El efecto Miguel Ángel: cómo tu pareja moldea tu mejor versión (o todo lo contrario)

Todos tenemos una idea aproximada de cuál es nuestro yo ideal, la persona que nos gustaría ser. Sin embargo, aquellos que nos rodean, especialmente nuestra pareja, influyen en la imagen que nos forjamos de nosotros mismos, por lo que esculpen nuestra personalidad igual que un artista armado con martillo y cincel talla una estatua.

La Piedad del arquitecto, escultor y pintor italiano Miguel Ángel está considerada una de las obras más importantes del Renacimiento italiano. Representa el dolor de la Virgen María al sostener en brazos el cuerpo sin vida de su hijo Jesús cuando desciende de la cruz. La perfección y la belleza de este conjunto escultórico es tal que no es de extrañar que se produzcan auténticos atascos de turistas nada más cruzar la puerta de entrada de la basílica papal de San Pedro, en el Vaticano, donde se encuentra. 

Un escultor joven y un yo por descubrir

Quizá muchos no sepan que el genio florentino tenía veintipocos años cuando recibió este encargo. Precisamente por su juventud, en la época se llegó a dudar de que él fuera el verdadero autor. Y eso fue lo que provocó que, en un arrebato de ira, incluyese sobre el pecho de la Virgen una banda con la inscripción de su nombre en latín. Fue la primera y la última vez que firmó una obra. 

Para el gran Michelangelo Buonarroti, la escultura era un proceso por el cual el artista libera, con su cincel, una figura ideal del bloque de piedra en el que duerme: “En cada bloque de mármol veo una estatua tan clara como si se pusiera delante de mí, en forma y acabado de actitud y acción. Solo tengo que labrar fuera de las paredes rugosas que aprisionan la aparición preciosa para revelar a los otros ojos como los veo con los míos”.

Los seres humanos también poseemos formas ideales. En psicología, el yo ideal describe los sueños y aspiraciones de un individuo, o el conjunto de valores y habilidades que le gustaría adquirir. Por ejemplo, el yo ideal de un estudiante de medicina podría incluir objetivos como terminar la carrera, convertirse en un reputado cardiólogo, viajar por el mundo o aprender varios idiomas. 

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La Piedad del Vaticano. Fuente: Stanislav Traykov / Wikimedia Commons.

Lo que somos y lo que queremos ser

El concepto que tenemos de nosotros mismos se va forjando desde que somos pequeños por la influencia de los padres, maestros, compañeros de clase y amigos. Esto tiene repercusiones tanto a nivel personal como en el ámbito laboral, escolar, social y familiar, pero aquellas pueden ser productivas o contraproducentes.

Así, la imagen o las expectativas que tienen los profesores acerca de sus alumnos influyen en la conducta del niño. Si son positivas, fortalecen su autoestima y mejoran su rendimiento académico. En cambio, si el docente enfatiza demasiado los errores de su discípulo y le cuelga un determinado sambenito, “aquel acabará cogiendo inseguridad y se sentirá cada vez más torpe –explica la psicóloga Emma Ribas, experta en terapia de pareja y sexología–. A partir de ahí se genera un efecto que hace que el pronóstico se acabe cumpliendo. Es lo que llamamos profecía autocumplida”.

Es cierto que a veces las personas alcanzan sus metas ideales únicamente a través de sus acciones. Pero la adquisición de nuevas habilidades y valores está determinada, en la mayoría de casos, por la experiencia interpersonal. Las relaciones, por tanto, moldean nuestra conducta y nuestro pensamiento, proceso que en el mundo de la pareja se conoce como efecto o fenómeno Miguel Ángel. 

El término fue descrito por primera vez por los investigadores Stephen M. Drigotas, Caryl E. Rusbult, Jennifer Wieselquist y Sarah W. Whitton en un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology en 1999. Según los autores, al igual que Miguel Ángel esculpía el mármol para liberar la forma ideal que se escondía dentro de él, los compañeros románticos se cincelan mutuamente hasta conseguir sacar lo mejor el uno del otro. En opinión de Ribas, “nuestra pareja es la oportunidad que nos ha dado la vida para mejorarnos a nosotros mismos”. 

El autoconcepto y cómo se forma

Algunos expertos señalan tres fases en este proceso de crecimiento personal. La primera es la afirmación perceptiva de cada uno de los miembros de la pareja. Por ejemplo, Luis piensa que María, su mujer, es divertida, y la diversión forma parte del yo ideal de María. En la segunda fase, la de la afirmación conductual, Luis se ríe de los chistes de María y la anima a contarlos delante de los demás.

Por último, se produce el movimiento hacia el yo ideal del otro miembro de la pareja. En el caso que nos atañe, María podría convertirse objetivamente en una persona más divertida, incluso cuando su esposo no está delante. Al igual que el escultor, no es que Luis cree algo de la nada, sino que saca a la luz cualidades que ya existían en su compañera.

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Cómo influye el entorno en nuestro yo: Padres, docentes, amigos y parejas dejan huella en nuestra identidad desde la infancia. Fuente: Pixabay.

¿Cómo nos esculpen los demás?

Una de las conclusiones más interesantes del estudio en el que se habla por primera vez del efecto Miguel Ángel es que los miembros de las parejas que se moldean en dirección a su yo ideal tienen una relación más estable y satisfactoria en comparación con los que no. Reafirmar a nuestro socio romántico parece que tiene beneficios directos sobre la salud psicológica de las personas, ya que promueve la confianza y el compromiso.

Por el contrario, una relación puede tener problemas cuando un individuo demanda aspectos que no forman parte del autoconcepto de su pareja. En este caso, se pueden dar dos posibilidades: ceder a las demandas para intentar alcanzar el yo ideal que la otra persona tiene en mente o bien no aceptarlas, lo cual puede conducir a un empeoramiento –e incluso al fin– de la relación.

En esta dicotomía se encontró durante aproximadamente tres años Paula, nombre ficticio de una profesora de Girona. Paula siempre había sido extravertida. Antes de conocer a su novio, pasaba casi todos los fines de semana haciendo planes con sus amigos. Pero cuando él, una persona extremadamente introvertida, llegó a su vida, tuvieron que adaptarse el uno al otro marcando algunas reglas que temporalmente funcionaron para ambos.

“Era una persona muy bonita, pero no tenía habilidades sociales y no le gustaban las multitudes ni relacionarse con gente que no conocía”, cuenta Paula. Él hizo verdaderos esfuerzos por participar en actividades sociales por ella; llevaba, incluso, un cálculo meticuloso del volumen de eventos para ganarse así su gratificación. Ella, por su parte, lo acompañaba a las cenas de la empresa para ayudarle a mantener conversaciones distendidas con sus compañeros.

Paula cree que, al principio de la relación, conocer a un modelo de persona antagónico la ayudó a tener un carácter menos impetuoso y avasallador y a dejar más espacio para la reflexión. Pero llegó un momento en el que pasaba muchas horas recluida en casa en contra de su voluntad. “A la larga, nos salió nuestro verdadero yo: él es cerrado y no quería salir; yo soy abierta y quería salir. Lo intentamos mucho hasta que no pudimos más y vimos que éramos como el aceite y el agua, no lo conseguiríamos nunca”.

Amor que transforma: el proceso del efecto Miguel Ángel

Al elegir un compañero de vida, consideramos muchos factores, pero a menudo nos olvidamos de pensar si la persona que esperamos ser en unos años es consistente con la persona que el otro quiere ser. Cuando iniciamos una relación de pareja, normalmente nos enamoramos y proyectamos en el otro nuestras necesidades. Pero a medida que va desapareciendo el enamoramiento nos encontramos con la persona real y ahí es cuando empezamos a ver los defectos del otro. 

“Aquí es donde tenemos que vigilar para no entrar en una rueda de ‘esta persona no tiene lo que yo quiero’ en vez de valorar lo que sí nos está aportando”. Emma Ribas explica que en terapia con parejas muchas veces les pide que piensen en cómo les gustaría verse de aquí a cinco o diez años.

“Les hago trazar una línea de vida en una hoja desde el momento en el que empieza la relación y tienen que dividirla por etapas. En cada etapa ponen un título construido entre los dos y van visualizando cómo quieren verse en el futuro”.

Escultura
Relaciones sanas vs. relaciones que deforman: Si la pareja no comparte o respeta nuestro yo ideal, la relación puede volverse insatisfactoria o destructiva. Fuente: Pixabay.

Tallar el futuro juntos: el arte de una pareja sana

La psicóloga señala que es normal que haya diversidad de opiniones, pero que es importante que cada miembro de la pareja tenga una buena autoestima y una buena capacidad de comunicarse para gestionar los conflictos y aprender a negociar desde el pensamiento de equipo, no desde la lucha.

“Es un arte construir relaciones de pareja sanas y no nos enseñan. Si nos enseñaran, evitaríamos mucho sufrimiento y muchas rupturas”, concluye la especialista. Por no hablar de todos los problemas de salud, tanto físicos como psicológicos, que aparecen cuando se mantiene una relación tóxica y que acaban afectando a todas las facetas de la vida.

En definitiva, la lectura que sacamos del fenómeno Miguel Ángel es que las personas con las que convivimos o trabajamos influyen en nuestras creencias y en nuestro comportamiento. En el caso de los socios románticos, esta forma de esculpirse mutuamente reporta enormes beneficios siempre que vaya en la dirección del yo ideal de cada uno de ellos. De lo contrario, si se moldean en sentido opuesto, es decir, alejándose de lo que realmente les gustaría ser, es más que probable que se sientan insatisfechos en su relación.

Se trata, por tanto, de estar con alguien que nos apoye y comparta la misma visión de nuestro yo ideal, pero a la vez, impulsar a esa persona en la dirección correcta para que alcance el ideal de ella misma.

Cortesía de Muy Interesante



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