienta clave para detectar cambios tempranos y preclínicos en la salud, incluso antes de que aparezcan los síntomas, lo que la convierte en una medida mucho más precisa del riesgo de enfermedad que la simple edad cronológica.
Cortesía de El Economista
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