El Tajo derrumba parte del puente medieval más antiguo de Talavera, modificado en el siglo XIII: más de 500 años de historia construido sobre cimientos romanos ocultos bajo el agua

En la madrugada del 23 de marzo de 2025, el estruendo del agua rompió el silencio en Talavera de la Reina. La borrasca Martinho, tras varios días de lluvias intensas, elevó el caudal del río Tajo por encima de los 1.000 metros cúbicos por segundo. La corriente, desbocada y feroz, ha terminado por arrastrar parte del Puente Viejo —también conocido como Puente Romano o de Santa Catalina—, el más antiguo de la ciudad y uno de los iconos más queridos de su patrimonio.

Lo que se ha derrumbado no es solo una estructura de piedra. Es un fragmento de historia viva, una obra que durante siglos ha servido como pasarela entre márgenes, culturas y épocas. El Puente Viejo no era solo un elemento del paisaje: era, y sigue siendo, una narración arquitectónica de la evolución de Talavera, una cicatriz de siglos que mostraba sin pudor sus remiendos, sus adaptaciones, sus ruinas y sus restauraciones.

Fue pasada la una de la madrugada cuando dos tramos del puente cedieron sin aviso, vencidos por la violencia de un caudal que, en apenas horas, había alcanzado niveles históricos. El derrumbe fue captado por varios vecinos que, alertados por el estruendo y la crecida del río, se acercaron a la zona con sus teléfonos móviles.

En las imágenes, se aprecia con nitidez cómo uno de los arcos se desploma de forma súbita, engullido por las aguas oscuras del Tajo. Aunque el paso estaba clausurado desde hacía días por razones de seguridad, muchos talaveranos se acercaron a los márgenes del río, buscando entender con sus propios ojos lo que acababa de suceder. La policía local ha establecido un segundo cordón de seguridad, ante el temor de nuevos desprendimientos. Las autoridades confirmaron rápidamente el daño y pidieron a la población mantenerse alejada del entorno. Más allá del desastre material, lo ocurrido es la pérdida irrecuperable de una parte esencial del alma de la ciudad: un puente que, piedra a piedra, había resistido siglos de historia.

Parte del histórico Puente Viejo de Talavera se viene abajo arrastrado por la fuerza del Tajo tras el azote de la borrasca Martinho
Parte del histórico Puente Viejo de Talavera se viene abajo arrastrado por la fuerza del Tajo tras el azote de la borrasca Martinho. Foto: Redes sociales

Un puente con muchas vidas

Aunque conocido como “romano”, el puente en realidad es una obra medieval levantada en el siglo XV, construida sobre los restos de una estructura romana anterior. Bajo sus aguas todavía reposan los cimientos primitivos del primer tramo, invisibles pero fundamentales para entender el relato completo de la ciudad. Desde el siglo XIII se tienen noticias documentadas sobre este puente como vía crucial de acceso a Talavera desde el sur, conectando la ciudad con la vega del Tajo y las rutas que llevaban hacia Extremadura y Andalucía.

A lo largo de los siglos, su silueta ha cambiado tanto como la ciudad a la que sirve. El trazado original, recto hasta una isla fluvial cercana, fue alterado en algún momento del medievo, dando lugar al característico quiebro del puente, hoy símbolo distintivo de su irregularidad constructiva. Fue precisamente en ese quiebro donde, en otro tiempo, un mecenas ilustre dejó su huella: Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo y gran impulsor de obras públicas, cuyo escudo heráldico aún se conservaba tallado en uno de los arcos más representativos.

El “puente de los remiendos”

Pocos monumentos resumen tan bien la historia del mantenimiento precario de la infraestructura pública española como el Puente Viejo. Las crónicas municipales y los libros de acuerdos de Talavera están llenos de referencias a derrumbes, reconstrucciones, apuntalamientos, sisas extraordinarias para su reparación y disputas sobre quién debía hacerse cargo del gasto.

Ya en el siglo XV, a apenas unas décadas de su construcción, se encontraba en estado ruinoso. Las avenidas del Tajo —como las de los años 1625 y 1626— fueron especialmente destructivas. En muchas ocasiones, las reparaciones improvisadas incluían soluciones como la colocación de pontones de madera o tablones entre los ojos del puente, una estampa habitual durante todo el siglo XIX.

Perspectiva de Talavera con el Puente Viejo en primer plano, según un dibujo realizado por el artista flamenco Antón van den Wyngaerde, quien a partir de 1561 recorrió España capturando, por encargo de Felipe II, más de sesenta vistas detalladas de ciudades y villas del reino
Perspectiva de Talavera con el Puente Viejo en primer plano, según un dibujo realizado por el artista flamenco Antón van den Wyngaerde, quien a partir de 1561 recorrió España capturando, por encargo de Felipe II, más de sesenta vistas detalladas de ciudades y villas del reino. Fuente: Consejería de Educación, Cultura y Deportes de Castilla-La Mancha

No en vano, algunos cronistas y estudiosos lo apodaron “el puente de los remiendos”. Una definición precisa para una infraestructura que ha sido un mosaico de estilos, materiales y técnicas. Desde los arcos de medio punto asociados al Renacimiento hasta los arcos apuntados del gótico, pasando por vanos escarzanos o de alzado peraltado, el puente es —o era— un catálogo de la arquitectura histórica de paso en España.

El reflejo de una ciudad que lucha por no olvidar

Durante el siglo XX, el puente quedó relegado a un segundo plano. La construcción del puente de hierro y la modernización del tráfico lo apartaron de la circulación regular. Sin embargo, eso no significó su olvido. De hecho, a partir de 2002 fue objeto de una importante restauración que lo convirtió en vía exclusiva para peatones y ciclistas, devolviéndole su protagonismo como símbolo cultural y turístico.

Las tareas de consolidación incluyeron la limpieza y rehabilitación de pilas, el refuerzo del tablero con estructuras de hormigón armado y la instalación de pasamanos e iluminación embebida. Pero ni siquiera estas obras pudieron hacer frente a la fuerza bruta del Tajo de este marzo fatídico.

El derrumbe ha sido especialmente doloroso por la historia que albergaban sus piedras. Algunos de los tramos más antiguos del puente medieval, como los que se encontraban junto a la antigua fábrica de luz, mostraban una labor de cantería sobresaliente. Sus bóvedas, sus sillerías, las marcas de canteros aún visibles… todo hablaba de un oficio casi desaparecido, de un puente construido con manos, no con máquinas.

Vista del puente medieval que unía Talavera con la vega del sur
Vista del puente medieval que unía Talavera con la vega del sur. Fuente: Consejería de Educación, Cultura y Deportes de Castilla-La Mancha

Un patrimonio maltratado por el agua… y por el tiempo

El Puente Viejo había llegado a contar con 22 o incluso 30 ojos, según diferentes testimonios y cronistas como Münzer o García Fernández. Muchos de estos arcos eran desiguales, consecuencia de las reformas apresuradas tras cada crecida. En algunos casos, un solo arco medieval fue sustituido por dos más pequeños, adaptándose a los nuevos desafíos hidráulicos o simplemente al material disponible en el momento.

Las avenidas del Tajo, cada vez más violentas, han sido su enemigo silencioso durante siglos. Pero también lo ha sido la desidia. Desde el siglo XIX hasta finales del XX, se sucedieron los expedientes de reparación por desprendimientos, roturas y socavones. A veces se colocaban tablas entre los ojos; otras, directamente se sustituían las piedras por ladrillo de gafa, mortero de cemento o vigas metálicas. La imagen del puente fue desfigurándose hasta parecer más un collage que un monumento unitario.

A pesar de todo, el puente seguía en pie. Cada arco era un testigo, cada pila una página de una historia en la que se mezclaban imperios, obispos, comerciantes, arquitectos, y últimamente, ciclistas y paseantes.

Talavera de la Reina conserva en su puente una crónica de piedra
Talavera de la Reina conserva en su puente una crónica de piedra. Fuente: Concejalía de cultura del ayuntamiento de Talavera de la Reina

Lo que queda en pie… y lo que queda por hacer

Tras el derrumbe de parte de su estructura, alcalde de Talavera de la Reina, José Julián Gregorio, ha solicitado la ayuda de todas las instituciones para su reconstrucción. La tarea no será fácil. Reconstruir no es simplemente volver a poner piedras donde estaban, sino preguntarse qué parte de la memoria se quiere recuperar y cómo hacerlo con respeto histórico y viabilidad técnica.

¿Debe restaurarse tal cual estaba? ¿Debe mantenerse parte de la ruina como testimonio de lo sucedido? ¿Será posible recuperar algunos de los sillares originales arrastrados por el agua? Son preguntas que ahora se abren no solo para los técnicos, sino para toda una ciudad que ha visto cómo, en una noche, parte de su alma se vino abajo.

Talavera de la Reina, una ciudad que ha aprendido a convivir con su río, se enfrenta de nuevo a una de esas decisiones que marcan época. El Puente Viejo no ha desaparecido del todo, pero ha perdido una parte de sí. Y Talavera, con él, ha perdido un pedazo de su historia.

Cortesía de Muy Interesante



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