En el corazón de los Miccosukee, la tribu indígena que logró el cierre de Alligator Alcatraz

Cuando unos turistas entraron la semana pasada con camisetas de Alligator Alcatraz a la tienda de artesanías del pueblo de los indígenas Miccosukee de Florida, Troy Sanders, un miembro de la tribu de 35 años que trabaja como guía del museo, sintió rabia. “Hay gente al lado de la carretera vendiendo camisetas que dicen Alligator Alcatraz. Y otros entran a la tienda pensando que no hay nada de malo, saludando, siendo amables. Tienen una desconexión enorme de lo que todo esto significa para nosotros. Los Everglades [el vasto ecosistema de pantanos ubicados al oeste de Miami] están destinados a nuestras tribus, a proteger la vida, a resguardarla. No a detenerla”, dice Sanders.

FERIA DE SAN FRANCISCO

El centro de detención de inmigrantes Alligator Alcatraz, ya famoso por las terribles condiciones en las que se mantienen a los detenidos, se erigió en apenas ocho días a finales de junio a poco más de 20 kilómetros del pueblo Miccosukee por la carretera Tamiami Trail, la única vía que conecta Miami, en la costa este, con Tampa, en la oeste, cruzando justo por el corazón de los Everglades. Así que los Miccosukee se sumaron a mediados de julio a una demanda de grupos ambientalistas contra los gobiernos nacionales y locales que alegaba que el centro causaría un daño irreparable al frágil ecosistema de humedales que es su casa. Allí han vivido por cientos de años y tienen con esa tierra húmeda e inclemente una conexión que trasciende la idiosincrasia, es un arraigo primigenio, vital y sagrado. El tribunal federal en el cual se interpuso la demanda ordenó finalmente este jueves a las autoridades desmantelar el sitio en 60 días.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, aseguró el viernes que defenderá la permanencia del centro de detención a pesar de la orden de la jueza de cerrarlo. “Una jueza trató de trastocar todo lo relacionado con nuestro centro de procesamiento de deportaciones y detenciones en el sur de Florida”, dijo en una conferencia de prensa en la que tachó a la jueza de “activista que intenta hacer política desde el estrado”. Sea cual sea el futuro legal que depare a Alligator Alcatraz, los Miccosukee celebran con orgullo una instancia más de su larga historia de defensa de su territorio.

Autobús con detenidos llegando al centro de detención de migrantes, el 21 de agosto.

Se remonta, naturalmente, a los orígenes del país del que ahora hacen parte. Antes y después de la independencia de las 13 colonias originales que se terminarían expandiendo y convirtiendo en las 50 estrellas de la bandera, se estima que cientos de miles de indígenas norteamericanos murieron como consecuencia de la consolidación de la nación estadounidense. Los sobrevivientes fueron desplazados a reservas y forzados a asimilar otra cultura.

Durante buena parte del siglo XIX, los pueblos de Florida combatieron para evitar ser reubicados. “Todos los nativos al sureste del Misisipi tenían que ser deportados y sacados de sus hogares para ser llevados al Territorio Indio, que era Oklahoma. Esto incluía a los Miccosukee y los Seminoles. Abiaka, un jefe miccosukee muy anciano, sabía que no íbamos a ganar esta guerra contra los estadounidenses. Tomó a 100 de los suyos, miccosukee y seminoles, y desapareció en los Everglades”, cuenta Sanders.

Los pantanos fueron su salvación. “Resultaba muy difícil para el ejército de Estados Unidos operar logísticamente en los Everglades, trasladar a sus hombres, artillería y suministros”. “Por eso todavía estamos aquí, porque si no, habríamos sido llevados a Fort Brooke, que hoy se llama Tampa, subidos a un barco, cruzado el golfo hasta Nueva Orleans, y obligados a reunirnos con el resto de los nativos en el llamado Sendero de Lágrimas, arreados como ganado hasta Oklahoma”, resume Sanders.

Reserva Miccosukee, en los Everglades, Florida.

Antes de tener que establecerse en los Everglades para siempre, los Miccosukee ya conocían muy bien los inhóspitos humedales, pues habían sido su territorio de caza durante milenios. En lo más intrincado del río de hierba que se pierde de vista en el plano horizonte, cada familia o clan se instaló en una “isla de árboles”, donde el terreno era lo suficientemente alto para vivir. Allí instalaron el chickee para cocinar, una especie de choza abierta por los lados y con techo de palma, donde mantenían un fuego perpetuo. “Cada familia aquí, cada clan, puede más o menos rastrear su linaje desde hace cientos de años hasta una isla de árboles”, señala Sanders. Hoy, aunque no viven ahí, las islas de árboles siguen siendo el lugar de ceremonias tradicionales y son atendidas por cada familia.

Un mapa con las islas de árboles forma parte de la evidencia presentada en los tribunales contra Alligator Alcatraz. Testigos advirtieron que el centro de detención amenaza directamente al 80% de las viviendas, dos escuelas y al edificio de gobierno tribal, según documentos de la corte. También indica que las aguas residuales podrían contaminar los humedales y afectar el suministro de agua de la región, así como a especies en peligro de extinción como la pantera de Florida, y que el ruido, el tráfico y las luces perturban la fauna y cortan el acceso a sitios tradicionales de caza y recolección. El fallo de la magistrada federal Kathleen Williams, les da la razón y subraya que cualquier deterioro en el hábitat constituye un daño directo a la tribu, cuya identidad está ligada a los Everglades.

Mapa presentado por la tribu Miccosukee como evidencia en la demanda contra Alligator alcatraz.

“Este lugar no es simplemente una vitrina, es para vivir”, resalta apasionado Sanders. “No es para poner a los seres humanos en exhibición”. En su opinión, la cárcel para inmigrantes fue “un truco publicitario” con trasfondo político. “Ponen a la gente en jaulas, en carpas, y luego colocan un cartel en la carretera con este nombre tan ingenioso, divertido y estúpido. Entonces llegan personas, tomando fotos como si fuera Disneylandia”, dice, y la rabia se vuelve a asomar entre sus palabras.

Pero los Miccosukee no se oponen al centro de detención solo porque sea “una vitrina de crueldad”. Durante décadas, la tribu ha estado en el centro de varias disputas legales que han sentado precedentes sobre cómo los tribunales estadounidenses interpretan la soberanía tribal, legislación medioambiental y la tributación de los pueblos originarios. En 1982, por ejemplo, la tribu demandó al Estado de Florida por apropiaciones ilegales de tierras, lo que resultó en la Florida Indian Land Claims Settlement Act, una ley que extinguió las reclamaciones territoriales a cambio de miles de acres en fideicomiso. En 2004, impugnaron el bombeo de aguas residuales de Miami hacia los Everglades, un caso que destacó el papel de los Miccosukee en la defensa del ecosistema e influyó en el debate nacional sobre trasvases de agua.

Precisamente ha sido el agua el centro de muchos de sus esfuerzos de conservación. El frágil ecosistema ha sido alterado desde el siglo pasado por la urbanización y la agricultura. Particularmente por el desvío del agua de su curso natural desde el lago Okeechobee, al norte de la península, hasta la Bahía de Florida, un proceso que puede tomar meses o años.

En los Everglades hay temporada de lluvias y temporada seca, explica Sanders mostrando fotografías. “En las fotos de aquí, se puede ver a los Everglades en temporada seca. Gente arrastrando su canoa por los Everglades. Gente en carretas de bueyes en los Everglades. Eso era la temporada seca. No hemos tenido ese ciclo desde la década de 1980. Eso es lo que pasa cuando la gente equivocada está a cargo de los sistemas de canales, de los sistemas de diques, porque insisten en que los Everglades deben estar inundados todo el año. Cuando haces eso en un ecosistema ya de por sí frágil, por supuesto que todo va a estar mal”, resalta Sanders.

Los Miccosukee siguen normas estrictas ambientales para construir infraestructura, y en muchas ocasiones tardan años los procesos para hacer una casa nueva, una escuela o una clínica de salud. Cuando Alligator Alcatraz se levantó en cuestión de días, algo claramente estaba mal. “Dijeron que no estaban agregando nada, que no iba a traer nada perjudicial o destructivo para los Everglades. Nosotros sabíamos mejor que nadie que no podíamos creer eso”, cuenta el guia del museo.

En la reserva Miccosukee viven unas 600 personas, distribuidas en unos 13 pueblos más pequeñas, todos cerca de la carretera Tamiami. Amber Sanders, de 23 años, becaria embajadora de la tribu, cuenta cómo han buscado más reconocimiento por sus labores conservacionistas, aunque la mayoría de los Everglades siguen siendo fundamentalmente privados. Es una misión que lleva en la sangre, asegura. “Este es el lugar donde crecí, esta es el Área Reservada Miccosukee, pero también crecí en la aldea tribal de mi mamá, además voy y vengo a la aldea tribal de mi papá”.

Amber Sanders, embajadora de la Reserva Miccosukee, el 21 de agosto.

Es un pequeño mundo propio. La escuela principal de la reserva sigue los programas de estudios públicos, pero también dan clases culturales autóctonas. Al lado del colegio está el austero edificio del ayuntamiento, la estación de policía, un centro médico de unos dos o tres pisos y un hogar de ancianos. Al lado hay una rampa de patineta recién inaugurada donde dos jóvenes practican bajo el implacable sol de la Florida.

“Si se ve apartado aquí afuera”, dice la joven Sanders señalando el horizonte, “es porque lo es”. Y los Micosukee están dedicados a que así lo siga siendo.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El País



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