
El poder es una prueba de fuego que pocos atraviesan sin quemarse. Por eso, todo líder necesita un círculo que le enfríe el alma, un consejo de sabios que actúe como brújula moral cuando la adulación y la soberbia nublan el horizonte.
El poder, sin sabiduría, se pudre; y el sabio, sin poder, se desvanece.
Solo la unión de ambos engendra el buen Gobierno del alma y de los pueblos.
Antiguamente, los reyes tenían consejeros que no buscaban agradar, sino recordarles su mortalidad.
Eran los custodios de la cordura.
En Roma, el esclavo que acompañaba al triunfador le hablaba al oído: “Recuerda que eres humano”.
Hoy, en cambio, los poderosos se rodean de quienes les dicen lo contrario: “Eres infalible, invencible, eterno”.
Y así, entre incienso y lisonjas, el gobernante pierde la conciencia de sí, hasta confundir su voluntad con la verdad.
Necesitamos recuperar ese viejo espíritu del consejo de ancianos, ese think tank de almas lúcidas que no teman decir lo que nadie quiere oír.
Personas sin servidumbre, sin intereses ocultos, que posean la valentía de confrontar al líder con su propia sombra.
Porque ningún poder se equilibra desde el espejo: se equilibra desde la crítica sensata y el diálogo honesto.
Un líder sin contrapesos éticos acaba gobernado por sus miedos, sus fantasías y los parásitos que se alimentan de ellos.
El verdadero sabio no busca debilitar al poderoso, sino purificarlo.
Le recuerda que el poder no es propiedad, sino responsabilidad; que mandar no es dominar, sino servir.
Esa es la alquimia superior del poder: convertir la vanidad en conciencia, el dominio en compasión.
Solo el líder que acepta escuchar lo que no le halaga puede aspirar a la grandeza.
Los pueblos, los Gobiernos, las empresas, los equipos… todos necesitan ese consejo invisible que disuelva la soberbia antes de que enferme el corazón del mando.
Porque el poder no se pierde por la traición de los enemigos, sino por el silencio de los sabios.
Y cuando el gobernante se atreve a sentarse entre ellos, no como rey sino como discípulo, el fuego del poder deja de consumirlo… y empieza a iluminar el arte de dirigir con sabiduría.
Para atenuar la tendencia de cometer errores en el ejercicio del poder y disminuir la embriaguez y la corrupción, no hay que tomar decisiones ocultas, sino consultarlas y hacerles caso a ese grupo de asesores sabios e inteligentes, que te van a decir la verdad de lo que piensan para que los tomes en cuenta, venciendo tu ego.
Cortesía de El Informador
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