Encuentro en las montañas


La cumbre anual del G-7, que reúne a los países más industrializados de Occidente —Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido—, siempre ha capturado la atención mundial desde que comenzaron hace 50 años. Pero en este nuevo encuentro en Kananaskis, un destino turístico en las Montañas Rocallosas canadienses, el interés se ha incrementado y focalizado en Donald Trump, que en la anterior ocasión que se celebró esta cumbre en Canadá, en 2017, saboteó el comunicado final y ordenó a su delegación retirarse de las negociaciones del texto, acusando al exprimer ministro Justin Trudeau de traidor. Mark Carney, el actual primer ministro, no quiso pasarse de vacunado: en su calidad de presidente del G-7, decidió que no habrá comunicado.

La acción de Carney habla de los riesgos que puede tener esta cumbre, que inicia hoy desahogando el temario de las discusiones entre los líderes, que girarán en torno a la guerra económica, la guerra en Ucrania —a la cual piensan invitar a participar al presidente Volodímir Zelenski— y, muy probablemente, el conflicto Israel-Irán. Hasta el martes invitarán a un desayuno de trabajo a los otros cuatro líderes de países no miembros del G-7 que fueron convidados a este encuentro, quienes no tendrán tiempo ocioso por sus reuniones bilaterales programadas. Estas serán lo más importante en esta cumbre, particularmente las que sostengan con Trump, con quien todos quieren hablar.

La Casa Blanca no ha informado de ninguna reunión bilateral que vaya a sostener Trump, lo que no significa que no las tendrá. Si la Presidenta Claudia Sheinbaum confirmó el sábado que tendrá un encuentro con Trump, así será —salvo que la cancelara el estadounidense en el último minuto—, aunque no se sabe si será bilateral o, como ha buscado Carney, que sea con un formato para que dialoguen los tres socios comerciales de Norteamérica. Hasta este momento no se sabe qué tipo de reunión tendrán los tres ni cuánto tiempo podría durar. Si fuera bilateral, como sucede con estos encuentros en estos espacios, lo más seguro es que será breve.

Todos los líderes en esta cumbre saben que el Trump que tendrán enfrente es muy diferente al de su primer mandato, porque no tiene contrapesos internos en el Gobierno, es más violento, más impertinente y abusivo, más peligroso y con una inestabilidad aún más volátil que aquel entonces. En México y en otros países flota en la mente las reuniones bilaterales de Trump con Zelenski y el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa —invitado también a esta cumbre—, donde no pudieron dialogar con él, sino fueron emboscados e insultados. Ante esos muy incómodos momentos, el pensamiento convencional en México fue que había sido mejor que Sheinbaum no hubiera querido reunirse con Trump.

Ese buen deseo, sin embargo, sugería una desconfianza en su capacidad para lidiar con Trump cara a cara. Pero Carney lo hizo muy bien, así como el presidente francés Emmanuel Macron, aunque más fino y frío el primero que el segundo. Y si Sheinbaum presume de cabeza fría, ¿habría razones para temer cómo le pueda ir? La Presidenta no es en donde hay motivos para preocuparse, sino en dos de sus equipos. Uno es el de comunicación y propagandístico; el otro es el de Relaciones Exteriores.

El primero, por el tipo de manejo que están haciendo de la cumbre. A algunos periodistas que estarán en la cumbre, acuartelados en Banff, el mejor destino turístico de Canadá para esquiar, a media hora de Kananaskis, les han dicho que Sheinbaum es “invitada de honor” al G-7, lo que es falso. También están comentando sobre una amplia agenda en su temario para tratar con Trump, lo que no se va a cubrir por el formato de este tipo de encuentros, sin saberse aún si será bilateral o trilateral. Elevar tanto las expectativas de una forma irresponsablemente artificial es contraproducente, y la única afectada sería Sheinbaum.

El segundo es por el tipo de preparación que esté haciendo la cancillería. El secretario Juan Ramón de la Fuente ha demostrado que no es la lechuga más fresca en el conocimiento de Trump y su equipo, y ha tenido yerros importantes en sus diagnósticos. Uno esperaría que el equipo diplomático de Sheinbaum tenga para este lunes una idea mucho más clara del tiempo que tendrá con Trump y saber si tendrá un encuentro bilateral, o uno trilateral con Carney o los dos, para que puedan preparar los puntos, no los temas, que le interesa desahogar.

Importante será preparar los escenarios para un Trump estilo Zelenski-Ramaphosa, particularmente en un tema que adelantó Sheinbaum con tono de campaña: “Sepan ustedes que ahí vamos a defender dignamente a las y a los mexicanos, de aquí y del otro lado de la frontera”. Ese tono retador no va a existir, no porque se intimide necesariamente, sino porque provocaría un choque con el inconteniblemente violento Trump. Tampoco sabemos si habrá espacio para hablar del tema migratorio, de alto interés para México, pero que se ubica en el marco de la política interna de Estados Unidos. Los frenos que ha tenido Trump en las redadas han sido por presiones internas, no por escuchar los reclamos de México.

El gran tema para el futuro de su Gobierno —porque atraviesa por el crecimiento, el desarrollo y el bienestar— es el comercial. Este es el interés de Carney por tener un encuentro trilateral donde necesita a México para presionar a Trump a que, cuando menos, se comprometa a negociar el acuerdo comercial norteamericano, que está para revisión el próximo año, y puedan establecerse nuevos términos en la aplicación de aranceles. Si esto fuera posible, sería un gran triunfo para Sheinbaum (y Carney), al garantizarle un periodo adicional de certidumbre y estabilidad a los inversionistas, y una expectativa sobre el futuro comercial.

No es mucho lo que podrá salir de la cumbre del G-7 para México. Pero lo que se logre será muy importante en relación con lo poco avanzado hasta ahora. La decisión de Sheinbaum de finalmente buscar un encuentro con Trump es laudable. Ahora falta la segunda parte: que saque lo mejor y más que pueda, dentro de lo posible.

Cortesía de El Informador



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