El fósil más impactante del año: encuentran un dinosaurio letal del Cretácico con su última presa aún entre los dientes

En un rincón remoto de la Patagonia argentina, un equipo de paleontólogos ha encontrado algo extraordinario: los restos fósiles de un dinosaurio carnívoro desconocido hasta ahora, con el hueso de un cocodrilo aún atrapado entre sus mandíbulas. El hallazgo, publicado recientemente en la revista Nature Communications, no solo revela una nueva especie de megaraptor sino también uno de los pocos ejemplos documentados de un dinosaurio fosilizado en pleno acto de alimentación.

Bautizado Joaquinraptor casali, este nuevo dinosaurio vivió hace aproximadamente 67 millones de años, en los últimos compases del Cretácico, justo antes del impacto que acabó con los dinosaurios no avianos. El ejemplar, excavado en la Formación Lago Colhué Huapi de la provincia de Chubut, en el corazón de la Patagonia, representa una de las especies más recientes y mejor conservadas de este grupo de depredadores.

El “rey del sur”

Mientras Tyrannosaurus rex dominaba el hemisferio norte, en Sudamérica el trono del depredador alfa lo ocupaban los megaraptores. Pero hasta ahora, la mayoría de los fósiles conocidos eran fragmentarios, escasos y difíciles de interpretar. Joaquinraptor casali cambia radicalmente ese panorama.

Los restos, que incluyen buena parte del cráneo, las mandíbulas, brazos, costillas, vértebras y extremidades, ofrecen una imagen mucho más completa de cómo era este carnívoro. Medía unos siete metros de largo y pesaba más de una tonelada. A diferencia del icónico T. rex, sus brazos eran largos, musculosos y terminaban en garras curvadas y afiladas como cuchillas. Un arma letal para cazar, desgarrar y manipular presas.

La forma del cráneo era alargada y ligera, y sus dientes, aunque pequeños para su tamaño, estaban adaptados para realizar cortes precisos más que para triturar huesos. Una adaptación evolutiva que le permitía cazar de forma veloz y letal, más como un cirujano que como un demoledor.

El fósil fue localizado por primera vez en 2019, pero su excavación completa se extendió durante tres campañas de campo consecutivas
El fósil fue localizado por primera vez en 2019, pero su excavación completa se extendió durante tres campañas de campo consecutivas. Foto: Marcelo Luna, Lab. Paleontología de Vertebrados/UNPSJB

Un fósil congelado en acción

Lo que convierte a este fósil en una pieza única es lo que se encontró entre sus mandíbulas: el hueso del brazo de un cocodrilo prehistórico. Literalmente, el depredador murió con su comida aún en la boca.

Este tipo de evidencia directa de comportamiento es extremadamente rara en el registro fósil. Aunque los dientes afilados de los megaraptores ya sugerían una dieta carnívora, encontrar restos de una presa exactamente en el lugar donde estarían en vida es un golpe de suerte inusual. El hueso, un húmero de un cocodrilo primitivo, se encontraba encajado entre los dentarios del Joaquinraptor. Todo indica que estaba en plena comida cuando murió, quizá de forma repentina.

Los investigadores han considerado diversas posibilidades: ¿fue un atragantamiento?, ¿murió cazando?, ¿fue una lucha entre depredadores? Aunque no pueden descartarse otras explicaciones, el hecho de que el hueso esté marcado por los dientes y no se hayan hallado otros restos de cocodrilo en el entorno sugiere una escena congelada de una interacción depredador-presa. Un instante de hace 67 millones de años inmortalizado en piedra.

Ilustración artística de Joaquinraptor casali, un megaraptor recientemente identificado en territorio argentino
Ilustración artística de Joaquinraptor casali, un megaraptor recientemente identificado en territorio argentino. Fuente: Andrew McAfee/Carnegie Museum of Natural History

Un depredador ágil

Una de las lecciones más fascinantes del Joaquinraptor es cómo este animal representa una alternativa evolutiva radical al Tyrannosaurus rex. Donde el tiranosaurio era robusto, con un cráneo macizo y dientes capaces de romper huesos, el megaraptor era esbelto, rápido, con un cráneo más aerodinámico y brazos dominantes. Dos caminos distintos hacia el mismo objetivo: dominar la cima de la cadena alimenticia.

La estructura ósea del Joaquinraptor muestra adaptaciones para la velocidad y la agilidad. Sus brazos, tan poderosos como largos, servían no solo para sujetar a sus presas, sino probablemente también para desgarrarlas con precisión. Las enormes garras —algunas de hasta 35 centímetros— recuerdan a herramientas de jardinería gigantes: más tijeras de podar que puños demoledores.

Esta forma de caza habría permitido a los megaraptores ocupar un nicho ecológico diferente, incluso cuando convivían con otros grandes depredadores como cocodrilos gigantes y titanosaurios juveniles, que probablemente formaban parte de su dieta habitual.

Por otro lado, el paisaje que Joaquinraptor habitó era radicalmente distinto al de la Patagonia actual. Hace 67 millones de años, la región era una llanura cálida y húmeda, salpicada por ríos, lagunas y bosques frondosos. En este entorno costero, el megaraptor cazaba a sus presas, incluyendo pequeños dinosaurios herbívoros, aves primitivas, y reptiles semiacuáticos como el desafortunado cocodrilo que terminó como su última cena.

El equipo de investigación utilizó técnicas de histología para analizar el crecimiento óseo del ejemplar. Los resultados indican que el animal tenía al menos 19 años cuando murió. Era sexualmente maduro, pero es posible que aún tuviera algo de crecimiento por delante. Esto sugiere que los megaraptores podían tener una vida relativamente larga, algo no muy común entre los grandes terópodos.

Garra del pulgar de Joaquinraptor. Los investigadores comparan estas poderosas estructuras con tijeras de podar por su tamaño y forma
Garra del pulgar de Joaquinraptor. Los investigadores comparan estas poderosas estructuras con tijeras de podar por su tamaño y forma. Foto: Matt Lamanna/Christian Pérez

El enigma de los megaraptores

Pese al nombre, los megaraptores no están directamente relacionados con los velociraptores que el cine ha hecho populares. De hecho, su posición en el árbol evolutivo sigue siendo debatida. Algunos paleontólogos los vinculan con los tiranosaurios, mientras que otros los consideran una rama separada de carnívoros coelurosaurios.

Sea cual sea su linaje, lo que sí es seguro es que eran los reyes de su ecosistema. El hallazgo de Joaquinraptor casali, además de ampliar el catálogo de dinosaurios carnívoros sudamericanos, nos muestra que estos depredadores prosperaron hasta el mismísimo final del Cretácico. Un recordatorio de que cuando la historia se detuvo de golpe hace 66 millones de años, no lo hizo solo para T. rex.

Hoy, sus huesos emergen desde las entrañas de la Patagonia como una cápsula del tiempo. No solo traen el testimonio de un depredador implacable, sino también el eco de una escena brutal: una caza interrumpida por la muerte, y preservada durante milenios en la roca.

Referencias

  • Ibiricu, L.M., Lamanna, M.C., Alvarez, B.N. et al. Latest Cretaceous megaraptorid theropod dinosaur sheds light on megaraptoran evolution and palaeobiology. Nat Commun 16, 8298 (2025). DOI:10.1038/s41467-025-63793-5

Cortesía de Muy Interesante



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