El olor de las deportaciones

El presidente de Estados Unidos elabora y transmite sus propios “memes” que le sirven para amenazar, posicionarse como ogro, o como guerrero de segunda mano. Ejemplo de éstas modalidades lo tenemos en la pieza visual publicada el pasado sábado; después de que el día anterior convirtiera, por sus puros y anaranjados huevos, el Departamento de Defensa en Departamento de Guerra. El Comandante Supremo del Ejército de Estados Unidos y Director del Manicomio en el que ha transfigurado la Casa Blanca, pretende, según lo que comunicó a través de las redes sociales, inaugurar el nuevo nombre de la instancia militar, no invadiendo un país narcoterrorista, comunista o “antidemocrático”, como mandan los usos y costumbres del vecino del norte; sino contra sus propios connacionales. Su amenaza es contra la tercera ciudad norteamericana: “Chicago —se lee en su mensaje— está a punto de descubrir por qué el Pentágono ahora se llama Departamento de Guerra”.

Ésta fue una de las razones por las que el mentado “meme”, fue titulado como Chipocalypse Now, palabra compuesta de Chicago y Apocalypse Now, la espléndida película de Francis Ford Coppola sobre la guerra de Vietnam.

Un personaje del mencionado filme es el extravagante teniente coronel Bill Kilgore, quien en lugar del casco que usan los soldados en la guerra, usa un negro sombrero de vaquero. Seguramente Trump se siente identificado con el protagonista, porque su vestuario en el “meme”, sombrero y gafas incluidos, es idéntico al del personaje, interpretado magistralmente por Robert Duval, un tipo loquísimo que en plena guerra, al momento del ataque enemigo ordena a sus soldados ponerse a surfear ya que los del Vietcong no lo saben hacer. De Bill Kilgore es la frase: “I love the smell of napalm in the morning”. “Amo el olor a napalm por la mañana”, que Donald parafraseó al escribir en su mensaje: “Amo el olor de las deportaciones por la mañana”.

Sólo que en la peli la frase de Kilgore tiene el fondo musical de La Marcha de la Valkirias de Wagner, mezclada con el ruido de los motores de helicópteros y la imagen de los soldados contrarios que huyen. En el contexto de la frase trumpiana los migrantes no huyen, los deportan en autobuses repletos de familias. Tampoco suenan los motores de los helicópteros ni la música de Wagner. Se escuchan las protestas de estadounidenses solidarios con pancartas, tambores y la consigna:”¡Ningún ser humano es ilegal!” Voces que recuerdan que la dignidad humana no se deporta. Gargantas roncas que le recuerdan al presidente del país más poderoso del planeta que los derechos humanos no son un guión que él pueda escribir a su antojo.

De los cinco sentidos, el del olfato es el más ligado a la memoria. Me gusta el olor del bosque porque me hace evocar las excursiones de mi niñez. Una fragancia puede fascinarnos porque nos trae el recuerdo de un ser amado. Hay olores que no se olvidan. ¿Qué recuerdo tendrá Trump cuando dice: “Amo el olor de las deportaciones por la mañana”? Será algo semejante al aroma del café que, a los simples mortales, nos antoja un buen desayuno. Imagino a Donald en su residencia de Mar-a-Lago pedir a la servidumbre: “Sírvanme unos huevos benedictinos, una mimosa y un par de redadas del ICE para comenzar el día”.

Quiero terminar aportándole a la mercadotecnia gringa una gran idea para comercializar un producto. Se trata de fabricar un spray con olor a deportaciones para que los supremacistas rocíen en sus casas todas las mañanas. Se preguntarán: ¿A qué huelen las deportaciones? A miedo, sudor y lágrimas.

Punto final

Sabemos todos que Donald Trump constantemente cambia de opinión. Si la mayoría no está de acuerdo con que se llame Departamento de Guerra, él puede decir que fue un error de traducción: él propuso Departamento de Turismo, al fin y al cabo una invasión es como una visita guiada al país invadido.

Cortesía de El Economista



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