“El ejercicio es una intervención segura y eficaz”: Alejandro Lucía, referente mundial en medicina del ejercicio y ganador de los Premios Fundación Muy Interesante 2025

El doctor Alejandro Lucía —catedrático e investigador en la Universidad Europea de Madrid— ha dedicado su carrera a demostrar que el ejercicio físico es mucho más que una herramienta de prevención: puede convertirse en un verdadero tratamiento frente a múltiples enfermedades. Su trayectoria le ha valido el Premio Fundación Muy Interesante en su segunda edición, en la categoría individual, y es en este marco que hemos conversado con él sobre los logros y retos de la medicina del ejercicio.

A lo largo de los años, Alejandro Lucía ha demostrado que el ejercicio físico, correctamente planificado y supervisado, es seguro incluso en los contextos más delicados: desde niños con trasplantes de médula ósea hasta personas mayores hospitalizadas o pacientes con cáncer. Al frente del Grupo de Investigación en Actividad Física y Salud, ha impulsado junto a su equipo programas pioneros de ejercicio en hospitales, instalando gimnasios intrahospitalarios para que los niños con cáncer puedan ejercitarse durante los tratamientos, reduciendo complicaciones y mejorando su calidad de vida.

Su investigación también se ha extendido al estudio del corazón de atleta, la genética del rendimiento deportivo y enfermedades raras como la de McArdle, en la que es considerado uno de los mayores expertos del mundo. Además, ha defendido cambios de paradigma en medicina, como derribar la idea de que el embarazo debe vivirse en reposo. Con una visión integradora y apoyado en la ciencia más avanzada, Lucía ha convertido el ejercicio en una herramienta clínica de primer nivel, capaz de mejorar la salud y alargar la vida.

Alejandro Lucía, catedrático e investigador en la Universidad Europea de Madrid, ganador del Premio Fundación Muy Interesante 2025 por su trayectoria.
Alejandro Lucía, catedrático e investigador en la Universidad Europea de Madrid, ganador del Premio Fundación Muy Interesante 2025.

¿En qué contextos especiales han aplicado programas de ejercicio y qué resultados han observado?

 Durante mi carrera hemos demostrado cómo, hasta en los escenarios más complicados —como la fase de aislamiento en niños que reciben un trasplante de médula ósea o incluso estancias penitenciarias— el ejercicio físico individualizado y supervisado representa una intervención segura y eficaz. Hemos implementado programas de ejercicio ad hoc tanto en patologías (cáncer, hipertensión arterial o pulmonar, enfermedad de Alzheimer, anorexia, o enfermedades metabólicas de base genética, entre otras) como en poblaciones especiales (personas muy mayores, mujeres embarazadas, o presidiarios en desintoxicación con metadona).  

También hemos estudiado a fondo el llamado corazón de atletaque muestra adaptaciones únicas, mas no por ello patológicas. Y he trabajado en el campo de la genética, siendo por ejemplo uno de los autores seniors del primer estudio de asociación de genoma completo sobre genética y rendimiento deportivo realizado con atletas de diferentes orígenes étnicos y geográficos. He liderado estudios pioneros con intervenciones de ejercicio intrahospitalario para tratar de atenuar los efectos adversos —y muchas veces persistentes— del tratamiento (sobre todo, quimio y radioterapia) contra el cáncer infantil (inmunodepresión, fatiga, atrofia muscular o cardiotoxicidad).

Hemos creado, con financiación nacional/internacional pública/privada, y también con la ayuda de fundaciones de pacientes (como las Fundaciones Aladina y Unoentrecienmil), una infraestructura —pienso que única en el mundo— de gimnasios intrahospitalarios para todos los niños con cáncer tratados en centros públicos de Madrid (12 de Oct, La Paz, Marañón, Niño Jesús). Contamos con un verdadero ‘ejército’ de preparadores físicos que se dejan la piel por estos pacientes. También realizamos estudios preclínicos para ahondar en los mecanismos biológicos implicados en los potenciales efectos antitumorales del ejercicio (p.ej., a través de una mejora de la inmunovigilancia). 

¿En qué áreas considera que su trabajo ha contribuido a transformar la visión médica más tradicional?

Espero haber ayudado a generar algunos cambios de paradigma en el pensamiento clínico, frente a visiones más dogmáticas. Por ejemplo, el embarazo ya no ha de ser considerado un periodo de inactividad forzada, ni mucho menos —por el bien no solo de la salud materna sino también por la de su descendencia— con diversos ensayos clínicos realizados en esta área en años pasados. Y, sobre todo, las personas muy mayores institucionalizadas o incluso hospitalizadas —los grandes olvidados de la medicina y de nuestra sociedad, algo que pienso debería avergonzarnos y llevarnos a una profunda reflexión— pasan demasiado tiempo inactivos o encamados sin razón médica; nunca es demasiado tarde para que hagan ejercicio, que contribuye a atenuar su declive funcional, incluso en fases de hospitalización por problemas graves. Nuestro grupo utiliza las tecnologías de nuestro tiempo (‘ómicas’, entre otras) para intentar responder a las preguntas que se nos plantean.

Por ejemplo, cómo es la ‘firma sanguínea’ del envejecimiento saludable y con funcionalidad independiente al final de la vida humana. Finalmente, creo haber contribuido a mejorar el conocimiento y manejo de la enfermedad de McArdle (o ‘glucogenosis tipo V’) empleando un abordaje multidisciplinar y habiendo liderado y coliderado el registro nacional y europeo, respectivamente, de esta enfermedad. Y tengo el honor de ser considerado el mayor experto mundial en esta enfermedad, según ‘expertscape’.

¿Qué nos dice hoy la ciencia sobre el papel del ejercicio como herramienta terapéutica en distintas enfermedades?

Existe cada vez más evidencia de que seguir las recomendaciones mínimas de actividad física dictadas por la OMS —es decir, al menos 150 min a la semana de actividades aeróbicas, como caminar a buen ritmo, a lo que hay que añadir 2-3 sesiones semanales de ejercicios de fuerza— disminuye el riesgo de padecer las enfermedades crónicas más prevalentes de nuestra civilización: enfermedades cardiovasculares, diversos tipos de cáncer, o incluso enfermedades degenerativas. Es lo que se conoce como prevención primaria. Además, en pacientes ya diagnosticados, el ejercicio puede contribuir a mejorar el tratamiento de su enfermedad y a prevenir el riesgo de eventos graves—prevención secundaria. Por ejemplo, en personas que hayan sufrido un infarto de miocardio, el ejercicio aeróbico bien programado y supervisado, incluso intenso, puede prevenir el desarrollo de un segundo infarto, o al menos ayudar al miocardio a regenerarse mejor si apareciese. Otro ejemplo ilustrativo: el ejercicio programado disminuye la mortalidad de pacientes con cáncer de colon. 

El ejercicio representa una intervención segura y eficaz- 2 Alejandro Lucía, referente mundial en medicina deportiva y ganador de los Premios Fundación Muy Interesante 2025
Programas pioneros de medicina del ejercicio en hospitales han abierto nuevas vías de tratamiento de pacientes. Fuente: Pixabay.

Sus estudios han explorado desde la enfermedad de McArdle hasta el cáncer infantil. ¿Qué hallazgos destacaría que hayan cambiado la práctica clínica o la visión científica?

Espero haber contribuido —y lo nuestro nos ha costado— a que el ejercicio supervisado (incluyendo además ejercicios de fuerza) forme parte del manejo de la enfermedad de McArdle, como señalamos en las guías clínicas internacionales de esta patología que he tenido el privilegio de liderar. Y algo parecido creo haber conseguido en el cáncer infantil. Estoy dirigiendo las guías internacionales del Colegio Americano de Medicina Deportiva sobre ejercicio en cáncer infantil, con especialistas de otros países. Comenzamos en esto hace casi 20 años y ahora es un orgullo ver cómo incluso se financian proyectos europeos sobre el tema. Y en nuestro caso —gracias a la Dra. Fiuza Luces, que ha recogido el testigo junto con la Dra. Elena Santana, de esta casa— implementamos programas de ejercicio supervisados por profesionales en los cuatro hospitales públicos de referencia en Madrid para el tratamiento del cáncer infantil, como indicaba más arriba. ¡Hasta se empiezan a recoger datos de ejercicio en las historias clínicas!

Usted es catedrático en la Universidad Europea, ¿cómo impulsa la Universidad Europea la investigación en ejercicio y salud, y qué papel juega en la formación de futuros profesionales que integren el ejercicio como herramienta terapéutica?

He desarrollado toda mi carrera investigadora postdoctoral en esta universidad. Y aquí pretendo acabarla. Solo he visto crecimiento a lo largo de los años y en mi caso personal, siempre he recibido apoyo y cariño. En nuestra institución se forma a futuros profesionales de distintas ciencias sanitarias que pueden incorporarse a proyectos de investigación de diversos grupos como el nuestro, para aprender y motivarse (y luego, por ejemplo, realizar su tesis doctoral con nosotros). El que no investiga es porque no quiere.

¿Qué ejemplos clínicos podría compartir que ilustren cómo el ejercicio transforma la evolución de una enfermedad?

Por ejemplo, los niños con cáncer que hacen ejercicio pasan menos días ingresados. Que no es poco. O los pacientes muy mayores (80+ años) que hacen ejercicio en el hospital salen del mismo más funcionales, con menor declive físico. Aquí me gustaría reconocer la labor de un excelente geriatra, el Dr. Serra-Rexach (del CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable), con el que tengo la suerte de colaborar.

El ejercicio representa una intervención segura y eficaz- 1 Alejandro Lucía, referente mundial en medicina deportiva y ganador de los Premios Fundación Muy Interesante 2025
La medicina del ejercicio aplicada a personas mayores muestra que nunca es tarde para recuperar fuerza y funcionalidad. Fuente: Pixabay.

Usted insiste en que el ejercicio fortalece el sistema inmunitario y disminuye la inflamación. ¿Qué significa esto, en términos prácticos, para un paciente con cáncer? 

Cada vez que haga una sesión de ejercicio —y más si es de una cierta intensidad— va a liberar a la sangre una considerable cantidad de células inmunes (linfocitos) capaces de infiltrar tumores y destruir células cancerosas. El ejercicio nunca va a sustituir a la quimioterapia o a la inmunoterapia, obviamente. Pero puede ayudar. Y no estamos para desdeñar nada que pueda ayudar a los pacientes, por poco que parezca.

¿Qué impacto cree que tendría, a nivel de salud pública, incorporar el ejercicio como parte rutinaria de los tratamientos médicos? 

Creo que tenemos una sanidad bastante ejemplar y con grandes profesionales. Dicho lo cual, el ejercicio quizás podría ayudar a hacerla aún un poco mejor, sobre todo como herramienta preventiva, evitando un declive físico innecesario de los pacientes —que así tendrían mayor reserva funcional para afrontar tratamientos duros. Por ejemplo, con los programas de ejercicio que lidera la Dra. Ana Ruiz en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid, los pacientes con cáncer de páncreas llegan mucho más fuertes a la cirugía (que es altamente agresiva). 

¿Cómo debería el sistema sanitario incorporar de manera realista el ejercicio como herramienta preventiva y terapéutica? 

Es una respuesta difícil de responder y que me supera un poco. De todos modos, más que un problema del sistema sanitario, a mi modo de ver es un problema de educación. Tendríamos que ser capaces de concienciar a la sociedad de que cada persona debería hacerse responsable en gran medida de su propia salud. Debería saber que si se ejercita con frecuencia tendrá un cuerpo más sano y resiliente. Es menos complicado para cualquier sistema sanitario curar a personas con una buena reserva funcional.

Cortesía de Muy Interesante



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