El sorprendente hallazgo arqueológico que cambió la historia de Carmona: una necrópolis romana en el patio de casa

El 29 de agosto de 2019, un suceso situó a la localidad sevillana de Carmona en el foco de atención de los medios de comunicación de toda España. La aparición de un mausoleo romano en el patio de una vivienda privada suscitó el interés de la prensa sobre lo que parecía ser un descubrimiento tan inusual como fascinante. Sin embargo, poco tiempo después, el imperio de la inmediatez se vio obligado por su propia naturaleza a soslayar el universo alrededor de este particular hallazgo.

Un sorprendente descubrimiento

José y María, propietarios de este solar, se despertaron una mañana con la noticia de que su casa estaba alzada sobre un columbario romano de finales del siglo I. El matrimonio, que realizaba obras de restauración en la vivienda, narra el proceso habitual que se suele seguir en estos casos y del que eran conocedores.

“Nos compramos la casa y sabíamos que estaba en seguimiento arqueológico. Pero fue una auténtica sorpresa encontrarnos con algo así”, dice José, que cuenta cómo fue la emoción de aquello y la posterior responsabilidad que le acarreó el hallazgo.

“Cuando el albañil destapó la tumba seguimos el procedimiento habitual: avisamos al servicio de arqueología para que hiciesen las labores pertinentes con el material encontrado y esperamos para saber si se podía continuar la rehabilitación de nuestra casa”. Por otra parte, el propietario agradece que el hallazgo no haya afectado a las obras. “Parece que los romanos y nosotros nos hemos puesto de acuerdo”.

Cámara sepulcral de la necrópolis de Carmona
Esta cámara sepulcral se encontraba enterrada a pocos metros y contaba con ocho nichos. Seis contenían urnas –de distintos materiales– que albergaban restos de fallecidos y llevaban los nombres grabados. Foto: Juan Manuel Román.

Juan Manuel Román, el arqueólogo municipal encargado de este caso, destaca que lo realmente fascinante de este descubrimiento es “habernos topado con una cámara funeraria en perfecto estado de conservación, que nunca ha sido expoliada”, y añade que debido a la situación geográfica de la tumba, siguiendo el camino de la Vía Augusta, se debía tratar de un monumento funerario construido para una familia muy importante.

Además de las urnas con las cenizas de los fallecidos alojadas en seis de los ocho nichos (estas urnas, por su parte, estaban contenidas en recipientes de plomo o de piedra), dentro de las paredes del mausoleo se puede ver una cruz que desconcierta a los expertos. “Esta estructura está datada en el siglo I y es imposible que se trate de algún tipo de simbología cristiana”, aclara.

Todos los objetos y enseres han sido extraídos para su posterior estudio y exposición y ahora José y María permanecen a la espera de que el monumento funerario se cierre. Al igual que sucede con los elementos de relevancia integrados en las viviendas carmonenses, el mausoleo será añadido al mapa explorado y solo los expertos y arqueólogos podrán solicitar el acceso a la cámara para que esta pueda ser analizada y estudiada.

La tumba del aparcamiento

En el año 1995, el Ayuntamiento de Carmona debió replantear un nuevo diseño en la construcción de un aparcamiento municipal al aparecer de manera fortuita una tumba romana. Fechada entre los siglos I y II, la estructura funeraria cuenta con dos cámaras y su interior es perfectamente visible para el público a través de una vitrina protectora. Su vasta extensión ha generado la pérdida de cinco plazas de garaje, pero su presencia le otorga distinción y valor cultural a un lugar fundamental para la vida actual.

Tumba romana de Carmona vistas a través de un parking
Durante la construcción de un parking municipal en 1995 apareció una tumba romana con dos cámaras, de los siglos I y II. Su interior es perfectamente visible para el público a través de una vitrina protectora. Foto: Juan Manuel Román.

Teniendo en cuenta estas características, los enseres hallados en su interior y su cercanía a la Vía Augusta, correspondería, según Rocío Anglada, al mausoleo de ciudadanos que en su época debieron ser extremadamente poderosos. “Dentro de los nichos romanos suelen aparecer los objetos que en vida valoraron los fallecidos. Encontrarlos nos puede dar información sobre las aficiones de aquellos días y también sobre su género o profesión”, cuenta la arqueóloga.

El rito funerario romano estaba principalmente basado en la cremación de los restos humanos. Al ser obligatorio que los muertos estuviesen fuera de la urbe, los monumentos funerarios se construían en las periferias, generando así la aparición de las necrópolis.

Además de esto, cabe destacar que situar las tumbas en rutas estratégicas era un modo de predicar el estatus de una familia. En este caso, los caminos más importantes de Carmona son la Vía Augusta y la Vía de la Plata. Durante la época del Imperio, los niños fallecidos eran enterrados dentro de las casas. Los finados adultos, por su parte, solían ser incinerados, sus huesos machacados y las cenizas derivadas de este proceso introducidas en urnas.

Aunque durante estos siglos siguieron existiendo los enterramientos de manera coetánea a la cremación, fue este último método el que fue ganando popularidad, especialmente entre las familias que se podían permitir los costes del proceso y su posterior conservación.

Solo la llegada del cristianismo recuperó la inhumación como costumbre post mortem hegemónica. No obstante, la relevancia de la tradición fúnebre romana se ha mantenido vigente a lo largo de los siglos venideros. Uno de los grandes legados que Carmona reivindica es la importancia cultural de su necrópolis romana como elemento generador de un interés cultural realmente creciente.

Tuma de Servilia en la necrópolis de Carmona
La necrópolis está formada por el Mausoleo Circular, el Anfiteatro, la Tumba del Elefante y la Tumba de Servilia (en la imagen), una casa romana del siglo I con un patio porticado con el influvium (piscina para la lluvia) en el centro y la estancia del sarcófago en un lateral. Foto: Juan Manuel Román.

El origen de una filosofía arqueológica

A finales del siglo XIX, Carmona era un pueblo humilde y campesino asolado por un éxodo masivo de sus habitantes. Sin embargo, el hallazgo de los restos de una necrópolis en las inmediaciones del pueblo provocó una avalancha de expolios y apropiaciones de los tesoros que se iban descubriendo alrededor del lugar.

No fue hasta la llegada de un historiador y arqueólogo de origen británico llamado George Bonsor cuando el destino de la villa sería encauzado en una dirección más colaborativa. Embelesado por la belleza y el gran interés de aquellos yacimientos, Bonsor adquirió numerosas parcelas de la futura necrópolis romana y dirigió, junto con su amigo Juan Fernández López, una serie de excavaciones masivas.

En el año 1885, tras destapar más de 255 tumbas y dejar un legado fotográfico exhaustivo sobre las tareas de excavación, ambos socios fundaron la Sociedad Arqueológica de Carmona. Ese mismo año se inauguró el Conjunto Arqueológico de Carmona y con él se abrió al público el primer museo de sitio de nuestro país.

Este emplazamiento funerario, datado entre el siglo I y II, se convirtió en el núcleo de toda la labor arqueológica que estaría por llegar en los años sucesivos. La ciudad de la muerte tuvo la enorme suerte de haber sido descubierta en pleno tardorromanticismo, momento en el que la curiosidad cultural y la veneración de las raíces nacionales estaban en pleno auge.

Arqueólogo George Bonsor
Retrato fotográfico del arqueólogo George Bonsor. Foto: Wikimedia Commons.

La búsqueda de yacimientos se convirtió en aquel momento en una necesidad erudita, en una suerte de retribución social que permitió la implicación de los estudiosos y del pueblo. A pesar de que el comienzo de la Guerra Civil dificultó la continuidad de las excavaciones, fue durante esta época cuando se descubrió un anfiteatro romano en los terrenos de la necrópolis. Una vez terminada la etapa franquista y llegada la transición, el Conjunto Arqueológico pasó a ser propiedad de la Junta de Andalucía y a contar con las ayudas necesarias para seguir el ideal de Bonsor.

Desde aquel momento, aquella pequeña villa sevillana pasaba a ser el ejemplo de lo que es hoy: un pueblo con un funcionamiento arqueológico atípico, especial, basado en leyes municipales que entroncan con la vida diaria de unos ciudadanos que evolucionan a la vez que conviven con un patrimonio que se mimetiza entre la arquitectura de las calles y el carácter de la gente que allí vive.

Al contar con una situación geográfica privilegiada, la villa de Carmona conserva un patrimonio subterráneo casi intacto, que además no resulta difícil de encontrar. Debido a que casi todos los emplazamientos y, especialmente, las viviendas unifamiliares del casco histórico conviven con joyas históricas acumuladas a lo largo de los siglos, las excavaciones de vigilancia son la norma diaria para los habitantes del pueblo. La implicación de todos los actores sociales en las labores arqueológicas e históricas resulta fundamental para comprender la filosofía y el valor que la población otorga al patrimonio oriundo.

Excavaciones arqueológicas preventivas en Carmona
Las excavaciones arqueológicas preventivas (en la imagen) sirven para proteger el yacimiento. Foto: Juan Manuel Román.

A pesar de esto, el principal motor de Carmona no se encuentra únicamente en sus curiosidades patrimoniales, sino también en los otros sectores que conviven y luchan por mejorar cada día las prestaciones y el bienestar de la sociedad. Una de las particularidades en el modo de trabajo de las exploraciones preventivas, además de tratarse de un sistema público y municipal, es la integración de los trabajadores del llamado Plan de Empleo Rural en las tareas de excavación. Este programa asegura a muchas familias dedicadas a la agricultura, durante la temporada baja, recibir un salario a cambio de su colaboración en determinadas tareas de extracción arqueológica. Todo ello, bajo la supervisión de los técnicos municipales. De este modo, el Ayuntamiento evita la contratación de empleados externos.

El primer museo de sitio de España

Mientras que las piezas halladas y extraíbles terminan siendo estudiadas para ser posteriormente expuestas en los museos, los elementos arquitectónicos que se integran dentro de las propiedades privadas han de ser medidos y calibrados para proceder a realizar una obra lo menos invasiva posible. De este modo, queda asegurada la protección de los bienes de interés cultural en todas sus formas.

Muralla tartésica integrada en la fachada de una casa
La muralla de origen tartésico se encuentra completamente integrada en la fachada de esta casa unifamiliar. Este muro ha pasado por grandes cambios históricos y estructurales, producto de las diferentes épocas y batallas. Foto: Juan Manuel Román.

Desde finales de los años 90, Carmona cuenta con un museo arqueológico propio, el llamado Museo de la Ciudad, alojado en una antigua casa señorial. En él se exponen las piezas encontradas de las distintas épocas y se divulga todo lo referente a las culturas y civilizaciones que han moldeado la historia del pueblo.

Otros hallazgos autóctonos se encuentran en el Museo Arqueológico de Sevilla, en el de Madrid o en el Museo de la Necrópolis. Además, cada año, la Universidad Pablo de Olavide organiza un curso universitario de verano donde jóvenes estudiantes de carreras relacionadas con la arqueología visitan los lugares más emblemáticos y asisten a las excavaciones. El arqueólogo municipal Juan Manuel Román es el director del seminario.

El duopolio: patrimonio cultural y propiedad privada

Una vez descrita la convivencia amable que una mayoría de vecinos carmonenses parecen tener con sus bienes de interés cultural, cabe preguntarse si existen voces disonantes al respecto. “En ocasiones, el ver tus obras paralizadas es molesto”, afirma un vecino. “Pero también hay que reconocer que el ayuntamiento sufraga la excavación, a pesar de que las reparaciones y obras derivadas del descubrimiento corren de tu cuenta”, concluye.

Esto, según nos describe, ha generado que el pueblo de Carmona se haya desarrollado más en los últimos años en la zona del arrabal que en su centro antiguo. Al parecer, no todas las personas pueden asumir el riesgo de encontrarse con un patrimonio que deberán cuidar con especial mimo, de que su dormitorio sea un museo donde poder pasar la noche. Aunque alejarse del foco no siempre significa no toparse con dificultades. “El Ayuntamiento te sufraga también las restauraciones cuando tienes una renta baja, pero una renta baja no se puede permitir una casa como la nuestra”, aporta una vecina que nos muestra con orgullo todos los tesoros de su hogar.

Como es lógico, las dualidades derivadas de la limitación territorial frente al continuo temporal generan unas tensiones comprensibles. No obstante, el conocimiento cultural y las buenas labores de preservación parecen ser las claves para sostener un sistema que prioriza el bien común y que prevé soluciones para cuando una parte del patrimonio de la humanidad se cuela en tu espacio privado. Esta invasión patrimonial, por su parte, debe permitir que la vida se desarrolle a su alrededor, dando a nuestra época nuevas oportunidades que demuestren la pervivencia de la creatividad humana.

Unas leyes basadas en el conocimiento, en la localidad de las instituciones y en la sencillez de soluciones deberían ser un ejemplo de lo que se debe desarrollar en toda España, un país donde la aparición de restos arqueológicos ha llevado más de una vez a fuertes litigios y paralizaciones para los propietarios y a la desesperación de los historiadores, que conocen los entresijos del ocultamiento y el silencio.

El presente y nuestras ambiciones no deberían estar reñidos con la conservación de los bienes que son bellos y valiosos por consenso, y a los que conviene proteger de la especulación, los expolios y el individualismo tanto como de la destrucción. La historia y el arte que colman nuestras calles son, sin duda, una buena manera de generar ilusión; en un pueblo, en unos visitantes, en una humanidad que se merece el acceso sin restricciones al museo de su entorno. Las raíces históricas alimentan la flor de un presente que sueña con ser ambicioso en el sentido instruido, innovador y respetuoso de la palabra.

Cortesía de Muy Interesante



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