El oro brilla mientras la economía titubea: ¿refugio o síntoma?

En tiempos de incertidumbre, el oro no solo reluce: se convierte en un termómetro silencioso de los temores del mercado. El metal precioso inicia esta semana operando por arriba de 3,600 dólares por onza y muy cerca de establecer un nuevo máximo histórico, impulsado por la expectativa de un recorte en la tasa de interés de referencia por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).

Este comportamiento del oro revela más que una simple tendencia de mercado: evidencia que la economía global atraviesa una fase de alta volatilidad, y que los inversionistas, ante la incertidumbre, están en busca de activos que les ofrezcan estabilidad.

Los participantes del mercado financiero siguen aumentando sus posiciones en futuros del oro, tras los más recientes datos de empleo en Estados Unidos, que mostraron la creación de tan solo 22,000 plazas en agosto, mientras la tasa de desempleo se ubicó en 4.3%, su nivel más alto en casi cuatro años, evidenciando un mercado laboral debilitado.

Esto ha encendido las alarmas sobre la solidez de la economía y ha elevado la posibilidad de un recorte de tasas de hasta 50 puntos base en la próxima reunión de política monetaria, el 17 de septiembre, lo cual representaría un giro drástico respecto al comunicado previo de “mantener una postura cautelosa en un contexto de incertidumbre elevada”.

Considerando los cambios en los precios de los futuros de los fondos federales a 30 días hace un mes existía una probabilidad de 11.1% de que la tasa de referencia se mantuviera sin cambios en un rango de 4.25 a 4.50% y la expectativa de 88.9% de que se ajustara en 25 puntos bases (pb). Sin embargo, hoy existe 90% de probabilidad de que la tasa se ajuste en 25pb a un rango de 4.00 a 4.25% y 10% de que la Fed anuncie un recorte de 50pb a un rango de 3.75 a 4.00%.

Y como bien señalan algunos operadores del mercado de valores “todos los vientos están soplando a favor del oro”. Pero ¿qué significa esto para el ciudadano común?

Las tasas más bajas hacen que el oro, que no genera rendimiento, sea más atractivo frente a activos tradicionales. Además, presionan al dólar, lo que abarata el metal para quienes invierten en otras divisas. En otras palabras, el oro se convierte en un refugio cuando existe incertidumbre en la economía y disminuye la confianza en las monedas.

Con un escenario de incertidumbre y volatilidad en 2025, el precio del oro en el mercado de futuros de Estados Unidos ha subido 28.0% en lo que va del año y 45.0% en doce meses, tras un avance de 27.0% en 2024. JPMorgan Chase y Goldman Sachs tienen una perspectiva alcista para el oro para este año con previsiones que alcanzan los 3,700 dólares la onza o más en el mejor de los casos.

La expectativa está alimentada por compras agresivas de bancos centrales, como lo ha hecho el Banco Popular de China que aumentó su tenencia de oro por décimo mes consecutivo en agosto, buscando diversificar sus reservas.

Los especuladores también han presionado los precios, incrementado sus posiciones largas y apostando a que el oro seguirá subiendo. En la semana que terminó el 2 de septiembre, estas posiciones largas netas aumentaron en 20,740 contratos, alcanzando un total de 168,862 contratos, según datos de la Comisión de Negociación de Futuros de Productos Básicos (Commodity Futures Trading Commission o CFTC), una agencia federal independiente que regula los mercados de futuros, swaps y opciones sobre materias primas y otros productos financieros.

Pero detrás del brillo hay sombras. El oro no sube porque el mundo esté bien, sino porque está inquieto. La inflación, el desempleo, la fragilidad del dólar y de la economía, junto con las tensiones geopolíticas están empujando a los mercados hacia activos que no dependen de gobiernos ni bancos. Y eso, aunque rentable para algunos, debería preocuparnos a todos.

La pregunta no es si el oro alcanzará los 3,700 dólares esta semana. La verdadera cuestión es: ¿qué tan profundo es el agujero que estamos tratando de tapar con lingotes?

Cortesía de El Economista



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