Por el impacto que tuvo en el fin de la República romana, la conspiración de Catilina ha sido objeto de análisis extensivo por parte de los historiadores tanto romanos como contemporáneos. Ya en el año en el 42 a.e.c., Cayo Salustio Crispo ofrecía en De Catilinae coniuratione una visión profunda sobre las causas sociales y políticas detrás del levantamiento liderado por Catilina.
Según el autor romano, Catilina se erigió en representante del descontento de los sectores marginalizados frente a la creciente corrupción de la élite romana. Pero no todos sus contemporáneos fueron de la misma opinión. Cicerón, cónsul y acérrimo oponente de Catilina, lo criticó duramente. ¿Qué sabemos, entonces, sobre este episodio de la historia?
Catilina, el conjurador
Miembro de una familia aristocrática en decadencia, Lucio Sergio Catilina (108 a.e.c.–62 a.e.c.) fue un senador romano de gran ambición. Tras haber fracasado en varias elecciones consulares, intentó revertir su situación mediante un acto de tintes revolucionarios aprovechando el descontento derivado del contexto económico y la opresión social. La conspiración fue descubierta y rápidamente suprimida por Marco Tulio Cicerón, quien lo denunció ante el Senado como traidor. Finalmente, Catilina murió en la batalla de Pistoria, un evento que, aunque fallido, dejó expuestas las fracturas internas que dividían Roma.
Catilina fue el rostro visible de una alianza que acomunaba a los sectores sociales empobrecidos y a los marginados de la élite, incluida la clase ecuestre y los veteranos militares que, afectados por la crisis de deuda que asolaba Roma, vieron en él una esperanza para reformar el sistema. Luciano Canfora, en su obra Catilina: Una rivoluzione mancata, describe esta conspiración como un intento de revolución social que, debido a la complejidad de la situación económica y la resistencia de la clase dominante, falló en su propósito.
¿Cuáles fueron las causas de la conspiración?
El trasfondo de la conspiración se vincula estrechamente con la crisis económica y social de la fase final de la República. Tras años de guerras civiles, Roma sufría un profundo endeudamiento. Los sectores más golpeados demandaban la redistribución de tierras y la cancelación de las deudas. El historiador italiano Luciano Canfora sugiere que, aunque a menudo la historiografía tradicional lo ha considerado un acto puramente violento o delictivo, el programa de Catilina tenía elementos legítimos, ya que proponía la reforma social.
A este malestar económico se sumaba la crisis política. Años antes, los Gracos habían intentado implementar reformas agrarias para corregir la desigualdad, pero sus intentos habían desembocado en el asesinato de ambos a manos de sus opositores. Las instituciones republicanas mostraban signos de decadencia, y muchos romanos, especialmente aquellos empobrecidos o sin representación política adecuada, vieron en figuras como Catilina una salida a la intransigencia de la clase senatorial.
Así se desarrolló la conspiración
En el año 63 a.e.c., y tras haber fracasado en las elecciones de años anteriores, Catilina aspiraba nuevamente al consulado. Durante este tiempo, tejió una red de alianzas sirviéndose de los deudores y los veteranos. La conspiración, sin embargo, fue denunciada por uno de los participantes ante Cicerón, quien actuó rápidamente. En las cuatro célebres Catilinarias, Cicerón expuso los planes de Catilina y lo obligó a huir de Roma. La primera de las Catilinarias se recuerda de manera especial por su famoso inicio: “Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?” (“¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?”).
Tras ser desenmascarado, Catilina se unió a su ejército que, comandado por Manlio, se encontraba en el norte de Italia. Mientras tanto, la conspiración en Roma, dirigida por Léntulo, fracasaba por la intervención de Cicerón y por las pruebas proporcionadas por los embajadores galos de los alóbroges, a quienes los conspiradores habían solicitado apoyo para su causa.
El final del intento catilinario
El desenlace de la conspiración fue trágico para los involucrados. En Roma, los principales conspiradores, como Léntulo, fueron ejecutados sumariamente tras recibir la condena del Senado, con el respaldo de Cicerón y en contra de algunas voces, como la de Julio César, que abogaban por una condena menos severa. Catilina, por su parte, murió luchando junto a sus seguidores en la Batalla de Pistoria en el 62 a.e.c., en un intento desesperado de vencer a las fuerzas que se habían mantenido leales a la República.
La descripción que hace Salustio de Catilina en su Bellum Catilinae resulta ambigua. El autor romano lo retrata como un hombre perverso, pero valiente, ambicioso y carismático, cuyas acciones estaban motivadas por la degeneración moral de Roma.
En cambio, Cicerón, en sus Catilinarias, presenta una versión más moralista y maniquea, donde él mismo se presenta como el salvador de la República antes las fechorías de Catilina. Sin embargo, la versión de Cicerón está profundamente sesgada por su necesidad de autojustificarse ante aquellos que lo acusaron, después del fin de la conjura, de haberse excedido al ordenar la ejecución de ciudadanos romanos. Su decisión de ejecutar a ciudadanos romanos sin un juicio previo le granjeó también duras críticas que acabarían por costarle el exilio unos años más tarde.
El legado de Catilina
Según Luciano Canfora, más que una simple conjura criminal, la conspiración de Catilina reflejó el conflicto profundo entre una oligarquía dominante y los sectores empobrecidos que buscaban cambios radicales. Reveló la creciente brecha que existía entre las élites y las clases menos favorecidas. Aunque el intento de Catilina se aplacó con éxito, las tensiones que lo originaron continuarían fermentando hasta el colapso final de la República y el surgimiento del Imperio.
El “efecto Catilina”, además, ha trascendido los límites de la República romana y se han visto paralelismos entre esta conjura y fenómenos de cesarismo en épocas posteriores, como el surgimiento de la figura de Napoleón Bonaparte. En el contexto político y militar europeo, Napoleón también aprovechó una crisis social para concentrar poder. La conspiración, por tanto, se ha convertido en un episodio histórico de gran interés no solo por su significado específico en la política romana, sino también como un reflejo de cómo han operado las tensiones sociales a lo largo de la historia.
Referencias
- Canfora, Luciano. 2023. Catilina. Una rivoluzione mancata. Roma: Laterza.
Cortesía de Muy Interesante
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