El teatro independiente celebra: Andamio ’90 hace una fiesta por sus 35 años y homenajea el legado de Alejandra Boero

Elegante, con camisa y saco, sostiene sus pasos con un bastón de madera trabajada, comprado en Edimburgo por “dos chirolas”. Alejandro Samek, a sus 86 años, se mantiene activo, atento a todo en Andamio ‘90, el teatro-escuela del que es su director artístico.

Hijo único de la recordada y admirada Alejandra Boero, quien fundó hace 35 años Andamio ‘90 en Paraná 660, Alejandro Samek asegura que desde que se anunciaron los festejos por un nuevo aniversario de este espacio icónico del teatro independiente, está siendo convocado a muchas notas. Y como hablar es algo que le gusta -sobre todo, dice, cuando siente que le prestan atención-, las entrevistas le están tomando mucho tiempo.

El próximo domingo, 7 de diciembre, será la celebración. “Nosotros siempre cultivamos el bajo perfil. Sin embargo, este año queríamos cortar la calle, porque tenemos muchos amigos. Pero el Gobierno de la Ciudad sacó una resolución que no permite que los privados corten la calle. Entonces estamos obligados a hacerlo acá adentro, con la capacidad máxima que podemos tener, que son 140 personas. Nos van a quedar un montón de amigos afuera”, lamenta.

“Tomamos algunos textos de Versos rebeldes, que es el último espectáculo que hicimos acá con mi vieja, ella y yo. Y profesores de la escuela los van a interpretar”, anticipa Samek sobre la jornada del aniversario.

Alejandro Samek dirige hoy Andamio '90.
Alejandro Samek dirige hoy Andamio ’90.

Samek, que fue nombrado personalidad destacada de la cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, es padre de dos hijos: uno es actor y vive en Italia y el otro le dio dos nietos, uno de los cuales es también actor. “Se llama Alexei y tiene talento”, dice el abuelo. “Está haciendo Los compadritos, en el Payró, dirigido por el hijo de Tito Cossa. Y lo han elogiado mucho”, dice, orgulloso.

Todo lo lleva a un recuerdo, a una anécdota o simplemente a un nombre. Con nostalgia y admiración repasa la historia de Andamio ‘90 y de su vida. Cuando apenas tenía dos años, llevado de la mano por la calle por su mamá, pasaron frente al teatro La Máscara. Pedro Asquini -figura fundamental del teatro argentino-, quien luego sería marido de Alejandra Boero por muchos años, barría la vereda. La Boero era muy jovencita en ese entonces; fue mamá con apenas 20 años.

“Vivíamos en la calle México al 1000. Me sacó a dar una vuelta. Al menos eso es lo que me contaba. Y en la calle Moreno al 1000 estaba el viejo teatro La Máscara. No había hecho teatro antes y al entrar y ver lo que ahí hacían, se quedó y luego dio clases en ese lugar. A mí me encantaba; estaba en todos los ensayos e iba de la mano de uno y de otro. Yo aprendí a poner luces viendo cómo lo hacían los demás”, repasa.

El frente de Andamio ’90, que cumple 35 años.

“¿Sabés la cantidad de matrimonios que se formaron acá en todos estos años?”, dice Samek, mientras va y viene por el teatro Ivana Raverta -egresada de Andamio y actual coordinadora de sala-, junto a su pequeña beba. Aunque faltan unas cuantas horas para la función de la noche, es incesante el ir y venir de gente en el teatro. Entre ellas, la mujer de Samek, con quien lleva más de 40 años. “Si no fuera por ella…”, dice él.

Stella Minardi fue alumna de la escuela. “Es mi segundo matrimonio y por suerte se llevaba muy bien con mi vieja”, dice.

La creación del teatro-escuela

Andamio ‘90 no solo cumple 35 años de vida, sino que también tiene una historia detrás.

“Estábamos cansados de hacer teatro en salas alquiladas. En ese entonces, en 1987, falleció un gran amigo de mi vieja, el arquitecto García Vázquez, un gran urbanista argentino, quien repartió la fortuna que tenía entre sus amigos más queridos. Y a mi vieja le tocaron casi 50 lucas de esa época. Y con esa guita entramos a esto, que era un galpón, en el que vendían pistones para motores. Este era un barrio de repuesteros. Después, hipotecamos la casa de mi mamá y mi departamento, conseguimos guita prestada y la fuimos remando, porque hubo que hacer un laburo infernal, por ejemplo, hubo que picar el piso para darle más altura a la sala”, recuerda.

Alejandra Boero murió el 4 de mayo de 2006. Pero su tarea sigue en pie.Alejandra Boero murió el 4 de mayo de 2006. Pero su tarea sigue en pie.

“No había subsidios de nada en esa época”. Samek trabajaba en el Credicoop, así que “yo salía del banco y venía corriendo para acá, daba clases hasta las doce de la noche”.

Ya siendo grande y en tiempo récord se recibió de licenciado en Artes y Ciencias del Teatro. E hizo dos posgrados, uno en terapia familiar y otro en psicología social. Esos estudios tardíos se deben a que cuando terminó el secundario no pudo evitar el mandato de su madre, que no le permitió dedicarse de lleno al teatro.

En el teatro independiente, el concepto era que había que tener un trabajo con el que pagar las cuentas y después hacer teatro. Mi mamá pensaba así conmigo, pero no con ella ni con los demás. Tuvimos grandes discusiones, porque fue reticente a que me dedicara al teatro por completo. Así que terminé el secundario y me metí en Medicina”, afirma, y pronto avisa que duró muy poco en esa carrera. La vida se encargó de vincularlo mucho al teatro, aunque por largos años mantuvo trabajos que le permitieron sostenerse económicamente como su madre deseaba. Fue subgerente de Recursos Humanos en el Banco Credicoop y gerente comercial de El cronista comercial.

Alejandro Samek dice que su madre no veía con buenos ojos que sólo se dedicara al teatro, así que le pedía que también trabajara en otra cosa. Foto: Fernando de la Orden
Alejandro Samek dice que su madre no veía con buenos ojos que sólo se dedicara al teatro, así que le pedía que también trabajara en otra cosa. Foto: Fernando de la Orden

Pero en el terreno de las artes, se dio todos los gustos también. Fue actor, director, productor artístico y docente. También fue Director de Industrias Culturales de la Secretaría de Cultura de la Nación y Director del Teatro Nacional Cervantes. Además, recuerda haber vendido caramelos en el entreacto de algún espectáculo, en Nuevo Teatro. Fue para ese entonces, siendo niño que, por ejemplo, una figura emblemática como Carlos Gandolfo le “hacía los dibujos para el colegio”. Así se crió Samek, entre grandes figuras que tenían con él un trato cotidiano y muy familiar. Hoy reconoce como un gran amigo, “un hermano mayor” a Héctor Alterio.

Lleva el apellido de su padre, de quien Alejandra Boero se separó muy pronto. Alejandro mantuvo vínculo con su padre toda la vida, aunque “él nunca entendió lo que yo hacía”. Tenía un cargo importante en la Compañía Italo Argentina de Electricidad. “Había nacido en el imperio austro-húngaro, y cuando vinieron para acá, una de las primeras cosas que hizo mi abuelo fue venderle la trompeta, porque seguramente no tenía un mango, y mi papá no se lo perdonó nunca”, recuerda.

“En el teatro independiente no se gana plata”, sentencia. ¿Cómo fue ser hijo de Alejandra Boero, cuyo verdadero nombre era Ofelia Liria Digiano Viera (1918-2006), pionera del teatro independiente? “No fue sencillo. Primero, porque siempre fui Alejandrito, porque todos me conocieron de chico. Por otro lado, mi vieja, cuando veía que alguien funcionaba, lo proponía para el San Martín. A mí nunca me propuso para nada. No quería que nadie pensara que me proponía porque era su hijo. Una ética que hoy no se cultiva para nada”, dice con algo de pesar.

Alejandra Boero junto a Pedro Asquini, figura fundamental del teatro argentino.Alejandra Boero junto a Pedro Asquini, figura fundamental del teatro argentino.

“Toda la vida, económicamente en casa hubo problemas. Durante mucho tiempo se comía de la jubilación de mi abuelo materno, porque en el teatro todo era poner”, relata. Y trae a cuento una anécdota: “Cuando mi mamá era chica, bailaba clásico. La iban a contratar para ir a Brasil. Y el padre le dijo: ‘con mi apellido, jamás’. Y ahí se cambió el nombre, se puso Alejandra, por su padre, y Boero, que era el apellido de su madre. Pero al final de la vida, mi abuelo ya jubilado, atendía la boletería del Nuevo Teatro y era feliz”, concluye.

Madre e hijo fueron muy compañeros; algunos decían que parecían socios. Sobre todo en los últimos años, se consultaban todo. Pero en algo reconoce que eran distintos. “Mi vieja quería cambiar el mundo. Insistía e insistía. Y yo estoy de acuerdo con el personaje de Sopa de pollo, de Arnold Wesker, que decía: ‘No puedes cambiar a las personas, lo único que puedes hacer es darles un poco de amor y esperar a que lo tomen’”.

El teatro

Andamio ‘90, fundado por Alejandra Boero y ubicado en Paraná 660, cumple 35 años. La celebración será el domingo 7 de diciembre, a las 20 horas. Se ofrecerá un espectáculo semimontado, en el cual docentes de su teatro-escuela, dirigidos por Celina Yáñez -actual rectora de la escuela-, interpretarán textos de Versos rebeldes.

Este espacio cultural autogestivo de creación y formación teatral celebra su historia y su continuidad, encarnadas ambas en el hijo de Boero, Alejandro Samek. Está habilitado para 140 espectadores.

Su fundación fue el 9 de diciembre de 1990, fecha en la que Alejandra Boero celebraba su cumpleaños; en esta oportunidad, el aniversario se festejará el 7 de diciembre, aprovechando el feriado del día siguiente. La intención era cortar la calle Paraná sobre la que se encuentra el teatro, para que la fiesta pudiera convocar a cientos de personas que merecen y quieren ser parte del evento. Sin embargo eso no será posible. Samek lo lamenta.

Andamio ‘90 se inauguró con la obra Final de partida, de Samuel Beckett, dirigida por Alfredo Alcón. Para él han trabajado figuras como Agustín Alezzo, Rubens Correa, María Rosa Gallo, Lydia Lamaison, Graciela Dufau y Lito Cruz, entre otros.

Alejandra Boero fundó Andamio '90 y antes abrió dos salas de teatro en Buenos Aires: Planeta y Lorange. Alejandra Boero fundó Andamio ’90 y antes abrió dos salas de teatro en Buenos Aires: Planeta y Lorange.

En 2018, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires declaró a Andamio ’90 de Interés Cultural. El teatro recibió distinciones de los premios María Guerrero, Trinidad Guevara y Teatro del Mundo, reconociendo su actividad cultural desde 1990.

La escuela

Si bien Andamio ‘90 es un teatro independiente de la ciudad de Buenos Aires, cuenta además con un Instituto Privado de Actuación incorporado a la enseñanza oficial A-1302. Ofrece tres carreras terciarias: de actuación, dirección y profesorado. También dictan talleres. La rectora es Celina Yáñez.

“La escuela es anterior a Andamio. Arrancó en 1967 en un localcito que le habían prestado a mi vieja y después fue dando vueltas, hasta que se acomodó. Se llamaba Taller de teatro de Alejandra Boero. Desde 1978, funciona en el primer piso de Paraná 660. Pero recién se incorporó a la enseñanza oficial en 1999”, repasa.

Alejandra Boero, un ícono teatral

Comenzó su actividad en el Teatro La Máscara, en 1942. En 1950 fundó, junto a Pedro Asquini, Nuevo Teatro, una institución teatral y cultural que marcó pautas innovadoras en el planteo ético y estético del teatro. Esta cooperativa teatral logró abrir dos salas de teatro en Buenos Aires: Planeta y Lorange. Intervino como actriz y directora en innumerables puestas en escena. En 1990 fundó Andamio ’90. Alejandra Boero fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y recibió además varias distinciones por su labor.

Cortesía de Clarín



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