El encadenamiento de borrascas en España: ¿fenómeno puntual o patrón cíclico?

Las últimas semanas han puesto a prueba la resistencia de muchas regiones españolas. Un incesante desfile de borrascas ha traído consigo intensas lluvias, vientos muy fuertes y crecidas de ríos que han puesto en jaque a municipios enteros. Para muchos, esta situación es una anomalía meteorológica. Sin embargo, ¿es realmente un caso excepcional o responde a un patrón que se ha repetido en el pasado?

Un invierno marcado por las borrascas

Desde el comienzo del invierno, España ha experimentado un encadenamiento de borrascas que ha dejado lluvias por encima de lo habitual en varias regiones. Esta sucesión de temporales no ha sido fruto del azar, sino de la combinación de factores atmosféricos clave. Uno de ellos es la Oscilación del Atlántico Norte (NAO, por sus siglas en inglés), que ha favorecido la llegada de sistemas de baja presión a la península ibérica.

Otro elemento determinante ha sido la presencia de un anticiclón de bloqueo en el norte de Europa. Este fenómeno impide que las borrascas sigan su curso habitual hacia el Atlántico norte, forzándolas a desplazarse hacia latitudes más bajas. El resultado: un flujo constante de sistemas de baja presión que han impactado de lleno en España.

Pero no todo ha sido lluvia y viento. También ha habido periodos de calma, lo que ha generado un contraste que puede resultar desconcertante. Mientras algunas zonas del este peninsular y los archipiélagos han tenido un invierno seco, otras han registrado precipitaciones que superan ampliamente la media histórica.

Predicciones estacionales: ¿qué dice la AEMET?

Las previsiones meteorológicas a largo plazo han sido objeto de debate en las últimas semanas. A finales de 2024, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) pronosticó que el invierno sería más cálido de lo habitual y con precipitaciones por debajo de la media en gran parte del país. Sin embargo, el inicio de marzo trajo lluvias torrenciales que parecían contradecir esa predicción.

Desde la AEMET han insistido en que la previsión inicial se ha cumplido en términos generales. El invierno, definido meteorológicamente como el periodo comprendido entre diciembre y febrero, ha sido efectivamente cálido y seco en el conjunto del país. Pero las lluvias intensas de marzo ya forman parte del análisis de la primavera.

Las sucesivas borrascas que han afectado a España en los últimos meses han dejado lluvias desiguales, con acumulados significativos en algunas regiones y sequía en otras
Las sucesivas borrascas que han afectado a España en los últimos meses han dejado lluvias desiguales, con acumulados significativos en algunas regiones y sequía en otras. Foto: Windy / Istock / Christian Pérez (composición)

Rubén del Campo, portavoz de la AEMET, ha explicado que los modelos de predicción estacional tienen “una pericia limitada en nuestras latitudes para pronosticar las precipitaciones. Con las temperaturas afinan más; pero con las lluvias lo pasan peor”. Esto significa que, aunque las previsiones puedan apuntar a una tendencia general, los episodios puntuales de lluvias intensas pueden modificar la percepción sobre el clima de una estación.

“Estos modelos ofrecen la probabilidad de que la temperatura media o la lluvia acumulada a lo largo de un trimestre quede por debajo de lo normal, en torno a lo normal o por encima de lo normal”, añade Del Campo. Sin embargo, matiza que “para las temperaturas, últimamente vemos predicciones estacionales que dan una probabilidad de 60 o 70 % (o más) de que el trimestre sea más cálido de lo normal”, mientras que en el caso de las lluvias, las probabilidades son más variables y pueden oscilar entre un 40-60 % en un sentido u otro.

Las lluvias de marzo, aunque abundantes, no cambian la realidad de que el invierno ha sido cálido y seco. “Lo primero que hay que tener en cuenta es que el invierno sí ha sido cálido y seco. Porque el invierno, en estos términos, está constituido por diciembre, enero y febrero”, explica el portavoz de la AEMET.

¿Cómo se nombran las borrascas de gran impacto?

El encadenamiento de borrascas que ha vivido España no solo ha sido llamativo por su frecuencia, sino también por el impacto que ha tenido en la población. Desde hace varios años, los servicios meteorológicos de España, Francia, Portugal, Bélgica y Luxemburgo han establecido un sistema de nombramiento de borrascas con gran impacto, en coordinación con otros países europeos.

Este sistema, que sigue los pasos de la Universidad Libre de Berlín y de los organismos meteorológicos de Reino Unido e Irlanda, permite asignar un nombre a aquellas borrascas que pueden producir daños significativos. A diferencia del modelo alemán, que nombra todas las borrascas, el sistema europeo solo lo hace con aquellas que potencialmente puedan causar grandes estragos en bienes y personas.

Para que una borrasca reciba un nombre, debe generar avisos de viento de nivel naranja o rojo en alguno de los países del Grupo Suroeste (España, Francia, Portugal, Bélgica y Luxemburgo). En España, tal y como se indica en el documento de Umbrales y niveles de aviso del Plan Meteoalerta, estos avisos corresponden a rachas de viento superiores a 90, 100 o 110 km/h, dependiendo de la zona. En algunos casos, si los impactos por lluvias son importantes, se pueden relajar estos umbrales y asignar un nombre incluso con avisos amarillos.

Este sistema de nombramiento ha demostrado ser eficaz en la comunicación del riesgo meteorológico. En países como Reino Unido e Irlanda, los estudios han demostrado que la población presta más atención a los avisos cuando un temporal tiene nombre. En la actual temporada 2024-2025, algunos de los nombres asignados a las borrascas han sido Aitor, Berenice, Dorothea, Enol y Garoe, entre otros.

Aunque la variabilidad climática ha existido siempre, el calentamiento global podría estar alterando la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos. Las temperaturas más altas no solo elevan la evaporación y la cantidad de humedad en la atmósfera, sino que también pueden modificar la dinámica de los sistemas meteorológicos.

Las olas de calor son cada vez más frecuentes y duraderas. Pero en el otro extremo del espectro, los episodios de lluvias torrenciales también parecen estar intensificándose. “Las intensas y abundantes lluvias de los últimos días, así como un ambiente relativamente fresco, se analizarán ya como datos propios de la primavera”, indica Del Campo. Sin embargo, recuerda que “la pericia de estas predicciones para las lluvias y en nuestras latitudes es limitada”.

Borrascas en serie: ¿un fenómeno reciente?

Si bien la sucesión de borrascas ha sorprendido a muchos, los registros históricos muestran que España ha experimentado episodios similares en otras ocasiones. Uno de los ejemplos más recordados es el otoño de 1996, cuando un encadenamiento de frentes borrascosos provocó graves inundaciones en la vertiente mediterránea.

La borrasca Laurence es una de las últimas en llegar a España
La borrasca Laurence es una de las últimas en llegar a España. Fuente: AEMET / Christian Pérez (composición)

Más atrás en el tiempo, en 1982, una serie de lluvias persistentes causó riadas en varias regiones, con especial impacto en la Comunidad Valenciana y Andalucía. Y si retrocedemos aún más, encontramos la histórica riada de Valencia en 1957, que llevó al desvío del cauce del Turia tras inundar gran parte de la ciudad.

Estos episodios evidencian que la península ibérica no es ajena a la llegada recurrente de periodos de lluvias intensas. La pregunta es si estos eventos responden a un ciclo climático definido o si cada uno tiene causas particulares.

¿Ciclo climático o variabilidad natural?

Los expertos en climatología han tratado de identificar patrones en la recurrencia de estos eventos extremos. La realidad es que, aunque se pueden encontrar tendencias, no existe un ciclo fijo que permita predecir con exactitud cuándo se repetirá una situación similar.

La Oscilación del Atlántico Norte juega un papel clave en la distribución de borrascas en Europa occidental. En su fase negativa, la corriente en chorro se desplaza hacia el sur, favoreciendo la llegada de temporales a la península ibérica. En cambio, en su fase positiva, las borrascas tienden a desplazarse hacia el norte, dejando tiempo más estable en España.

Otro factor a considerar es la influencia del fenómeno de La Niña, que puede modificar la circulación atmosférica global y alterar la frecuencia de las borrascas en el suroeste de Europa. Sin embargo, estos factores interactúan con otros elementos del clima, haciendo que su impacto varíe de un año a otro. De hecho, la propia Organización Meteorológica Mundial indicó en diciembre de 2024 que se esperaba que las condiciones de La Niña “sean relativamente débiles y de corta duración”.

Aunque la variabilidad climática ha existido siempre, el calentamiento global podría estar alterando la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos. Las temperaturas más altas no solo elevan la evaporación y la cantidad de humedad en la atmósfera, sino que también pueden modificar la dinámica de los sistemas meteorológicos.

Las olas de calor son cada vez más frecuentes y duraderas. Pero en el otro extremo del espectro, los episodios de lluvias torrenciales también parecen estar intensificándose. “Las intensas y abundantes lluvias de los últimos días, así como un ambiente relativamente fresco, se analizarán ya como datos propios de la primavera”, indica Del Campo. Sin embargo, recuerda que “la pericia de estas predicciones para las lluvias y en nuestras latitudes es limitada”.

cambio climático
Figura 3: Los dos modos de la Oscilación del Atlántico Norte (North Atlantic Oscillation, NAO), el negativo a la izquierda y el positivo a la derecha, y los efectos en los patrones de precipitación. Se ha demostrado que los métodos tradicionales de SAI forzarían una NAO más positiva, lo cual llevaría a inviernos más secos en el Mediterráneo. Los impactos en la NAO se podrían reducir utilizando partículas sólidas. Fuente: AEMET.

Adaptarse a un clima cambiante

Independientemente de si la sucesión de borrascas responde a un patrón cíclico o a una anomalía puntual, España debe prepararse para un futuro en el que los episodios meteorológicos extremos sean más frecuentes.

Las infraestructuras de drenaje, los sistemas de alerta temprana y la planificación urbanística deben adaptarse a un contexto en el que las lluvias intensas pueden llegar de forma inesperada. También es fundamental mejorar la gestión de los recursos hídricos, para aprovechar el agua en tiempos de abundancia y garantizar su disponibilidad en periodos de sequía.

La historia nos enseña que España ha vivido antes episodios similares. La diferencia es que ahora contamos con más conocimiento y herramientas para mitigar su impacto. El reto está en utilizarlas de manera efectiva.

Cortesía de Muy Interesante



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