El doble acoso de la Presidenta


En un país en donde siete de cada diez mujeres viven y experimentan diferentes formas de violencia de género todos los días, sugerir que el acoso sexual que vivió la Presidenta Claudia Sheinbaum la semana pasada fue un montaje ante la crisis de seguridad que vive el país y el escándalo del asesinato del alcalde de Uruapan Carlos Manzo, es sin duda un despropósito que raya en lo ridículo. Pero tan absurdo es que la oposición diga que fue un montaje, como absurda es la extrema victimización y la escandalosa indignación que hacen de ese acto de violencia los simpatizantes y militantes de Morena. 

La Presidenta hizo bien en denunciar al hombre que la acosó y la toqueteó en público, si no lo hubiera hecho, entonces estaría sentando un precedente de desconfianza en las instituciones. La Encuesta de Dinámica de Relaciones en los Hogares (ENDIREH) que aplica el INEGI y que nos habla de la prevalencia de violencia contra las mujeres en México, ha estimado que entre el 80 y el 90 por ciento de las mujeres que viven violencia en nuestro país no denuncian por miedo a las represalias, por vergüenza, porque no confían en las autoridades o porque piensan que lo que les pasó, es algo sin importancia. 

El cuestionamiento del hecho de violencia sexual que realizaron los opositores al régimen morenista, reprodujo la misma violencia que vivió la Presidenta. Los opositores siguen sin comprender que la violencia de género no se asume desde un falso feminismo y optaron por cuestionar y hacer reflexiones que minimizaron el hecho y que incluso etiquetaron de “montaje”. Hicieron lo que se hace todos los días en este país, minimizar las violencias cotidianas que viven las mujeres mexicanas. La oposición, reprodujo las violencias y con ello, las legitima y las convierte en una banalidad que a todas luces es inadmisible. 

Por su parte, los simpatizantes de Morena sobreactuaron y al mismo tiempo, revictimizaron a la Presidenta mediante un ejercicio colectivo de indignación que les llevó hasta publicar desplegados en medios de comunicación y redes sociales diciendo que la Presidenta no estaba sola y que sentían profunda indignación por el acoso sexual que vivió. 

El acoso que vivió la Presidenta se convirtió en un campo de batalla. Como dice la periodista Laura Manzo, “cuando un acto de violencia sexual se convierte en materia de disputa política, la víctima se vuelve objeto, no sujeto”. Eso pasó, la clase política de este país convirtió la indignación en argumento de debate político sin pensar que también, eso es un acto de violencia. Entiendan de una vez, el cuerpo de las mujeres no debe ni puede usarse como distractor o como batalla propagandística que busca profundizar la polarización social. 

La agresión que vivió la Presidenta no es un hecho aislado, es la realidad de todas las mujeres de este país, y las vivencias posteriores de los inútiles debates políticos que oscilaron entre el montaje y la profunda indignación, caen en procesos de revictimización permanente. La Presidenta Sheinbaum vivió una suerte de “doble acoso” por parte de la clase política de este país. 

El verdadero debate tendría que ser ¿cómo hacemos para sacar de la normalización cotidiana el acoso y la violencia sexual?, ese que se vive en las calles, en el transporte público o en los espacios laborales y educativos. Necesitamos que las y los legisladores de todo el país, se pongan verdaderamente a trabajar para tipificar estas conductas como delitos y desnaturalizarlas de la cotidianidad que implica pensar que son hechos sin importancia. Que su indignación (por un supuesto montaje o por la violencia ejercida) pase de los desplegados y las redes sociales a modificar la realidad cotidiana de todas las mujeres de este país para que, en realidad, exista acceso a la justicia para todas.

[email protected]

Cortesía de El Informador



Dejanos un comentario: