
Desde que la memoria tapatía existe, hay tres pilares que sostienen entre la opinión pública lo que significa el Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA): agua turbia, alcantarillado deficiente y que es la principal agencia de colocación de cuates, compadres o familiares del gobernante en turno.
¿Se acuerdan de Samuel González Márquez? Yo sí: es hermano del ex gobernador Emilio (2007-2012) y ganaba 99 mil pesos al mes como gerente de saneamiento. El entonces titular de ese organismo, Rodolfo Ocampo, reconoció en una entrevista para “Sótanos del Joder” que, efectivamente, Emilio González le pidió (es un decir) directamente que le diera un espacio a su carnal. Total: en la nómina siempre hay un campito.
Y mientras los puestos mejor pagados son repartidos entre quienes nacieron en cuna de oro y se enseñaron a comer con cuchara de plata, el personal que literalmente se rompe la espalda en las alcantarillas y en los ductos tiene las mismas condiciones laborales desde hace tres administraciones. ¿Injusto? Sí, a todas luces: el SIAPA les sale debiendo.
Y, por supuesto, no sólo a sus trabajadores, sino a casi cinco millones de ciudadanos que habitamos la Zona Metropolitana de Guadalajara. No hay nada más público y viral que los reportes de agua color tamarindo, tandeos, pipas rentadas a particulares y la obsoleta red de alcantarillado que truena y causa socavones gigantes en la primera tormenta que azota a la ciudad.
Sí: el SIAPA no merece un aumento. Al contrario: nos sale debiendo.
Su área de cobranza no se queda atrás. Durante años, ha dejado que la cartera vencida (o los pagos que no se hacen) crezca de manera desproporcionada. Hoy, la cifra está cerca de los 18 mil millones de pesos: podría costear la Línea 5 que proyecta el Gobierno de Jalisco para el Mundial de Futbol.
Pero el organismo operador se ha dado cuenta de que siete mil millones de pesos de ese total son incobrables porque han prescrito. Así, sin más, se dejó perder una cantidad multimillonaria que bien podría cambiarle el rostro a una Guadalajara que se seca en el estiaje y se ahoga en las lluvias.
Hoy, debido a esas omisiones, el organismo metropolitano opera en números rojos. Ese es el argumento bajo el cual se disfraza el aumento avalado por el Congreso como “ajuste”, una “actualización tarifaria” que ahora sí, les cae si no, va a permitir que el agua que llegue a tu hogar te deje la piel de porcelana.
Eso sí: la administración actual reconoce que hay “deficiencias heredadas” de administraciones anteriores. Un mea culpita que empuja, pero no echa a andar. Si el SIAPA busca recuperar la credibilidad que hace mucho perdió, hay que empezar con humildad institucional.
Ciertamente, la administración pasada (y otras tantas) hizo un daño terrible y la gente ya no confía, así que le queda admitir de forma clara y pública sus fallas: desde la ineficiencia en el servicio hasta acabar con los puestos para compas. Así al menos muestran el interés de poner un primer escalón de cambio.
Luego queda una duda: ¿por qué los que se quejan del aumento son los ciudadanos de a pie y los grandes consumidores -industriales, empresarios, Coparmex- se suman, si es a ellos a quienes más les va a costar?
Malpensados como somos, intuiríamos que el que no se hayan manifestado en contra del aumento es porque suelen tener contratos específicos, exenciones o tratos diferenciados por volumen o giro industrial, o incluso vínculos constantes con el gobierno estatal y municipal para la toma de decisiones económicas. Y que, por esa estrategia o conveniencia política, decidan no confrontar públicamente a las autoridades en temas sensibles como este. Malpensados, pues.
A esto súmale que el propio SIAPA nos quiere convencer de que este aumento “no es para recaudar más”, sino para que el organismo “no colapse”. Se entiende la narrativa: el sistema opera en números rojos, arrastra deficiencias heredadas y necesita recursos para evitar un apocalipsis hídrico. Pero entre la intención y la credibilidad hay una larga cañería con fugas.
Pero la gente no es tonta. Sabe que pedirle más dinero al mes a quien ya lidia con tandeos, fugas y agua color tamarindo es casi una provocación. Sabe que el organismo ha hecho poco por ser transparente. Y sabe también que la famosa “corresponsabilidad ciudadana” a la que ahora apela el SIAPA sirve, en muchos casos, para justificar la ineficiencia institucional. ¿O quién garantiza que el aumento no termine en otra nómina dorada o contratos inflados?
Así que no. Esto no va de pesos más o menos. Va de confianza. Y mientras el SIAPA no haga una limpia profunda tanto en ductos como en vicios internos, cualquier ajuste tarifario se leerá como castigo. Porque cuando se cobra por un servicio, lo mínimo que se espera es que el servicio exista. Y cuando no existe o es deficiente, que haya al menos un atisbo de rendición de cuentas.
El SIAPA insiste en que con este aumento “no busca utilidades”, sino sobrevivir. Pero eso es como si un restaurante cobrara más por una sopa aguada porque la estufa está rota. No se trata de caridad, sino de resultados.
Por eso es que, lejos de querer cobrarnos más, el SIAPA nos sale debiendo.
Cortesía de El Informador
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