A menudo, la historia del arte prehistórico se cuenta a través de las figuras humanas y animales. Durante milenios, sin embargo, un elemento fundamental del mundo cotidiano estuvo ausente del registro pictórico: las plantas. Fue solo hacia el 6200 a. C., dentro de la cultura Halaf del norte de Mesopotamia, cuando los motivos vegetales irrumpieron de forma sistemática en la decoración cerámica, marcando un hito iconográfico y cognitivo. Según un reciente estudio publicado en Journal of World Prehistory, su aparición coincidió con un notable desarrollo de las habilidades geométricas, una estética basada en la simetría y el desarrollo del pensamiento matemático.
El surgimiento de un nuevo lenguaje visual
Las primeras expresiones artísticas del Paleolítico europeo y del Próximo Oriente estuvieron dominadas por figuras humanas y animales. Ni siquiera durante el Neolítico, cuando la agricultura se convirtió en el eje de la economía, se pueden identificar representaciones claras de plantas en el registro pictórico. Según la investigación, el repertorio simbólico mesopotámico solo incorporó motivos vegetales de forma reconocible a partir de la producción de la cerámica halafiense, una tradición conocida por su gran calidad técnica y su meticulosa decoración pintada.
La cultura Halaf, activa entre 6200 y 5500 a. C., se extendió por el norte de Mesopotamia y el Levante septentrional. Su cerámica fina, decorada en negro sobre fondo claro, constituye uno de los puntos culminantes del arte prehistórico del Próximo Oriente. Según Yosef Garfinkel y Sarah Krulwich, la introducción de motivos vegetales en la decoración cerámica no se debió a cambios económicos ni agrícolas, ya que no aparecen cereales, frutos ni plantas comestibles, sino a razones estéticas y cognitivas. Según esta hipótesis interpretativa, las plantas se convirtieron en un motivo ideal que permitió explorar la simetría, la repetición y la división precisa del espacio.
Un repertorio sorprendentemente amplio
Garfinkel y Krulwich han clasificado los motivos vegetales halafienses en cuatro grandes categorías: flores, arbustos, ramas y árboles. Esta variedad de motivos demuestra una atención consciente por las diferentes formas naturales y sus cualidades visuales.
Flores: el motivo más popular
Las flores son, con diferencia, el motivo vegetal más abundante. Su variedad es notable. Los estudiosos han identificado desde flores sobre tallos, acompañadas de dos hojas ovaladas decoradas con puntos hasta flores cuadripétalas dentro de patrones de tablero de ajedrez, una de las composiciones más características de la cerámica Halaf. En esta disposición, cada flor ocupa un cuadrado negro, mientras que los cuadrados blancos se decoran con puntos.
Destacan las flores grandes y simétricas, verdaderas obras maestras del diseño prehistórico. Se representaron, sobre todo, en las bases de los cuencos, donde adoptan la forma de círculos divididos con precisión en 4, 8, 16 y hasta 32 pétalos. Incluso se ha identificado un extraordinario ejemplo con 64 flores distribuidas en un enrejado geométrico. La elección regular de estsd proporciones revela, según los autores del estudio, un dominio avanzado de la simetría y de la división proporcional del espacio.
Junto a estas, también se encuentran versiones más libres, esquemáticas o abocetadas, en las que la simetría es menos rígida, aunque la forma floral siga siendo reconocible. Las flores, además, aparecen combinadas con animales, como aves o felinos, y con cabezas de toro. Esta evidencia demostraría que el motivo floral se integró rápidamente en diferentes escenas decorativas.
Arbustos: plantas versátiles
Los arbustos constituyen el tercer motivo vegetal más frecuente. En este grupo, se incluyen las plántulas de dos o tres hojas, que evocan brotes frescos; los arbustos con numerosas hojas estrechas, que a veces se representan invertidos para adaptarse a la perspectiva interior de los cuencos; y los arbustos altos y estilizados, con un tallo central del que salen hojas simétricas. Junto a ellos, también se han identificado representaciones aisladas que, aunque difíciles de clasificar, parecen claramente vegetales.
Ramas: el motivo más abstracto
Las ramas son el segundo motivo vegetal más numeroso y adoptan diversas formas en la cerámica de Halaf. Junto a las ramas con hojas redondeadas, algunas muy detalladas y otras casi geométricas, y las ramas de hojas estrechas, similares a palmas, figuran hileras de hojas triangulares en bandas tanto horizontales como verticales y las ramas aisladas sobre fondo oscuro, pintadas una a una. Los motivos radiales en las bases de cuencos, que pueden confundirse con flores, representan, en realidad, ramas con vainas o pequeñas ramificaciones secundarias.
Árboles: pocos, pero monumentales
Garfinkel y Krulwich solo han identificado unas treinta representaciones de árboles. Suelen mostrar un tronco central, a veces con un ápice marcado, ramas laterales ascendentes representadas de manera simétrica y pequeñas ramas o acículas descendentes, que recuerdan a las de las coníferas.
Algunos ejemplos parecen cipreses, mientras que uno se asemeja más a una palma. Destacan dos escenas excepcionales: un animal que muerde las hojas de un árbol y un árbol figurado entre edificios de cuatro o cinco pisos. Según los autores del estudio, este dato sugiere que los halafienses valoraban también el porte monumental de estos ejemplares vegetales.
Una distribución amplia y uniforme
Los motivos vegetales aparecen en prácticamente todos los yacimientos halafienses estudiados, desde Bagum en el este hasta Ugarit en el oeste, y desde Girikihaciyan en el norte hasta Hama en el sur. El carácter panhalafiense de estos motivos vegetales, por tanto, parece confirmar que su uso se convirtió en un rasgo identitario de esta cultura.
Un arte que revela el pensamiento matemático
Según los estudiosos, la introducción de motivos vegetales en la decoración cerámica estuvo vinculada al desarrollo de nuevas capacidades cognitivas. Las flores con 4, 8, 16, 32 y 64 pétalos forman una secuencia geométrica, resultado de dividir sucesivamente un círculo por la mitad.
De acuerdo con la hipótesis de Garfinkel y Krulwich, estas prácticas reflejarían un tipo de pensamiento matemático emergente, relacionado con la necesidad de repartir tierras y cosechas en comunidades aldeanas complejas. También respondería a la experiencia acumulada en arquitectura, cerámica y pirotecnología, así como al uso de sellos geométricos y fichas contables, dos herramientas preliterarias de registro que desembocarían en el posterior desarrollo de la escritura.
Los motivos vegetales halafienses, por tanto, son indicadores de una profunda conciencia de la simetría y la proporción aplicadas a formas naturales que, por primera vez, se convirtieron en un tema artístico recurrente.
El nacimiento de un nuevo modo de mirar la naturaleza
Los motivos vegetales halafienses representan un punto de inflexión en la historia del arte prehistórico. Constituyen un diálogo visual entre la naturaleza, la estética y el conocimiento matemático. La cultura Halaf transformó las flores, los arbustos, las ramas y los árboles en un repertorio iconográfico duradero, capaz de expresar orden, equilibrio y belleza. El arte vegetal más antiguo de la prehistoria, por tanto, habría surgido de esta nueva mirada sobre el mundo natural.
Referencias
- Garfinkel, Y. y S. Krulwich. 2025. “The Earliest Vegetal Motifs in Prehistoric Art: Painted Halafian Pottery of Mesopotamia and Prehistoric Mathematical Thinking”. Journal of World Prehistory, 38:14. DOI: https://doi.org/10.1007/s10963-025-09200-9
Cortesía de Muy Interesante
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