
Consolidar el poder pasa por tener control de las instituciones, particularmente las de justicia. López Obrador maniobró para poner al frente de la Fiscalía General de la República, supuestamente autónoma, a un personaje extraño, de pasado oscuro, pero fiel, como a él le gustaba. En el diseño de la fiscalía autónoma los periodos de los fiscales generales son de nueve años, justo para evitar que cada presidente ponga al suyo. Bueno, esa era la ilusión.
Alejandro Gertz Manero es el fiscal de López Obrador, no el de Claudia. Conforme fueron pasando los meses de la nueva Presidenta, el fiscal se acordó que era autónomo, que su nombramiento no dependía de la Presidenta, al menos no directamente, y se fue empoderando. No es que diera mejores resultados. La Fiscalía de la era de Gertz Manero se distinguió por el uso del poder para fines personales. Todos los enemigos del fiscal, en particular la familia de la cuñada y los Jenkins, fueron aplastados por un Fiscal sin escrúpulos. Hay pues que dejarlo claro: lo que perdemos no es a un buen fiscal, Gertz Manero nunca lo fue, lo que perdemos es institucionalidad y credibilidad en las instituciones, y esa no se compra en el tianguis.
Con la salida de Gertz no ganamos los ciudadanos. No vamos a tener, ahora sí, una Fiscalía autónoma. Todo lo contrario, se trata de un movimiento para que la persecución del delito responda a los intereses de la presidencia. Da igual si los intereses son legítimos o no, el movimiento fortalece a la concentración del poder presidencial, y eso no nos conviene a nadie. Podrán argumentar que es necesario para combatir al crimen organizado, que tener una mejor coordinación entre el poderoso secretario de Seguridad, Omar García Harfuch y el fiscal dará mejores resultados. Nada de eso lo asegura un cambio en la Fiscalía.
El poder y la justicia no son buenos compañeros de viaje. La batalla ciudadana llamada “por una Fiscalía que sirva” no tenía más objetivo que separar la persecución del delito de los poderes ejecutivos, fueran el federal o los estatales. No funcionó. Quizá los ciudadanos pecamos, una vez más, de ingenuidad. Quienes parecían estar cerca de los intereses ciudadanos porque, venían de movimientos sociales, resultaron igual de perversos o más que los que identificábamos como intereses tiránicos.
La 4T quiere un fiscal a modo, que persiga los delitos que ellos quieren perseguir y no los que se le ocurran al fiscal en turno. Real Politik, dirán los creyentes del movimiento; lo mismo, pero más barato, pensamos otros. Lo cierto es que con el cambio de fiscal para poner uno a modo lo ciudadanos no ganamos nada.
Cortesía de El Informador
Dejanos un comentario: