“Por su obra cautivadora y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte.” Con esta declaración oficial, la Academia Sueca ha anunciado hoy, 9 de octubre de 2025, la concesión del Premio Nobel de Literatura 2025 al escritor y guionista húngaro László Krasznahorkai. Un autor enigmático y profundamente exigente que lleva décadas construyendo un universo literario tan áspero como fascinante, donde la belleza se abre paso a través del caos.
Un maestro de la intensidad y lo apocalíptico
László Krasznahorkai (Gyula, Hungría, 1954) ha sido comparado con Kafka, Gogol o Melville, aunque su estilo es difícilmente clasificable. Famoso por sus frases extensas, sin apenas puntos finales —“el punto pertenece a Dios”, ha declarado en alguna ocasión— y por sumergirse en atmósferas densas, angustiosas, donde los personajes buscan sentido en medio del derrumbe, el autor húngaro ha forjado una voz única dentro de la narrativa europea contemporánea.
Su obra debut, Sátántangó (1985), lo catapultó como un nombre a tener en cuenta en la literatura húngara. Ambientada en una granja colectiva en decadencia tras el colapso del comunismo, la novela describe el retorno de Irimiás y Petrina, dos personajes que todos creían muertos. ¿Mesías o estafadores? ¿Esperanza o condena? La ambigüedad moral atraviesa cada página, cada mirada. La novela fue llevada al cine por su habitual colaborador Béla Tarr en una célebre adaptación de siete horas de duración que algunos consideran una de las cumbres del cine de autor europeo.
“Krasznahorkai es un gran escritor épico en la tradición centroeuropea que va de Kafka a Thomas Bernhard, caracterizada por el absurdo y el exceso grotesco”, explicó Anders Olsson, presidente del comité Nobel, al presentar al galardonado.
El cine como espejo: su alianza con Béla Tarr
Aunque su obra literaria es en sí misma vasta, la figura de Krasznahorkai no puede entenderse del todo sin su vínculo con el cine. Desde finales de los años 80, el escritor ha sido el guionista de algunas de las películas más celebradas del director Béla Tarr. Juntos han tejido una poética del hundimiento humano en títulos como Damnation (1988), Werckmeister Harmonies (2000) y The Turin Horse (2011), esta última inspirada en una anécdota sobre Friedrich Nietzsche.

El cine de Tarr y los textos de Krasznahorkai comparten ese mismo lenguaje: seco, grave, lento como una marcha fúnebre. Ambos han logrado convertir la desolación rural y los estragos de la historia reciente en un espacio filosófico, en un escenario donde lo humano se interroga a sí mismo sin encontrar respuestas claras. En The Melancholy of Resistance, otra de sus obras clave, una ballena muerta transportada por un circo sirve como símbolo opaco de una llegada ominosa. El orden se desmorona, la violencia brota, y el poder encuentra terreno fértil para su despliegue. ¿Una alegoría del fascismo? ¿Del totalitarismo? El propio autor rehúye las interpretaciones cerradas.
“Su mirada artística está completamente libre de ilusión, y atraviesa la fragilidad del orden social combinada con una fe inquebrantable en el poder del arte”, señala el comunicado oficial del Nobel.
Un autor entre mundos: Budapest, Berlín, Mongolia
Aunque siempre ha escrito en húngaro, Krasznahorkai es un viajero incansable. Abandonó Hungría comunista en 1987 gracias a una beca en Berlín Occidental, y desde entonces ha recorrido el mundo. Vivió en Nueva York, donde compartió techo con Allen Ginsberg, y se empapó del pensamiento oriental en sus estancias en China y Mongolia. De estas experiencias surgieron libros como Destruction and Sorrow Beneath the Heavens, en el que dialoga con el pasado cultural chino con una mezcla de admiración y desencanto.
Krasznahorkai no es un escritor de respuestas, sino de preguntas. Su literatura, muchas veces calificada como difícil, ha sido admirada por figuras como Susan Sontag, quien lo definió como “el maestro húngaro contemporáneo del apocalipsis”. Su traductor al inglés, George Szirtes, ha comparado sus textos con una “lava narrativa que fluye lentamente”, densa pero hipnótica.
A pesar de que durante mucho tiempo fue considerado un autor de culto, con libros que circulaban como “moneda rara”, en los últimos años ha ganado notoriedad internacional. En 2015 recibió el Man Booker International Prize, y en 2019, el National Book Award por literatura traducida. Solo unos pocos de sus textos han sido vertidos al español, aunque editoriales como Acantilado han comenzado a recuperar su obra, incluyendo Sátántangó y Guerra y guerra.
El Nobel en clave política, estética y personal
Con este galardón, Krasznahorkai se convierte en el segundo escritor húngaro en obtener el Nobel de Literatura, después de Imre Kertész (2002). Se suma así a una prestigiosa lista de autores recientes que incluye a Annie Ernaux, Jon Fosse, Olga Tokarczuk y Han Kang. Curiosamente, todos ellos comparten una inclinación hacia lo introspectivo, lo simbólico y lo experimental.
El jurado ha querido premiar una obra que se atreve a mirar de frente el caos del mundo sin anestesia ni cinismo. En tiempos donde la literatura parece dividirse entre el escapismo y la denuncia explícita, Krasznahorkai se sitúa en un lugar incómodo pero profundamente honesto: el del artista que no quiere salvarnos ni condenarnos, sino simplemente mostrar el paisaje desolado en el que nos movemos. Y desde allí, quizás, hacer posible —como decía Kafka— “un hacha para el mar helado dentro de nosotros”.
El Nobel de Literatura se entregará oficialmente el 10 de diciembre en Estocolmo, en una ceremonia que conmemora el aniversario de la muerte de Alfred Nobel. La distinción incluye una medalla de oro de 18 quilates, un diploma y una dotación económica de 11 millones de coronas suecas (alrededor de un millón de euros). Pero para Krasznahorkai, este reconocimiento puede ser simplemente un nuevo capítulo en una obra que, como su estilo, no parece tener un final claro, ni un punto definitivo.
Cortesía de Muy Interesante
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