Este pasado viernes 10 de octubre, Marianela Núñez, que ya no necesita ninguna presentación, hizo la primera de sus dos funciones de Onegin con el Ballet del Colón. Su personaje de Tatiana en esta obra de danza neoclásica, basada en una novela del escritor ruso Alexander Pushkin, es una prueba rigurosa para toda bailarina que la haya encarnado desde su estreno original con el Ballet de Stuttgart en 1965.
Incluimos aquí a muchas otras intérpretes argentinas a partir de 1974, cuando Onegin subió por primera vez al escenario del Teatro Colón con su Ballet estable. Silvia Bazilis fue Tatiana acompañada por Raúl Candal en el rol de Eugene Onegin, nombre cuyo apellido da por otra parte título a la obra.
En este ciclo 2025 hacen a la protagonista femenina, en distintas funciones, las excelentes bailarinas del Ballet estable que dirige Julio Bocca: Ayelén Sánchez, Camila Bocca y Natalia Pelayo. Es una obra para ver en lo posible muchas veces, con muchos repartos diferentes, porque es absolutamente perfecta.
Los personajes
El gran coreógrafo John Cranko, sudafricano de origen británico que desarrolló su carrera en Alemania, concibió los personajes de su Onegin como caracteres complejos, que van cambiando en sus emociones y en sus reacciones a lo largo de una historia que dura poco más de dos de horas, contada con una gran solidez y sabiduría escénicas y obviamente sin una sola palabra. Pura danza.
Todos podemos identificarnos con estos personajes, a los que hay que agregar otros dos protagonistas: Olga, hermana de Tatiana, y su novio Lensky.
Quién, en qué época, no ha sufrido la frustración de sus anhelos, las ilusiones perdidas, los celos ciegos, las dudas y las vacilaciones sobre los amores perdidos o recuperados. Marianela Núñez, que ya había bailado maravillosamente Onegin en el Teatro Colón en 2016 y también con el Royal Ballet de Londres -compañía a la que pertenece-, tiene una comprensión perfecta de su Tatiana.

Y vale la pena subrayar el “su” porque no hay dos Tatianas iguales ni dos Onegins iguales, y así quería Cranko que ocurriera: cada bailarín y cada bailarina ponen en su personaje, sin cambiar la coreografía, aquello que más acuerda con sus propias características.
De la inocencia a la madurez
Es imposible, e innecesario, decidir cuál Tatiana de Marianela resulta la más sublime: si la joven inocente que en la primera parte es subyugada por Onegin, un joven mundano y enigmático que llega a la casa de ella acompañado por su amigo Lensky; o la mujer ya casada y con una existencia serena que lo reencuentra diez años más tarde y se resiste dolorosamente a huir con él. Porque Onegin, en este reencuentro circunstancial, descubre que la ama y que quizás también la amaba cuando se conocieron tanto tiempo antes.

¿Pero para qué plantear esa oposición? Ambas Tatianas están imbuidas por Marianela de los sentimientos de cada uno de esos dos momentos clave en la vida del personaje. La entrega de Marianela a esos sentimientos, a sus esperanzas y a sus vacilaciones, es absoluta y verdadera. Una verdad más real que la vida misma.
¿Y qué decir de su danza, a través de la cual se expresa todo lo antedicho, incluso cuando simplemente camina o se deja caer en una silla? Nada que no se haya dicho antes: hay que seguir a Marianela en cada movimiento para admirar no cómo los domina -eso va de suyo-, sino cómo fluyen o se suspenden o la elevan por los aires. Su danza respira en el sentido más literal pero también más profundo de la palabra.
En este punto hay que destacar al fantástico bailarín austríaco Jakob Feyferlik, que hizo un Onegin inolvidable, con todos los matices de su atormentado personaje. Y a Milagros Niveyro y Lucas Matzkin como Olga y Lensky respectivamente, como la joven, fresca y despreocupada pero finalmente desdichada pareja.
Marianela sobre Tatiana
Decía Marianela en una entrevista reciente: “Vi por primera vez la obra aquí en el Teatro Colón en 1994 y no podía creer lo que estaba frente a mis ojos. Fue un amor a primera vista. El Royal Ballet no lo tuvo en su repertorio hasta el año 2001, creo, y fui Olga durante mucho tiempo. Tatiana no me tocaba nunca. Así que cuando llegó, me aferré a ella y no la dejo más”.

Agregaba : “Amo a Tatiana. Todas las mujeres que estamos viendo la obra nos ponemos de pie en un momento y la aplaudimos. Es una gran inspiración artística y un rol que ha ido creciendo siempre dentro de mí. Por eso, en cada reencuentro con el personaje, me digo, ‘ah, es otro momento de mi vida, es otra Tatiana’.

Ficha
Onegin, por el Ballet del Teatro Colón. Director: Julio Bocca
Música: P.I. Tchaikovski
Coreografía: John Cranko
Sala: Teatro Colón, Libertad 621. Última función, 14 de octubre a las 20
Calificación: Excelente
Cortesía de Clarín
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