El Síndrome del 68 regresa los abrazos


La de ayer fue una de las marchas en conmemoración del 57 aniversario de la represión y matanza estudiantil ocurrida el 2 de octubre de 1968, más violentas y de mayores destrozos de los años recientes en la Ciudad de México.

El saldo parcial, a reserva de que se actualice en las próximas horas de este viernes, fue de 21 policías heridos que trataron de contener al llamado bloque negro de anarquistas encapuchados, para tratar, infructuosamente, de evitar actos de vandalismo en mobiliario urbanos, fachadas y negocios, saqueos a tiendas de conveniencia, y hasta un posible robo en la zona joyera, donde incendiaron la cortina de uno de estos negocios.

La Presidenta Claudia Sheinbaum, que se dice hija del movimiento estudiantil de 1968 por el activismo que tuvo su madre Annie Pardo Cemo en la noche Tlatelolco, y que ayer ordenó colocar la bandera mexicana a media asta en memoria de los estudiantes y maestros caídos, vivió así desde un Palacio Nacional, aislado y protegido con vallas desde el Zócalo, su segunda manifestación por este hecho histórico, justo al segundo día de cumplir su primer año como Jefa del Poder Ejecutivo Federal.

Al ver las prolongadas imágenes de las transmisiones en vivo en la televisión y en las redes sociales en las que los violentos integrantes del bloque negro desafiaban a los elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) del Gobierno de la Ciudad de México, y luego les empezaban a lanzar piedras y artefactos incendiarios y explosivos, para terminar arrebatándoles sus escudos plásticos y golpeando severamente a algunos de ellos, fue inevitable recordar el fenómeno del “Síndrome del 68” que acuñó el querido y recordado Luis González de Alba, uno de los líderes estudiantiles más destacados de aquel movimiento, preso 3 años en Lecumberri por ser parte del Consejo Nacional de Huelga y quien encabezaba, junto con otros dirigentes, la marcha en la que se infiltró el llamado Batallón Olimpia para disparar a militares y policías y justificar así la agresión a los manifestantes que dejó cientos de muertos, heridos y desaparecidos.

En una charla en radio que tuve con él, el 2 de octubre de 2013 (tres años después decidió despedirse del plano terrenal justo en esta fecha) en el 45 aniversario de la matanza de Tlatelolco, Luis me definió ese síndrome, como el que paraliza a las autoridades y sus cuerpos policiales y castrenses para hacer frente a grupos que desafían a la autoridad y agreden a miles de mexicanos por el miedo de aparecer como gobiernos represores. 

Este fantasma del Estado Mexicano y sus distintas autoridades apareció nuevamente ayer al permitir que el bloque negro agrediera impunemente a los cuerpos policiales de la CDMX. 

Si bien cumplieron haciendo una efectiva labor de contención sin caer en abusos y excesos de fuerza, es claro que la instrucción de no ejercer el monopolio legítimo que tiene el Estado ante quien transgreda la Ley y ocasione destrozos a terceros sólo incentiva más violencia. Ayer, pues, regresó en todo su esplendor la política de los abrazos y no balazos que se creía superada.

Cortesía de El Informador



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