Millones de personas no saben que padecen esta enfermedad, que les lleva a experimentar momentos de euforia desatada para, después, sumirlas en una profunda depresión. Pese a que causa estragos en los afectados, aún es difícil de diagnosticar.
Este mal desestabiliza por completo a los pacientes. A sus síntomas, entre los que se cuentan desde el insomnio y falta de energía hasta la pérdida de memoria, se suma el estigma social que todavía conlleva padecer una enfermedad mental. En los casos más graves, los afectados por este trastorno acaban desarrollando pensamientos suicidas.
La montaña rusa emocional: vivir con trastorno bipolar
“La mitad del tiempo me odiaba a mí misma, y la otra mitad pensaba que era la persona más increíble del mundo. Antes de que me diagnosticaran de trastorno bipolar, pensé que mis cambios rápidos y extremos de humor eran simplemente mi forma de ser, parte de mi personalidad”. Así comenzaba su testimonio ante la BBC la británica Katie Conibear, autora del blog “stumblingmind”. com donde narra su experiencia con una enfermedad que afecta a los mecanismos cerebrales que regulan los estados de ánimo.
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Entendiendo el trastorno bipolar
Las personas que sufren un trastorno bipolar, también conocido como enfermedad maníaco-depresiva, pierden el control sobre sus emociones y llegan a alternar entre dos extremos: episodios de euforia –llamados manía o hipomanía, según el grado– y de depresión. Durante la fase maníaca se sienten plenas de vitalidad y exaltación. Por el contrario, experimentan una profunda tristeza, apatía y falta de energía en los momentos depresivos. Ambos estados suelen sucederse como si fueran las dos caras de una misma moneda.
Es un trastorno muy sorprendente y espectacular, ya que resulta difícil comprender cómo en una misma persona pueden alternarse condiciones tan diferentes y aparentemente incompatibles. En ocasiones, puede darse una mezcla de ambas situaciones –los llamados episodios mixtos–, lo que se traduce en un predominio del humor irritable o disforia. En ese momento, la persona bipolar es propensa a protagonizar enfrentamientos con otros individuos a la menor contrariedad.
Enfermedad crónica y recurrente
La enfermedad se manifiesta de forma crónica y recurrente, aunque se alterna con épocas de normalidad –lo que los expertos conocen como eutimia–. Los cambios de ánimo pueden durar horas, días, semanas o meses, y no son comparables a los que todos tenemos en un momento dado de nuestra vida, que hacen que estemos alegres o tristes en función de las circunstancias que nos rodean.
“Las emociones de las personas con trastorno bipolar se desmandan, toman un curso independiente de las circunstancias externas y repercuten negativamente en su salud y en sus relaciones”, explica el doctor José Manuel Montes, jefe de sección de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid.
El evento maníaco se caracteriza esencialmente por la exaltación, la desinhibición y el desbordamiento. Se trata de un estado eufórico desmedido, pero muy inestable. La elevada autoestima y la sensación de invulnerabilidad pueden llevar al individuo a llevar a cabo conductas arriesgadas. Además, su mente está acelerada, pero no es por ello más productiva, pues no consigue filtrar los estímulos que atraen su atención.
Maníacos e hiponamíacos
Los maníacos muestran inquietud e hiperactividad. No pueden estar quietos. Gesticulan, ríen, cantan, bailan, empiezan numerosas tareas que generalmente dejan sin acabar e intentan involucrar a los demás en sus múltiples empresas dentro de un gran desorden, sin finalidad aparente. Para ellos, la necesidad de dormir desaparece y, en medio de su euforia, llegan a considerar el sueño como una pérdida de tiempo.
En los casos más graves, pueden aparecer síntomas psicóticos y presentar delirios de tipo megalomaníaco. Algunos creen incluso que tienen poderes especiales o una misión que cumplir. Otros sospechan que hay personas que buscan su ruina e interpretan que el entorno les es hostil debido a sus elevadas capacidades. Así, en ocasiones, los pacientes tienen que ser ingresados para protegerlos de las situaciones de riesgo en las que se acaban poniendo.
En los episodios hipomaníacos, los síntomas se presentan con menor intensidad y pueden pasar desapercibidos, sobre todo para el sujeto que los sufre, ya que suele vivirlos como si simplemente estuviera pasando por un periodo de mayor actividad y energía.
La fase depresiva
Durante la fase depresiva, los pacientes experimentan una profunda tristeza acompañada de baja autoestima, apatía, desesperanza y desánimo. Se sienten culpables de su situación y una carga para los demás. En general, tienden a aislarse y son incapaces de experimentar placer o diversión, incluso en actividades que en otros momentos les resultaban agradables.
Su capacidad para pensar, concentrarse o tomar decisiones se ve disminuida y no pueden ocuparse de las tareas que incluyan una mínima exigencia intelectual. A menudo, el deseo de acabar con una situación emocional tan terrible lleva a las personas deprimidas a desear la muerte. De hecho, el número de suicidios entre estos pacientes es diez veces superior que en el resto de la población.
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Una enfermedad invisible que afecta a millones
El trastorno bipolar puede aparecer en cualquier etapa de la vida, aunque la mayoría de los casos se manifiestan entre los veinte y los treinta años. Afecta a un 2 % de la población mundial, independientemente del sexo, raza, clase social o nivel económico.
“Eso significa que estamos hablando de casi un millón de personas solo en España. De ellas, apenas 300.000 han sido correctamente diagnosticadas”, señala el doctor Montes. Es decir, siete de cada diez individuos con trastorno bipolar no saben que lo padecen.
Problemas para el diagnóstico
No están clara las causas, pero parece existir una predisposición genética hacia la enfermedad, que suele desencadenarse como consecuencia de una situación vital estresante, como la muerte de un familiar o la pérdida del empleo. No obstante, también puede precipitarse por otros factores, como el consumo de alcohol y estupefacientes; la ingesta de algunos fármacos, caso de los corticoides; y diversas alteraciones hormonales.
El tiempo desde el inicio de los síntomas hasta el diagnóstico
A pesar de tratarse de la sexta causa de discapacidad en el mundo, suele pasar bastante tiempo desde que se manifiesta hasta que es diagnosticada. “Por término medio, el trastorno bipolar tarda más de cinco años en ser correctamente identificado tras el inicio de los síntomas. En ocasiones, estos pasan desapercibidos porque no se han divulgado adecuadamente a nivel social y porque ni las personas que los sufren ni sus allegados son conscientes de que las señales de alerta. A veces, los enfermos ocultan los síntomas o no solicitan ayuda médica por miedo a ser diagnosticados de un trastorno mental, debido a la estigmatización social que existe sobre este asunto”, asegura el doctor Montes.
No existe una prueba analítica o de imagen que detecte el trastorno bipolar y la única forma de hacerlo es mediante la entrevista clínica con el paciente y la recogida de la mayor cantidad de información posible de su entorno social. Lo que indica claramente su existencia es la alternancia de episodios depresivos y maníacos o hipomaníacos. Pero si la enfermedad debuta con una depresión que se mantiene en el tiempo, es fácil confundirla.
Errores en los diagnósticos
“Muchas veces, el paciente es incorrectamente diagnosticado, hasta que aparecen los síntomas típicos de la polaridad maníaca. En otras ocasiones, esta dolencia se inicia con episodios psicóticos, lo que puede llevar a los profesionales a pensar que se trata de otras enfermedades psiquiátricas, como la esquizofrenia. Además, algunos de los afectados padecen otros problemas de salud o abusan de determinadas sustancias, lo que dificulta identificarla”, explica el jefe de la sección de Psiquiatría del Ramón y Cajal.
Un diagnóstico precoz es clave para iniciar el tratamiento lo antes posible. “Se trata de evitar la evolución de la enfermedad con nuevos episodios que provoquen dificultades sociales, laborales o familiares, así como el deterioro cognitivo y físico del paciente y, con ello, la pérdida de calidad de vida”, advierte el doctor Montes.
![El laberinto del trastorno bipolar: entre el estigma, la euforia y la depresión](https://jlanoticias.com/wp-content/uploads/Trastorno-bipolar.jpg)
Síntomas del trastorno bipolar
Este mal suscita importantes alteraciones emocionales, con episodios de euforia seguidos de otros en los que los afectados se sumen en un gran desámimo. Estos son algunos indicios que permiten detectarlo.
Episodio maníaco
Al inicio, que suele ser brusco o relativamente rápido, le preceden unos síntomas de alarma. El enfermo siente que no necesita dormir tanto y una especie de subidón de energía, muestra un excesivo buen humor, cambia su alimentación y puede comportarse de forma extraña o irreflexiva.
- Estado de ánimo: El maníaco se encuentra dichoso, optimista, infatigable, capaz de cualquier cosa. Sin embargo, no se trata de una sensación de alegría normal, sino de una euforia patológica. Así, se puede mostrar colérico cuando se le lleva la contraria, pero también demasiado sociable. Tiende a comprar todo lo que le guste sin reparar en gastos y se involucra en múltiples proyectos y ocupaciones. Este estado de bienestar subjetivo contribuye a que el paciente no sea consciente de su enfermedad y, en consecuencia, rechace el tratamiento.
- Alteraciones de la memoria: El cerebro del paciente actúa como un filtro selectivo que solo deja aflorar los recuerdos alegres y positivos. Sin embargo, se ha observado que los afectados tienen dificultades para concentrarse.
- Aumento de las percepciones sensoriales: El oído se afina, la vista se agudiza y se saborean los alimentos con más intensidad. Los sentimientos que acompañan a estas percepciones pueden ser exagerados. Las impresiones estéticas dejan una huella mucho más profunda de lo habitual en el afectado, que siente que el tiempo pasa más despacio. Un pequeño número de pacientes presenta alucinaciones auditivas y asegura escuchar ruidos o voces inexistentes.
- Alteraciones del pensamiento: La mente del paciente se inunda con un torrente de ideas que cuesta mucho trabajo encadenar de forma coherente. Así, puede que salte de un tema a otro sin conexión aparente y sufra de ideas delirantes, muchas veces relacionadas con su exagerada autoestima y gran expansividad.
- Alteraciones de la conducta: El maníaco se muestra inquieto e hiperactivo. Su comportamiento, desordenado y sin finalidad aparente, puede parecer extravagante o desvergonzada. Es frecuente que consuma alcohol u otras drogas.
Episodios depresivos
Cuando tiene lugar, los enfermos se sumen en un estado de profunda tristeza. Tanto es así, que sus síntomas pueden confundirse con los de una depresión mayor. En ocasiones, ello conlleva la aparición de fatiga o pérdida de energía física e incluso el desarrollo de pensamientos suicidas.
- Estado de ánimo: Se caracteriza principalmente por un gran abatimiento acompañado de desesperanza y sensación de que todo carece de sentido. Es común la impresión de encontrarse en el fondo de un pozo, más allá de toda posibilidad de consuelo o ayuda. El sujeto, además, se siente culpable de su situación actual y de los acontecimientos dolorosos del pasado. Por ello, tiende a aislarse de los demás, lo que produce un importante deterioro de sus relaciones sociales.
- Disminución de la percepción: Las sensaciones parecen perder intensidad y viveza y los afectados se quejan de que “el mundo se ve todo gris, como si fuera una película en blanco y negro”, o de que “los alimentos no saben a nada”.
- Alteraciones del pensamiento: Los pacientes pierden capacidad de concentración; su pensamiento se enlentece, por así decirlo, y tienden a ver todo de forma negativa. Carecen de autoestima y pueden llegar a desarrollar ideas delirantes. Por ejemplo, se angustian porque creen que su situación económica es desesperada, se sienten responsables de los asuntos más disparatados y se muestran hipocondríacos. Las ansias de acabar con esta situación emocional puede llevarles a desear la muerte.
- Alteraciones de la memoria: Durante el episodio depresivo, la capacidad de evocar recuerdos del afectado puede verse seriamente reducida, hasta el punto de impedirle seguir con su vida. Es más, llega a rememorar de forma selectiva los acontecimientos más desagradables.
- Alteraciones del sueño: Uno de los problemas más frecuentes para estas personas es el insomnio, que contribuye a aumentar su sensación de falta de energía y cansancio.
- Alteraciones de la conducta: Los enfermos en fase depresiva tardan más de lo normal en reaccionar a cualquier estímulo, hablan en un tono de voz más bajo y pueden llegar a no moverse en absoluto, inmersos en la apatía e indiferencia.
- Síntomas físicos: A menudo, se suelen experimentar molestias en distintas partes del cuerpo, pérdida de apetito, disminución de la tensión y la frecuencia cardiaca, respiración lenta y sensación de falta de aire. Son comunes el cansancio y la falta de energía, incluso sin hacer ejercicio físico.
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Medicamentos y herramientas para vivir con trastorno bipolar
Por ahora no existe cura, pero con un diagnóstico preciso, un tratamiento eficaz y el apoyo adecuado, muchos afectados pueden mantener bajo control las oscilaciones de humor y llevar una vida normal. “El tratamiento se basa fundamentalmente en la toma de medicación para la estabilización del estado de ánimo, sobre todo con sales de litio, pero también se utilizan cada vez más algunos antiepilépticos, como el ácido valproico, la carbamacepina y la lamotrigina; antipsicóticos, caso de la quetiapina; y antidepresivos, aunque estos deben ser administrados con precaución, porque podrían inducir un viraje hacia la polaridad maníaca o provocar una ciclación rápida”, asegura el doctor Montes.
Este mismo psiquiatra puntualiza que “de forma paralela, es muy importante que el paciente siga un programa de psicoeducación. En esencia, este consiste en proporcionarle conocimientos sobre el propio trastorno, de modo que se percate de la necesidad de seguir el tratamiento adecuadamente y aprenda a detectar y prevenir nuevos episodios”. Para los afectados, también es fundamental mantener un patrón estable de sueño y evitar el consumo de alcohol y drogas.
El compromiso con el tratamiento
Al igual que sucede con otras enfermedades crónicas, como la diabetes y la hipertensión, para poder lidiar con el trastorno bipolar es preciso que el enfermo se comprometa a seguir el tratamiento. Justo por esta razón, es necesario que conozca la dolencia que padece. Sin embargo, casi todas aquellas personas que han sido diagnosticadas han considerado dejar la medicación en algún momento.
En torno a la mitad decide hacerlo por su propia cuenta, sin antes haberlo consultado con un profesional. “El hecho de dejar de seguir el tratamiento es un fenómeno difícil de abordar, ya que tiene que ver con muchos factores, entre ellos el rechazo y la negación a la hora de asumir que se padece una enfermedad mental grave, el estigma asociado a la propia enfermedad y, también, los efectos secundarios de algunos fármacos, aunque cada vez son menores”, señala Montes.
A pesar de que existen tratamientos, el paciente padece un doble sufrimiento: por un lado, el estigma social; y por otro, el causado por la propia dolencia. “El desconocimiento sobre la enfermedad mental genera en la sociedad un rechazo injustificado, que se manifiesta en todo tipo de prejuicios, miedo o discriminación en el ambiente laboral, lo que genera un mayor estrés que se añade al propio cuadro bipolar”, asegura Isabel Mesa, presidenta de la Asociación Bipolar Madrid.
Discriminación e impacto social
El impacto social de la enfermedad es mayúsculo. Hasta un 45 % de los pacientes se ha sentido discriminado en alguna ocasión. Se estima que en más de un 75 % de los casos, aquellos ven reducidas sus expectativas de éxito en la vida y casi la mitad pierde su trabajo. Todo ello conlleva un gran sufrimiento que afecta al enfermo y a su entorno más cercano.
Las asociaciones de afectados pueden resultar de gran ayuda para conocer cómo otras personas afrontan la enfermedad y recabar más información sobre la misma. Además, estas organizaciones realizan una gran labor de sensibilización social.
La Fundación Mundo Bipolar ha lanzado la campaña #BipolarNoEsBroma, cuyo objetivo es alertar a la sociedad, mostrar que esta patología es una enfermedad que hay que tomar muy en serio y acabar con los tópicos que tanto rechazo generan. “Se necesitan muchísimas campañas de concienciación de las enfermedades mentales para que no se banalice cuando se hable de ellas”, demanda Mesa. Y concluye: “No acabamos de entender que se trata de una dolencia más. Todavía falta mucho para erradicar el estigma”.
Cortesía de Muy Interesante
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