El MAS ante su fin de ciclo 

Bolivia, multifacética y plurinacional, no volverá a ser como la conocimos durante los últimos veinte años de gobiernos del MAS. Un movimiento omnipresente en la vida nacional, que amplió derechos y tuvo una conducción indiscutible – la de Evo Morales – pero que entregará el poder el 8 de noviembre a un presidente de centro derecha, Rodrigo Paz Pereira u otro de extrema derecha, Jorge Tuto Quiroga. El fin de su hegemonía es indudable y el tiempo que demande su recuperación electoral, impredecible. Sí queda claro que sus errores políticos, su liderazgo en crisis producto de internas encarnizadas y la economía en pronunciado declive con que termina la presidencia de Luis Arce, esmerilaron su imagen ante la sociedad.

Asamblea Legislativa

La demostración más tangible de esa caída se verifica en la Asamblea Legislativa Plurinacional donde la histórica fuerza de izquierda quedó con escasa representatividad. Supo tener un amplio dominio en el Parlamento que en buena medida perdió por el llamado a anular el voto en los comicios de agosto impulsado por el tres veces expresidente.

Evo, marginado de la estructura formal del MAS que condujo sin demasiadas fisuras durante sus tres mandatos de gobierno consecutivos interrumpidos por un golpe de Estado (2006-2019), ahora está ocupado en darle competitividad al partido que creó y es un acrónimo de su nombre de pila: Estamos Volviendo Obedeciendo al Pueblo (EVO Pueblo). El histórico líder cocalero, replegado a El Chapare, sigue creyendo que fue un éxito su estrategia de haber convocado al voto nulo, donde el porcentaje bordeó el 20 por ciento, sin contar los sufragios en blanco (2,50 %).

Pero esa decisión electoral en la primera vuelta pulverizó la cantidad de bancas del Movimiento al Socialismo. En el Senado ya no tendrá representantes y en la Cámara de Diputados que quedó más fragmentada, su poder se licuó. Conservará cinco legisladores el sector de Andrónico Rodríguez y el MAS que todavía responde a Arce apenas dos. La fuerza de Morales siempre estuvo en el territorio, en las calles y rutas bolivianas desde donde ahora quiere reconstruir su capacidad de influir en la política nacional.

Analistas locales señalan que le resultará muy difícil a la izquierda volver al poder sin Evo. Porque una alianza posible entre fuerzas de derecha y el nuevo tablero regional donde Estados Unidos ahora juego mucho más fuerte en América del Sur, exponen los errores cometidos por un MAS desunido durante los últimos años.

Internas

Las diferencias políticas internas y los egos de Evo y Arce que afloraban en las disputas por el control del Movimiento, sumieron en una crisis a Bolivia que, como señaló el senador Andrónico Rodríguez en estos días, significará que “gane la derecha y pierda el campo popular”. Por ejemplo, con la desaparición de ciertos programas sociales.

La licuación del caudal electoral del MAS no es de ahora. Ni siquiera de cuando se profundizaron las diferencias entre los sectores evista y arcista. Para el intelectual chileno-boliviano Javier Larraín, quien vive en La Paz, “el proceso de descomposición del MAS venía desde antes. Desde el 2013, 2014 y si recordamos que en 2019 sacó la votación más baja con Evo del 47 por ciento y había perdido un referéndum cuyo resultado desconoció, entonces lo que hemos venido viendo es esa caída”.

Tras el golpe de Estado de 2019 que provocó la salida del país de Morales hacia el exilio, hubo un acuerdo para que Arce se presentara como candidato a las elecciones. A su victoria por el 55 por ciento de los votos en 2020, que derrotó el proyecto de continuismo de la dictadura cívico-militar, siguió un retroceso continuo del MAS producto de sus divisiones y del mal manejo de los asuntos públicos durante la presidencia que Arce está por concluir.

Crisis

El balance de su gestión ofrece índices negativos en casi todos los aspectos esenciales de la economía. Tratándose de un economista, del ex ministro del área que acompañó a Evo durante el período conocido como “el milagro boliviano” que llevó al país a un 5 % de crecimiento de su PBI, resulta complejo explicar semejante caída.

Hay razones clave. La crisis del suministro de combustibles con largas colas en las estaciones de servicio que llevan meses de desabastecimiento (Bolivia no tiene divisas suficientes para importar naftas). El aumento de los alimentos de la canasta básica familiar. La recesión que anticipó el Banco Mundial para los próximos tres años, con una caída del Producto Interno Bruto (PIB) estimada en -0,5% en 2025, -1,1% en 2026 y -1,5% en 2027. Las denuncias de corrupción contra funcionarios del gobierno como el gerente de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) que se encuentra prófugo de la Justicia. Todo ese combo terminó de implosionar al gobierno de Arce que solo se preocupó por llegar al final de su mandato y entregarle el gobierno a su sucesor conservando las formas.

Lo que viene para Bolivia son más recetas neoliberales, el regreso de Estados Unidos y la DEA – su nave insignia – expulsada del país por Evo en 2008 y la reactivación de políticas que hubieran sido impensadas durante el llamado “milagro”.

Quedarán en el imaginario colectivo de esta nación plurinacional que la pobreza extrema disminuyó del 36,7 % al 16,8 % entre 2005 y 2015, y que además hubo una mejora de la distribución del ingreso, ratificada por el descenso del índice Gini de 0,60 en 2005 a 0,47 en 2016, según datos del Instituto Nacional de Estadística de Bolivia. El país que Morales y Arce industrializaron cuando trabajaban codo a codo en el gobierno, ya no será el mismo. 

Cortesía de Página 12



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