En Netflix, y en Estragos, Tom Hardy es ultraviolento

Sobre gustos no es que no hay nada escrito, sino que hay mucho. Estragos, que acaba de estrenar Netflix, es de ese tipo de cine de acción en el que las escenas de violencia, de combates sean cuerpo a cuerpo o a distancia con pistolas, revólveres, fusiles o ametralladoras son tan exagerados y despiadados, tan sangrientos y con tanta crueldad que son el plato que más de un espectador está esperando que le sirvan en streaming.

La protagoniza Tom Hardy. Hardy, que debutó de la mano de Ridley Scott en La caída del Halcón negro (2001) y tuvo una promisoria carrera en el cine antes de ser Bane en Batman: El caballero de la noche asciende (2012), de Christopher Nolan, desde El renacido, al lado de Leonardo DiCaprio, que le valió una candidatura al Oscar al mejor actor de reparto, casi no ha dejado de empuñar un arma, sea un cuchillo o un revólver.

Aquí, de barba de unos cuántos días, con camisa de franela y sarcástico, es un policía corrupto, como lo define su ex, que empezó a ganar dinero sucio porque no le alcanzaba para vivir y mantener a su hijita. Walker se mueve en el detrás de escena, y sí como en la serie Tierra de mafia, de Guy Ritchie, reciente estreno de Paramount+, es el arreglador de desastres que deja el personaje de Pierce Brosnan, en Estragos hace lo mismo, pero para un político con intenciones de ser alcalde (un Forest Whitaker para el que los años parecen no pasar).

Walker está atrapado entre resentimientos, justificaciones y arrepentimientos por algo que sucedió no hace mucho, que el filme va a ir mostrando y que no es nuestra intención spoilear.

Pero digamos que no es bien visto por muchos de sus compañeros.

La acción, que es como se verá, abundante, transcurre en una Navidad en una ciudad sin nombre, pero nevada.

En la trama, que empieza con un recuerdo de Walker y continúa con una persecución nocturna entre policías y ladrones de un camión lleno de lavarropas, se mezclan contrabandistas, gángsters asiáticos, droga, mugre y más policías corruptos.

De alguna manera todos los personajes que se irán presentando por separado van a confluir cuando se produzca una masacre, una verdadera carnicería en el sótano de una discoteca. Una venta de drogas sale mal, y el hijo del político parece culpable, pero están metidos los policías corruptos y los miembros de la Tríada asiática. El caso, primero, le llega a Walker, de Homicidios.

El director Gareth Evans (Gangs of London) se preocupa por el vértigo y la brutalidad, por la construcción de las escenas de violencia, sea la persecución con que arranca el filme, la de la matanza con la venta de droga o la de la resolución, más que por la verosimilitud.

Un par de curiosidades: la película se filmó en Cardiff, por 2021, que se hace pasar por una ciudad estadounidense, y las huelgas de actores y demás fueron retrasando su estreno hasta llegar directamente al streaming.

Y a Beaumont, el aspirante a alcalde que interpreta Forest Whitaker le pusieron de nombre de pila Lawrence como un chiste interno: al actor de Bird lo suelen confundir con Laurence Fishburne.

Acción. Reino Unido / Estados Unidos, 2025. Título original: “Havoc”. 107’, SAM 16. De: Gareth Evans. Con: Tom Hardy, Jessie Mei Li, Justin Cornwell, Forest Whitaker. Disponible en: Netflix.

Cortesía de Clarín



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