El hielo marino antártico está desapareciendo a una velocidad récord y el año pasado, por ejemplo, se redujo hasta un 80% en algunas zonas y acabó registrando uno de los valores más bajos jamás observados en la historia. Este fenómeno no solo se refleja en la extensión del paisaje helado de la Antártida sino que, según destaca un estudio publicado este miércoles en la revista ‘Nature’, este deshielo acelerado también está impulsando la formación de tormentas en el océano. “Este trabajo demuestra hasta qué punto la pérdida de hielo marino está afectando al sistema climático. Según nuestros cálculos, el deshielo en estas zonas está añadiendo hasta siete días más de tormentas al mes en la región”, afirman los científicos responsables de este trabajo.
El trabajo, liderado por el Centro Oceanográfico Nacional de Reino Unido y la Corporación Universitaria para la Investigación Atmosférica de Colorado, se ha centrado en indagar sobre los efectos del calentamiento en esta región helada situada en el extremo sur de nuestro planeta. Para ello, los científicos datos satelitales tanto del hielo marino como del océano cercano a lo largo del 2023. Gracias a ello constataron, por un lado, una pérdida acelerada de hielo marino durante el verano y, por otro, un aumento del calor liberado desde los océanos hacia la atmósfera en estas áreas. Según esgrimen los investigadores, este cambio de dinámicas estaría impulsando la aparición de tormentas en la región y aumentando su frecuencia.
Entre 1990 y 2015, de media se registraban 9 días de tormenta al mes, mientras que ahora la media ha subido a 11 y en algunos puntos incluso se suman siete días más
Las tormentas de la Antártida son uno de los fenómenos meteorológicos más extremos y frecuentes que se producen en la región. Durante estos episodios, que pueden alargarse durante varios días, se suelen registrar abundantes precipitaciones, muchas veces en forma de nieve, y fuertes rachas de viento que pueden alcanzar velocidades superiores a los 200 kilómetros por hora. Según constatan los registros, entre 1990 y 2015, en esta zona se solían registrar unos nueve días de tormentas al mes. Pero en los últimos años, especialmente en 2022 y 2023, se están registrando al menos 11 días de tormenta al mes y, en algunos puntos, hasta siete días adicionales de mal tiempo. Todo ello, debido a la pérdida acelerada de hielo marino en la región.
Los expertos temen que este fenómeno afecte a la circulación de corrientes oceánicas de la zona, que podrían sobrecalentarse aún más y perder salinidad
Pero eso no es todo. Los análisis desvelan que estos cambios en las dinámicas climáticas de la zona, muy marcados por el calentamiento acelerado que vive la región, también podría alterar la circulación de las corrientes oceánicas que atraviesan la zona y que influyen en el clima global. En este sentido, se cree que las aguas del fondo antártico, hasta ahora caracterizadas por una temperatura gélida y una alta densidad, podrían sobrecalentarse de forma acelerada al intentar almacenar grandes cantidades de dióxido de carbono. Esto no solo podría alterar la salinidad de las aguas sino que, además, también podría influir en la dinámica misma con la que circula esta corriente. Todo esto, a su vez, podría acabar impactando en el clima global (aunque aún es pronto para saber cómo ocurriría exactamente).
Consecuencias devastadoras
Son muchos los estudios que, hasta ahora, han alertado de las distintas consecuencias que tiene el deshielo acelerado de la Antártida en la región. Se sabe, por ejemplo, que este fenómeno está estrechamente vinculado a la drástica reducción de las poblaciones de pingüinos que habitan en la zona (tanto por la pérdida de hábitats como, en general, por la falta de alimentos o el aumento de condiciones hostiles para la vida de estos animales). Hay casos documentados de colonias, como la de Halley Bay, que lleva varios años perdiendo la mayoría de los polluelos engendrados debido al colapso de hielo marino en la zona. En esta misma línea, algunos expertos predicen que, de seguir así, hasta el 98% de las colonias de pingüinos emperador podrían colapsar para 2100.
La otra consecuencia más temida en la región tiene que ver con el debilitamiento del sumidero de carbono del océano austral. Este fenómeno, también asociado con el cambio climático provocado por las emisiones de nuestra especie, podría reducir la capacidad de este ecosistema de “capturar” el exceso de dióxido de carbono de la atmósfera y esto, a su vez, podría favorecer un aumento aún más marcado de las temperaturas en la zona. Colateralmente, esta dinámica podría acelerar la pérdida de hielo. Y según advierten los expertos, todo ello acabaría provocando un aumento más marcado del nivel del mar en todo el mundo.
El estudio también señala la posibilidad de que el sumidero de carbono del océano austral se debilite y aumente aún más la temperatura en la zona
Los estudios más exhaustivos realizados hasta la fecha sobre esta cuestión, como el último análisis del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), afirma que la única manera de esquivar estos escenarios es lograr una reducción drástica de los gases de efecto invernadero que están sobrecalentando la atmósfera e impulsando, entre otros, fenómenos como el deshielo de los polos. Para lograrlo, los científicos afirman que las emisiones antropogénicas deberían tocar techo para 2025, reducirse a la mitad para 2030 y llegar a cero neto para 2050.
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Cortesía de El Periodico
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