Entender mejor el alzhéimer o la prehistoria: cómo la inclusión de las mujeres está revolucionando la investigación

Muchos de los medicamentos que tenemos en nuestros botiquines empezaron estudiándose solo en varones porque, en su momento, se decía que hacer las pruebas en mujeres era demasiado complejo. Gran parte de los que sabemos sobre infartos se basa en los síntomas que afectan mayoritariamente a los hombres, ya que durante mucho tiempo se ignoró que este problema se manifiesta de forma distinta en las mujeres. Durante décadas, cuando se encontraba un fósil rodeado de armas se daba por hecho que tenía que ser el de un varón y, en cambio, si aparecía rodeado de joyas lo atribuían a una hembra. Incluso ahora son muchos los trabajos pioneros en inteligencia artificial que siguen alimentándose de datos mayoritariamente masculinos y, así, vuelven a dejar fuera a las mujeres. “La inclusión de la perspectiva de género en ciencia es esencial para evitar sesgos pero, sobre todo, para crear un conocimiento más completo, inclusivo y justo para todos”, explica la investigadora Lorena Fernández, de la Universidad de Deusto.  

Durante siglos, la ciencia o, mejor dicho, la producción institucionalizada de conocimiento científico, ha sido patrimonio casi exclusivo de los hombres. Y no porque las mujeres no tuvieran talento o inquietud científica, sino porque hasta hace muy poco a ellas se les han cerrado las puertas de universidades, laboratorios y academias. Esta dinámica ha provocado que gran parte del conocimiento que tenemos sobre nuestros cuerpos, nuestra historia y, en general, el mundo que nos rodea se haya construido con una mirada parcial donde lo masculino era la norma, y lo femenino, la excepción. “El problema de una ciencia hecha casi exclusivamente por hombres es que refleja sus experiencias, intereses y valores y, aun así, afirma que el resultado de este ejercicio es algo universal, aunque deje fuera a las mujeres y a otros muchos grupos”, argumenta la filósofa de la Ciencia Sandra Harding en su obra ‘¿De quién es la ciencia?’.

Gran parte del conocimiento científico se ha construido con una mirada parcial donde lo masculino es la norma, y lo femenino, la excepción

Arqueología feminista

Un ejemplo paradigmático de este fenómeno es el estudio de las mujeres de la prehistoria. Durante décadas, sobre todo cuando las excavaciones arqueológicas eran lideradas casi exclusivamente por hombres, se dijo que las mujeres prehistóricas eran las encargadas de los cuidados mientras que los varones se dedicaban a la caza. Tanto caló esta idea que durante mucho tiempo las herramientas líticas halladas junto a los fósiles de hombres se clasificaban como armas mientras que las mismas piedras encontradas junto a mujeres se estudiaban como cuchillos de cocina o collares. También se daba por hecho que ellos siempre habían sido los líderes del grupo mientras que ellas habían jugado un rol secundario. Pero en los últimos años, gracias a la llegada de la arqueología feminista, se han vuelto a analizar miles de casos y se ha descubierto, por ejemplo, que en el pasado eran muchas las mujeres prehistóricas que ejercían tareas de caza y liderazgo.

Durante décadas, cuando se encontraba un fósil rodeado de armas se daba por hecho que tenía que ser el de un varón y, en cambio, si aparecía rodeado de joyas lo atribuían a una hembra

Estudiar el pasado con una perspectiva de género es imprescindible para entender cómo eran realmente las sociedades de la época y no crear un relato parcial solo basado en la perspectiva de los hombres”, explica la arqueóloga especializada en género Marga Sánchez-Romero, de la Universidad de Granada, quien también reivindica la necesidad de seguir indagando en la historia de las mujeres en la prehistoria, así como la de los niños y la de las personas con distintas capacidades.

Cerebros de hombre, cerebros de mujer

Otro ejemplo muy ilustrativo y cercano es el caso de la medicina. Durante mucho tiempo, los científicos han tomado al hombre como el modelo universal, dejando a las mujeres en un segundo plano. Esto no solo ha llevado a testar medicamentos solo en varones y estudiar el impacto de ciertas enfermedades solo en ellos sino que, además, estos sesgos también se han utilizado para reforzar estereotipos de género y menospreciar las capacidades de las mujeres. “El estudio de las diferencias entre el cerebro de hombres y mujeres se ha utilizado durante años como un arma arrojadiza para atacar a las mujeres y reforzar el estatus de los hombres. Por ejemplo, se ha dicho que, como los cerebros de ellos suelen ser más grandes, eso significa que son más inteligentes… aunque no sea cierto”, comenta la neurocientífica Conchi Lillo, de la Universidad de Salamanca.

“El estudio de las diferencias entre el cerebro de hombres y mujeres se ha utilizado durante años como un arma arrojadiza para atacar a las mujeres y reforzar el estatus de los hombres”

Conchi Lillo

— Neurocientífica

En los últimos años, gracias a la incorporación de la perspectiva de género en la investigación, los estudios sobre cómo funciona nuestro cuerpo se están volviendo cada vez más inclusivos y, sobre todo, más precisos. Cada vez son más, por ejemplo, los ensayos clínicos en los que se incluyen tanto a hombres como a mujeres y se analiza el efecto de factores como las hormonas y el ciclo menstrual. En neurología, se han desarrollado investigaciones más rigurosas sobre enfermedades como el alzhéimer, que afecta más a mujeres, o el autismo, que históricamente se ha diagnosticado menos en ellas porque sus síntomas suelen manifestarse de forma distinta. Además, al cuestionar viejos estereotipos, la ciencia ha empezado a reconocer que muchas de las diferencias atribuidas al cerebro masculino y femenino son en realidad producto del entorno, la educación y la cultura, no de la biología.

Algoritmos sesgados

La comunidad científica tiene cada vez más asumido que una ciencia rigurosa y efectiva tiene que ser inclusiva. Sobre todo en cuestiones como, por ejemplo, el desarrollo de la inteligencia artificial, donde los algoritmos se alimentan de enormes bases de datos. “Muchas herramientas de reconocimiento facial han sido entrenadas con imágenes de hombres blancos, por lo que está demostrado que funcionan peor en mujeres y en personas racializadas“, comenta Lorena Fernández, ingeniera de la Universidad de Deusto. Según explica esta especialista, la perspectiva de género se tiene que integrar en todas y cada una de las etapas de desarrollo de estas tecnologías, desde la idea inicial hasta el diseño mismo de los modelos, para asegurar su correcto funcionamiento. “No podemos decir que algo funciona si está dejando fuera a más de la mitad de la población”, señala Fernádez.

“Muchas herramientas de reconocimiento facial han sido entrenadas con imágenes de hombres blancos, por lo que está demostrado que funcionan peor en mujeres y en personas racializadas”

Lorena Fernández

— Ingeniera experta en perspectiva de género

Este martes, con ocasión del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia (11F), son muchas las científicas que reclaman incluir la perspectiva de género en todas las disciplinas y, sobre todo, en todos los espacios. “Este no es un tema del que debamos hablar solo un día al año, sino de algo que debe calar desde la escuela, para que las niñas no pierdan la confianza en sus capacidades, hasta la universidad y los centros de investigación, para que las científicas que llegan a estos lugares no acaben siendo expulsadas de ellos”, comenta la matemática Anabel Forte Deltell, de la Universidad de Valencia. “La ciencia nos necesita a todas“, añade. 

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Cortesía de El Periodico



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