El país que se acostumbró al miedo


Me negaba a escribir esta columna. Pensé en muchos temas sobre los que poder conversar contigo, querido lector, y siempre regresaba a este, porque creo que como país se lo debemos a Carlos Manzo Rodríguez. Manzo fue un ciudadano interesado en hacer bien las cosas, al menos así lo externó en varias de las entrevistas que se han retransmitido con motivo de su muerte, denunció la injerencia del narcotráfico en los distintos órdenes de gobierno y trabajaba por dejar un mejor país para sus hijos, que tuvieron que presenciar el asesinato de su padre.

Sin duda, me inquieta que en nuestro querido México nos hemos vuelto indiferentes, las noticias de homicidios, desaparecidos, extorsiones y asaltos provocan en nosotros más resignación que indignación. La inseguridad no es un fenómeno nuevo, pero la presencia del crimen organizado, la debilidad institucional y la corrupción, esa que dicen que desapareció con el presidente López Obrador, forman un círculo vicioso que perpetúa la impunidad.

A todo esto, se suma una política de seguridad que cambia con cada gobierno, pero en donde los resultados son los mismos, y aunque los gobiernos de todos los colores nos presenten datos distintos, la percepción de la ciudadanía es que las autoridades no pueden protegerlos, ¿Cómo podríamos percibir lo contrario, cuando las autoridades federales aseguran que Carlos Manzo contaba con 14 personas para su seguridad personal y aún así lo mataron? Que nos espera a ti y a mi, querido lector, que salimos a las calles sin protección pública ni privada.

Detrás de cada estadística hay una familia que entierra a un hijo, un hombre o una mujer que desaparecen sin dejar rastro, un empresario que cierra su negocio; no se trata de una crisis de seguridad pública se trata de una crisis de esperanza.

De nada sirven los códigos, las reformas o los tratados si la norma no se traduce en protección efectiva. El Estado de Derecho no se mide por la legislación que se emite, sino por su capacidad de proteger la vida, la libertad y el patrimonio de los ciudadanos.

El primer paso para recuperar la seguridad es sin duda, romper con la normalización del miedo. La sociedad debe volver a exigir a las autoridades, como lo hizo este fin de semana Uruapan, que cumplan con su trabajo. La seguridad no es un favor, es la razón de ser del Estado, y no olvidemos que el Estado lo formamos todos, población y gobierno, y debemos trabajar de la mano para perder el miedo y recuperar la esperanza.

*Dra. Isabel Álvarez Peña, Decana de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana 

@IsaAlvarezPenna

Cortesía de El Informador



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