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- Autor, BBC Persa
- Título del autor, Servicio mundial de idiomas de la BBC
“Los continuos cortes de agua y una fuerte caída en la presión hacen que los edificios de apartamentos se queden rápidamente secos,”, le dice una residente de Teherán al servicio persa de la BBC.
“Cuando se va la luz, también dejan de funcionar internet y los ascensores…”.
“La situación se vuelve insoportable, sobre todo con el calor del verano y la enorme contaminación atmosférica. Y si hay un niño pequeño o una persona mayor en casa, es aún peor, porque a veces tienen que soportar estas condiciones durante horas”, afirma la mujer, que pide no ser identificada.
En todo Irán, la escasez de agua y los frecuentes cortes de electricidad han alimentado la creciente frustración pública.
Desde los altos apartamentos de la capital hasta las aldeas de Juzestán y Sistán-Baluchestán, la vida se está viendo alterada de maneras que muchos consideran intolerables.
Tras cinco años consecutivos de sequía y un calor récord, Teherán se encuentra al borde de quedarse sin agua.
Los niveles de agua de los embalses están en mínimos históricos, los apagones son habituales y los ánimos están caldeados.

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“Día cero”
Las autoridades advierten que, sin una reducción significativa del consumo, en cuestión de semanas algunas zonas de la capital podrían enfrentarse al “día cero”: el momento en que se cierren los grifos de los hogares y el agua se distribuya mediante fuentes o camiones cisterna.
Reiteraron estas advertencias a principios de año y las repiten periódicamente.
La alarma se produce tras las temperaturas extremas del verano y la creciente tensión sobre la envejecida red eléctrica de Irán.
“No se trata solo de una crisis hídrica, sino de una ‘bancarrota hídrica’: un sistema tan sobrecargado que el daño ya no puede revertirse por completo”, declara a la BBC el profesor Kaveh Madani, director del Instituto de Agua, Medio Ambiente y Salud de la Universidad de las Naciones Unidas.
Daniel Tsegai, de la Convención de las Naciones Unidas para Lucha contra la Desertificación (CNULD), añade que Irán ilustra lo que ocurre cuando convergen la escasez de agua, la degradación del suelo, el cambio climático y la mala gobernanza.
Afirma que esto constituye una dura advertencia para otros países.

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¿Qué significaría el “día cero” en Teherán?
En la práctica, en el “día cero” se daría prioridad a los hospitales y los servicios esenciales, mientras que el agua en las viviendas sería racionada.
Las autoridades podrían cortar el suministro a barrios enteros de forma rotativa.
Los hogares más adinerados podrían instalar tanques de almacenamiento en los tejados; las familias más pobres tendrían dificultades.
“Los seres humanos son muy resilientes y se adaptan rápidamente”, afirma el profesor Kaveh Madani, ex subdirector del Departamento de Medio Ambiente de Irán.
“Mi mayor preocupación es que si el año que viene también es seco, el próximo verano será aún más duro”.

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La BBC pidió al Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, a su embajada y a su consulado en Londres que informaran sobre los planes del país para abordar la escasez de agua.
Sin embargo, no han respondido a los correos electrónicos ni a una carta entregada en mano en la embajada.

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Embalses críticamente bajos
La capital, Teherán, es la ciudad más grande de Irán y alberga a casi 10 millones de personas.
Depende de cinco presas principales.
Una de ellas, la presa de Lar, está prácticamente seca, operando a tan solo el 1% de su nivel normal, según la empresa que la gestiona.

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El presidente Masoud Pezeshkian ha instado a los residentes a reducir el consumo al menos un 20%.
Las cifras oficiales muestran que la demanda cayó un 13% en julio, en comparación con el año pasado.
Sin embargo, las autoridades afirman que se necesita otra reducción del 12% para mantener el suministro durante septiembre y octubre.
Los edificios gubernamentales en Teherán y otras ciudades cierran regularmente para ahorrar energía, lo que ha provocado quejas de las empresas por daños económicos.

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De la sequía a la ‘bancarrota hídrica’
Las cifras oficiales muestran que las precipitaciones del último año han sido entre un 40% y un 45% inferiores a la media a largo plazo.
En algunas provincias, se han reducido en más del 70%. Pero el clima es solo una parte de la historia.
“No se trata de una crisis hídrica”, argumenta Madani. “Es una bancarrota hídrica: una situación en la que el daño ya no es totalmente reversible y la mitigación ya no es adecuada”.
Durante décadas, Irán ha consumido más agua de la que proporciona la naturaleza, primero agotando ríos y embalses, y luego explotando las reservas de agua subterránea.
“La aridez no causó esto por sí sola”, afirma Madani. “La mala gestión y el uso excesivo crearon la crisis mucho antes de que el cambio climático la intensificara”.
La agricultura consume alrededor del 90% del agua de Irán, gran parte mediante riego ineficiente. Los cultivos que requieren un uso intensivo de agua, como el arroz y la caña de azúcar, se cultivan en regiones áridas.

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Fugas
En Teherán, hasta el 22% del agua tratada se pierde por fugas en tuberías deterioradas.
Sin embargo, los sistemas de agua de todo el mundo presentan un desperdicio similar. Water News Europe informa que el 25% del agua potable de la Unión Europea se pierde por fugas.
McKinsey & Company afirma que entre el 14% y el 18% del agua tratada de EE.UU. desaparece de forma similar, y algunos servicios informan que el 60% se drena por fugas.
Las aguas subterráneas de Irán han sufrido una sobreexplotación considerable desde la década de 1970; más del 70% de las reservas se han agotado, según algunas estimaciones.
En algunos distritos, el terreno se hunde hasta 25 cm al año debido al colapso de los acuíferos (roca permeable u otro material de formación natural que permite el flujo de agua bajo tierra).
Esto acelera la pérdida de agua.
Shock energético: cuando las presas secas apagan las luces
La escasez de agua ha provocado también una crisis energética.
Con los embalses vacíos, la producción hidroeléctrica se ha desplomado y las centrales de gas tienen dificultades para satisfacer la creciente demanda de aire acondicionado y bombas de agua.

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En julio, la agencia estatal de noticias IRNA informó que la demanda de electricidad alcanzó un máximo de 69.000 megavatios, muy por encima de los aproximadamente 62.000 megavatios necesarios para un suministro fiable.
Los apagones de dos a cuatro horas diarias son habituales.
Los medios de comunicación y los políticos afirman que los cortes de electricidad afectan más a los residentes más pobres, y que solo las personas con mayores recursos suelen tener generadores.

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La respuesta del gobierno
El ministro de Energía de Irán, Abbas Aliabadi, declaró: “El suministro de agua potable es una prioridad y debe estar disponible para todos”.
Refiriéndose a los intentos de ahorrar agua, Aliabadi afirmó: “Con las medidas adoptadas este año, hemos logrado ahorrar tres veces más el agua que transportamos”.
El gobierno ha recibido críticas por permitir que la minería de criptomonedas (generación de moneda electrónica), que consume mucha energía, continúe durante el racionamiento.
Se alega que algunas operaciones de criptomonedas tienen conexiones políticas.
En respuesta, las autoridades afirman que están atacando los sitios ilegales y priorizando el suministro a los hogares.
Alibadi acusa a las operaciones ilegales de criptomonedas de drenar el suministro eléctrico, afirmando que ha sido “muy difícil detectar y eliminar a los mineros activos en este campo”.

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Con la ira en las calles, la geopolítica se entromete
Han estallado protestas en varias provincias, como Juzestán y Sistán-Baluchestán, donde la escasez es más grave.
Los manifestantes dicen que el acceso al agua, la electricidad y la vida es un derecho fundamental.
A medida que se secan los pozos y canales, la migración ambiental se acelera.
Muchas familias se mudan a Teherán en busca de empleo, servicios y mejores infraestructuras.
Los analistas advierten que esta tendencia podría agravar la inestabilidad a medida que la ciudad absorbe a las personas desplazadas.

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La crisis también ha impactado la geopolítica. Tras el conflicto de junio de 2025 con Israel, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, destacó las tecnologías de desalinización y reciclaje de su país.
En un mensaje dirigido a los iraníes, afirmó que podrían beneficiarse de ellas “cuando su país sea libre”.
El gobierno de Teherán desestimó estas declaraciones, calificándolas de “teatro político”, y el presidente Pezeshkian mencionó la crisis humanitaria de Gaza.
Daniel Tsegai, de la Convención de las Naciones Unidas para Lucha contra la Desertificación, afirma que Irán no está solo en la región.
En toda Asia occidental, las sequías multianuales están socavando la seguridad alimentaria, la estabilidad y los derechos humanos. Afectan a la agricultura, la energía, la salud, el transporte y el turismo.

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Una advertencia mundial
Daniel Tsegai afirma que el mundo está entrando en una era de sequías provocadas por el hombre, impulsada por el cambio climático y la sobreexplotación de la tierra y el agua. Irán, argumenta, es un ejemplo de lo que ocurre cuando convergen la escasez, la degradación de la tierra y una gobernanza deficiente.
A nivel mundial, las sequías han aumentado un 29 % desde el año 2000, según Naciones Unidas. Si las tendencias actuales continúan, tres de cada cuatro personas podrían verse afectadas para el año 2050.
La sequía de Ciudad del Cabo entre 2015 y 2018, cuando la ciudad sudafricana impuso límites per cápita y aumentó las tarifas, se cita a menudo como un modelo de respuesta proactiva.
Tsegai afirma: “Conocemos las soluciones técnicas; lo que necesitamos es convertir el conocimiento en políticas y las políticas en prácticas”.
“La pregunta no es si la sequía llegará, sino cuándo”.

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Mirando hacia el futuro
Los expertos afirman que existen soluciones, pero se requieren medidas urgentes y coordinadas en las políticas hídricas, energéticas y territoriales.
Irán se ha comprometido a reducir el consumo nacional de agua en 45.000 millones de metros cúbicos al año durante siete años mediante la reutilización, el riego por goteo y mejoras en el suministro.
Estos ambiciosos objetivos se ven frenados por las sanciones internacionales, la burocracia y la falta de inversión.
“En última instancia, Irán debe aceptar su estado de bancarrota hídrica”, afirma el ambientalista Kaveh Madani. “Cuanto más tarde el gobierno en reconocer el fracaso y financiar un modelo de desarrollo diferente, menos posibilidades habrá de evitar el colapso”.
Y lanza una dura advertencia: el clima no determinará si los grifos de Teherán siguen abiertos durante los meses más calurosos, sino la rapidez con la que actúen las autoridades.

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Cortesía de BBC Noticias
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