El virus ancestral de la COVID-19 apareció a más de 2.000 km de Wuhan solo unos años antes de la pandemia: nuevo estudio apunta al comercio de animales salvajes como vía más probable de transmisión

La historia del coronavirus que desencadenó la pandemia global podría haber comenzado muy lejos de Wuhan, en las cuevas de murciélagos de China occidental o del norte de Laos. Pero lo realmente impactante no es el lugar de origen, sino la ruta inesperadamente rápida y distante que siguió el virus antes de llegar a los primeros contagios humanos. Un nuevo estudio publicado en la revista Cell —y resumido en un comunicado oficial de la Universidad de California en San Diego— apunta a una vía de transmisión que reaviva el foco sobre un viejo sospechoso: el comercio de fauna salvaje.

Este trabajo, realizado por un consorcio internacional de investigadores, no solo reescribe parte de la historia reciente de la pandemia, sino que también refuerza la teoría de un origen natural del SARS-CoV-2, muy similar al del brote de SARS en 2002. Y lo hace desmontando, con evidencia evolutiva y geográfica, uno de los argumentos más utilizados por los defensores de la teoría de la filtración de laboratorio: la gran distancia entre Wuhan y los hábitats naturales de los murciélagos portadores del virus.

¿Cómo viajó el virus miles de kilómetros en tan poco tiempo?

Los científicos analizaron 250 genomas de coronavirus estrechamente relacionados con SARS-CoV-1 y SARS-CoV-2. Estos virus pertenecen a una subfamilia llamada sarbecovirus, que se encuentra principalmente en murciélagos del género Rhinolophus (murciélagos de herradura). A lo largo de milenios, estos virus han circulado silenciosamente entre murciélagos en Asia, mutando y recombinando fragmentos de su material genético.

Aquí es donde entra en juego un elemento crucial: la recombinación viral. En lugar de heredar una única línea evolutiva, los sarbecovirus pueden intercambiar fragmentos genéticos entre sí cuando dos virus diferentes infectan al mismo murciélago. Esta capacidad convierte su genoma en una especie de mosaico difícil de rastrear. Por eso, los investigadores decidieron centrarse exclusivamente en las regiones del genoma que no han sufrido recombinación para construir árboles genealógicos más fiables.

Los resultados mostraron que los ancestros más cercanos al SARS-CoV-2 circularon en murciélagos del norte de Laos o de la provincia china de Yunnan entre cinco y siete años antes del inicio de la pandemia en Wuhan, situada a unos 2.700 kilómetros. Un patrón similar se observó con el SARS-CoV-1, cuyo ancestro más próximo apareció en el suroeste de China poco antes de que surgiera el brote de 2002 en Cantón, también a más de mil kilómetros de distancia. De hecho, el análisis reveló que los ancestros de sarbecovirus más recientes tanto del SARS-CoV-1 como del SARS-CoV-2 abandonaron sus puntos de origen menos de 10 años antes de que se informara por primera vez que infectaban a humanos, a más de mil kilómetros de distancia.

La conclusión es sorprendente: la dispersión natural de los murciélagos no puede explicar estos desplazamientos tan rápidos y extensos. Según el modelo desarrollado en el estudio, los sarbecovirus se mueven aproximadamente al mismo ritmo que sus huéspedes: unos pocos kilómetros por noche. Por tanto, el virus debió viajar por otra vía.

Los murciélagos de herradura son los reservorios naturales de numerosos coronavirus, incluyendo los más cercanos al SARS-CoV-2, aunque rara vez desarrollan síntomas
Los murciélagos de herradura son los reservorios naturales de numerosos coronavirus, incluyendo los más cercanos al SARS-CoV-2, aunque rara vez desarrollan síntomas. Foto: Istock

La ruta más probable: animales salvajes transportados por humanos

El estudio, liderado por instituciones como la Universidad de California en San Diego y el Instituto Rega de Bélgica, sugiere que el salto geográfico del virus se produjo a través del comercio de animales salvajes. Esta hipótesis ya se había barajado para el SARS-CoV-1, cuando se encontraron coronavirus en civetas y perros mapache vendidos en mercados del sur de China. Ahora, el nuevo análisis genético y geográfico refuerza la idea de que el comercio de fauna silvestre funcionó como puente entre murciélagos y humanos también en el caso de la COVID-19.

En concreto, los animales infectados habrían sido trasladados, posiblemente vivos, desde las zonas rurales del sur de Asia hasta mercados urbanos, como el de Huanan en Wuhan. Allí, en condiciones de hacinamiento y contacto estrecho entre especies y personas, el virus encontró el escenario perfecto para dar el salto definitivo.

Este patrón —virus que circulan en murciélagos durante años, salto a animales intermedios, transporte humano a zonas densamente pobladas y finalmente transmisión a humanos— es casi un calco entre el SARS original y el SARS-CoV-2. Y eso, para los autores del estudio, es una coincidencia demasiado precisa como para ignorarla.

¿Y qué pasa con la teoría del laboratorio?

Desde los inicios de la pandemia, la distancia geográfica entre Wuhan y las zonas con murciélagos portadores del virus ha sido uno de los caballos de batalla de quienes defienden un posible origen artificial del virus. Sin embargo, el nuevo estudio desmonta este argumento mostrando que esa distancia también existía en el caso del SARS de 2002. Es más, el patrón de propagación y evolución viral es extraordinariamente parecido en ambos casos.

Eso no significa, como advierten algunos expertos, que se pueda descartar completamente la hipótesis del escape de laboratorio. La falta de un huésped intermedio identificado para el SARS-CoV-2 deja todavía una brecha importante en la narrativa. Sin embargo, los hallazgos genéticos, geográficos y temporales presentados ahora inclinan la balanza hacia un origen natural facilitado por la actividad humana, especialmente el comercio de animales salvajes.

Hay que recordar que un estudio genético publicado el año pasado señalaba al mercado de Huanan, en Wuhan, como el posible epicentro del brote de la COVID-19, respaldando la hipótesis de un salto del virus desde animales a humanos. Pero no es el único.

Varios estudios publicados entre 2021 y 2023 han reforzado de forma consistente la hipótesis de un origen zoonótico del SARS-CoV-2. Un estudio de 2021 examinó de forma crítica las pruebas disponibles y concluyó que la transmisión del virus desde animales a humanos era la explicación más plausible. En 2022, una investigación independiente localizó el inicio del brote en el mercado mayorista de mariscos de Huanan, en Wuhan, descartando que el Instituto de Virología de la misma ciudad fuera el foco inicial.

Ese mismo año, otro análisis identificó al menos dos eventos de transmisión zoonótica independientes ocurridos en el mercado, con apenas una semana de diferencia, lo que sugiere una propagación desde múltiples animales infectados. En 2023, una nueva revisión cuestionó la falta de pruebas que respalden la teoría de una fuga de laboratorio y denunció la desinformación que se ha difundido en torno a la llamada “ganancia de función”, una técnica utilizada en virología que ha sido malinterpretada en el debate público.

Ese mismo año, un análisis crítico concluyó que no existen indicios de que el SARS-CoV-2 haya sido creado o manipulado artificialmente, y recordó que este virus es el noveno coronavirus conocido que ha pasado de animales a humanos, un patrón ya observado con otros patógenos. Un estudio independiente de 2023 llegó a las mismas conclusiones, apuntando nuevamente hacia un origen natural facilitado por el contacto estrecho entre humanos y fauna silvestre. Y, por último, el pasado año Shi Zhengli, la viróloga del Instituto de Virología de Wuhan frecuentemente mencionada en relación con la hipótesis del escape de laboratorio, publicó las secuencias de coronavirus almacenadas en su laboratorio, dejando claro que ninguna de ellas guarda una relación cercana con el SARS-CoV-2.

Las civetas, implicadas en la transmisión del SARS en 2002, vuelven a estar bajo sospecha como posibles intermediarios en el salto del virus de la COVID-19 a los humanos
Las civetas, implicadas en la transmisión del SARS en 2002, vuelven a estar bajo sospecha como posibles intermediarios en el salto del virus de la COVID-19 a los humanos. Foto: Istock

Lecciones para futuras pandemias

Más allá del debate sobre los orígenes del SARS-CoV-2, el estudio ofrece una lección inquietante y urgente: las pandemias zoonóticas seguirán apareciendo si no se regula de forma estricta el comercio y transporte de animales salvajes. Las condiciones que hicieron posible la COVID-19 —contacto cercano entre especies, mercados abarrotados, transporte masivo de fauna desde zonas rurales a núcleos urbanos— siguen existiendo en muchas partes del mundo.

La vigilancia activa de los virus en murciélagos, así como en animales vendidos en mercados, se presenta como una herramienta fundamental para prevenir nuevas catástrofes sanitarias. La historia se ha repetido una vez, y los investigadores temen que vuelva a hacerlo si no se toman medidas contundentes.

Este estudio, publicado el 7 de mayo de 2025 en Cell, no cierra todas las preguntas, pero ofrece la evidencia más sólida hasta la fecha de que el comercio de vida silvestre fue el motor silencioso detrás de la llegada del SARS-CoV-2 a los humanos. En palabras de los investigadores, comprender la historia evolutiva de estos virus no es solo una cuestión académica: es una necesidad urgente para anticipar y contener la próxima pandemia.

El estudio ha sido publicado en Cell.

Cortesía de Muy Interesante



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