
Tras concluir las llamadas Series de Comodín, ese filtro que permite a tres equipos adicionales en cada Liga llegar al banquete de octubre, todo está dispuesto para el arranque de las Series Divisionales. Lo que hasta hace poco eran cábalas, especulaciones y tensiones propias de la recta final del calendario regular, ahora se transforma en certezas y emociones desbordadas. En el diamante no hay mañana: ganar o morir, avanzar o despedirse.
El formato del comodín se confirmó, como cada temporada, en un escenario de dramatismo y contraste. Hubo quienes liquidaron con autoridad y quienes cayeron entre la impotencia y la frustración. Basta mirar el caso de los Dodgers de Los Ángeles, quienes impusieron la lógica y, con un juego sólido de pitcheo y ofensiva, barrieron sin contemplaciones a los Rojos de Cincinnati. Fue una serie corta y contundente, que reafirma a los angelinos como un conjunto con empaque y hambre de volver a lo más alto. No es casualidad: la localía pesó y la profundidad de roster hizo la diferencia.
Muy distinto fue lo vivido entre Yankees y Medias Rojas, una serie que desde el arranque prometía espectáculo. Boston sorprendió en el primer choque, demostrando que no llegaban como convidados de piedra, pero la consistencia neoyorquina terminó imponiéndose. Los de la Gran Manzana ajustaron el plan de juego, ganaron el segundo partido con sufrimiento y sellaron la serie con un triunfo categórico, blanqueando a sus acérrimos rivales. Una gesta que reafirma que, en playoffs, la camiseta de los Yankees pesa toneladas.
San Diego, por su parte, dejó escapar la oportunidad. Tras reponerse de un primer tropiezo y blanquear a los Cachorros de Chicago en el segundo juego, los Padres no supieron mantener el ritmo y cedieron el tercer encuentro en un duelo cerrado. Así se despiden con sabor amargo, mostrando que la falta de regularidad sigue siendo su gran condena.
Uno de los capítulos más interesantes lo protagonizaron los Tigres de Detroit. Equipo que, tras un inicio fulgurante de campaña y una preocupante baja en el tramo final del calendario, parecía condenado a quedarse en la orilla. Pero los Tigres supieron reaccionar, se aferraron al último boleto y confirmaron en la serie del comodín que tienen con qué dar batalla. Vencieron con autoridad a los Guardianes de Cleveland, mostrando temple para reponerse incluso de una derrota dolorosa en el segundo juego. Esa capacidad de resiliencia es lo que convierte a Detroit en un rival incómodo, capaz de dar sorpresas en el horizonte inmediato.
Con los boletos ya repartidos, las Series Divisionales prometen emociones de alto voltaje. En la Liga Nacional, los Dodgers se medirán con los Phillies de Filadelfia, en lo que ya es un clásico moderno. No hay favorito claro: el poder ofensivo angelino se enfrentará a la garra y el pitcheo oportuno de los Filis. Otra llave pondrá frente a frente a Cachorros y Cerveceros, con Milwaukee partiendo como favorito, aunque la historia de octubre ha demostrado que las etiquetas muchas veces se derrumban en cuestión de innings.
En la Liga Americana, Detroit visitará a los Marineros de Seattle. La novena de la costa oeste aparece como favorita, pero los Tigres han demostrado ser capaces de resurgir cuando se les da por vencidos. Y quizá la serie más atractiva sea la que enfrenta a Yankees contra Azulejos de Toronto. Los canadienses dominan el recuerdo inmediato de la temporada regular, pero en playoffs nada está escrito. La localía y el ímpetu juvenil de Toronto se medirán contra la experiencia y el linaje histórico de Nueva York. Será una batalla que puede recordar la intensidad vivida en la serie entre Yankees y Medias Rojas.
Vale destacar, en este escenario, la presencia mexicana en la postemporada. El beisbol de nuestro país sigue teniendo embajadores de lujo en Grandes Ligas. En Seattle brilla Randy Arozarena, ese cañonero capaz de cambiar un juego con un swing, acompañado por el cerrador Andrés Muñoz, quien con su brazo poderoso se ha consolidado como figura en la loma. En Toronto, Alejandro Kirk, el receptor tijuanense, es pieza clave no solo en la defensa sino también en la construcción ofensiva de los Azulejos. Su madurez y temple lo han convertido en orgullo nacional y en referente de la nueva generación de peloteros mexicanos en la Gran Carpa.
En suma, el arranque de estas series divisionales pone al beisbol en su estado más puro: competencia sin concesiones, estrategias al límite, héroes inesperados y caídas estrepitosas. El espectáculo está servido, y lo único seguro es que la pasión por el rey de los deportes vivirá días de gloria.
@salvadorcosio1
Cortesía de El Informador
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