La fotógrafa Elsa Medina (Ciudad de México, 1952) celebra más de 40 años de trabajo con una exposición en el Centro de la Imagen de la capital mexicana que ha titulado Reminiscencias, una palabra que para ella evoca la memoria porque, asegura en esta entrevista, el fotoperiodismo al que se dedicó gran parte de su vida es un ejercicio de memoria. La muestra reunirá un centenar de fotografías que son apenas un pellizco de su inmenso archivo, tan grande que no sabe cuántas imágenes atesora. Está guardado en decenas de cajas en su casa, ocupa el salón, las habitaciones, los estantes. “Voy a tirar, a regalar, porque ya no quepo, es un archivo muy grande”, afirma Medina.
Es en ese departamento tipo art déco de la colonia Hipódromo donde transcurre esta conversación en una mañana fría y húmeda del otoño chilango. Medina se echa al hombro un chal para calentarse (“mi chal de viejita”, dice riéndose) y explica que está cansada después de semanas de arduo trabajo para preparar la exposición, que no ha estado exenta de tragedias: un apagón en su barrio afectó uno de los discos duros que guardaba parte de esa memoria gráfica y perdió todo su contenido. Una mala broma de la tecnología que se supone debe hacernos la vida más fácil. Porque gran parte del trabajo de Medina está resguardado en negativos, aquellos artilugios que ahora parecen magia de alquimista.
Medina hace un repaso de esas décadas de trabajo cargando una cámara, de aquellos días cuando era corresponsal en Tijuana del diario La Jornada, recién creado en la década de los pasados años ochenta, cuando debía correr al aeropuerto para llegar a tiempo antes de que partiera el vuelo a Ciudad de México. Medina observaba a los pasajeros y meditaba quién podía ser un lector del periódico. Entonces se le acercaba y le pedía que llevara en su equipaje el negativo, que alguien de la redacción esperaba en el aeródromo capitalino. Al ser un diario joven, La Jornada aún no contaba con la tecnología para transmitir las imágenes. “Nunca se me perdió un carrete”, asegura.

Ella es testigo de la historia, de la de México, pero también de América Latina, porque ha documentado crisis políticas en Haití o la derrota del sandinismo en Nicaragua. La fotógrafa hace un repaso a esa historia, que también se puede ver desde este sábado en el Centro de la imagen, en sus reminiscencias como fotoperiodista.
Pregunta. ¿Qué representa esta exposición para usted?
Respuesta. ¡Híjole! Es una oportunidad de verte, de ver todo lo que has hecho, cómo ha sido. Representa la oportunidad de entender que he sido muy afortunada, porque he trabajado en el sur de Guerrero, en La jornada, luego fui corresponsal en Tijuana. Eso me dio a entender que en todos lados hay algo que hacer y que te acerca a los seres humanos.
P. ¿Qué es la fotografía para usted?
R. Para mí ha sido un camino de vida. Desde que empecé a hacer foto fue una manera de aprender a ver. Tuve la suerte de tener un supermaestro, Nacho López, que me enseñó a ver y de ser crítica.
P. ¿Qué le enseñó a ver Nacho López?
R. Lo importante fue aprender desde dónde ves y qué es lo que ves, porque al final de cuentas vemos lo que queremos. La foto es una toma de conciencia. A mí me pasaba que no sabía qué era digno de ser fotografiado cuando empezaba. La fotografía es también una manera de mantener la memoria. Esta exposición se llama reminiscencias porque al revisar mis negativos encuentro cosas que no recordaba. La primera foto que tengo es una que tomé en la primaria y que encontré hace unos años y mi primer trabajo documental fue en 1980. Entré al periodismo en 1986.
P. Fue en La Jornada. ¿Cómo fue esa experiencia?
R. Yo pensaba que no podía vivir sin el fotoperiodismo, pero sí se puede. Lo disfruté mucho, lo viví intensamente. Me enseñó que sé cuándo me voy, pero no sé cuándo regreso. La foto me ha acompañado siempre, porque es como una adicción. A veces veo cosas y digo: ‘ay, era una foto’.
P. ¿Cómo logra saber que esa es la imagen precisa?
R. La fotografía tiene un lenguaje y tienes que aprender a mirar con ese lenguaje y lo tienes que acompañar, en términos periodísticos, de una posición ideológica y estar consciente de eso.
P. ¿Cómo así?
R. Si vas a cubrir una marcha tienes tu punto de vista. No creo que el periodismo sea objetivo, ni lo que significa esa palabra. No existe. Es importante reconocer eso. Luego vas aprendiendo a ver fotos. Es una toma de conciencia de todo tipo: ver la luz, lo que sucede, tomar decisiones.

P. ¿Un fotoperiodista, en el momento de su trabajo, tiene que tener algún compromiso político o ideológico?
R. Sí, lo tienes. El primero es el de la chamba, en donde trabajas. A mí me decían: ‘Tú toma esta foto, porque a ti sí te la publican’. Me refiero a fotos que no eran oficiales, sobre todo la foto política, de que se viera bien el personaje. Una empieza a cambiar eso, empieza a fotografiar al político en las sesiones de la Cámara dormido, hablando entre ellos. En La Jornada ya veíamos así.
P. ¿Le dio La Jornada esa libertad, tomando en cuenta la posición tan oficialista que tenían los medios mexicanos?
R. Por supuesto, todo. No te decían ‘tienes que traer tal foto’. En Presidencia controlaban mucho las cosas, había una gran parafernalia, te ponían hasta atrás en los actos oficiales, pero en el diario no te imponían una foto. Tomé un taller con Christian Caujolle, editor de fotografía de Libération! y él nos decía que les prohibieron los saludos oficiales, esos de manitos. Además de libertad, en La Jornada había respeto a tu mirada, porque tenían claro de qué se trata el hecho y qué opinas y así tratas de hacer una foto que pueda reflejar tu punto de vista.
P. ¿Cómo ve el fotoperiodismo mexicano ahora?
R. Hay trabajos excelentes. Muchísimas fotógrafas jóvenes con un trabajo profundo, comprometido. Los medios siguen casi iguales, porque son empresas y quieren vender y tienen intereses. La línea editorial está sesgada al interés de los dueños. Pero ahora se hacen reportajes que antes no se hacían, algunos muy peligrosos.
P. De los temas que ha tocado en su carrera, ¿cuál es el que más la ha apasionado?
R. Me gustaban los movimientos sociales, pero también me gustaba fotografiar a los políticos, porque para mí era como una simulación, risitas, apretones, y el hecho de poder captar algún momento cuando expresaban otro lado era importante. Cubrí también muchas marchas, pero las elecciones no me encantaban. A mí me tocó cubrir el retorno de guatemaltecos que estaban en México, que habían huido de lo que sucedió en Guatemala, que fue terrible. La idea era seguirlos hasta la frontera, pero me dijeron que no, que fuera hasta donde lleguen. Traía mi pasaporte de chiripa y pude documentar todo.
P. También estuvo en Haití en un momento crítico…

R. Estuvimos antes de que le dieran el golpe de Estado a Jean-Bertrand Aristide. Hay fotos de eso en la exposición, con los textos de una amiga editora. Nos emocionamos con el movimiento Lavalas y nos fuimos, porque en ese tiempo yo era muy aventada. Fuimos por nuestra cuenta, el periódico nos dio permiso, pero no pagó nada. También fui a las elecciones de Nicaragua, cuando ganó Violeta Chamorro. Entré caminando al país desde Costa Rica. Estábamos en el centro de convenciones La Piñata, en Managua, donde este cuate Ortega iba a declarar su triunfo. Recuerdo que había mucho silencio en las colas, la gente ya sabía que la revolución no iba a continuar. Tengo fotos de Chamorro en su casa, un día después.
P. ¿Regresaría al fotoperiodismo?
R. Documentar sí me gusta, pero ir a eventos como tomas de posesiones me da flojera, porque ya lo hice mucho. Ir a ver qué sucede en algún lado siempre me interesa, pero con otro ritmo.
P. ¿Queda algún tema pendiente que le gustaría documentar?
R. Tengo muchas ganas de hacer un trabajo sobre la soledad. Tiene que ver con la mía, aunque me siento muy bien, pero de la soledad en su abstracción, individuos que estamos solos desde un punto de vista de lo que sientes, lo que piensas, lo que vives. En medio de este bullicio estamos solos, metidos en las máquinas. Mira lo que pasa con estos jóvenes que llaman incels, que viven un infiernito. Porque la sociedad te repudia, te exige que tengas ciertas maneras de verte. Está la frustración económica y los medios que te ponen un mundo bonito. Además, conozco a muchos amigos, hombres y mujeres, que viven solos y ese tema me interesa como una situación que está pasando en este mundo.
Cortesía de El País
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