¿Es cierto que Charles Dickens inventó la Navidad? Una historia de fantasmas, pobreza y espíritu victoriano

Para entender si Charles Dickens realmente “inventó” la Navidad, primero hay que mirar cómo se vivía esta festividad antes de que él irrumpiera con su famoso cuento. En la Inglaterra del siglo XIX —y también en buena parte de Europa, incluida España— la Navidad estaba lejos de ser ese festival entrañable de luces, árboles y regalos que conocemos hoy. Se trataba, en muchos casos, de una festividad religiosa, sobria y cada vez más deslucida, sobre todo entre las clases urbanas en expansión.

En el caso español, durante siglos, las celebraciones navideñas se centraban en la misa del gallo, villancicos populares, pesebres artesanales y algunas tradiciones gastronómicas muy locales. Pero nada de árboles decorados ni opulentas cenas familiares como las que después importaríamos de los países anglosajones. En Reino Unido, tras la Reforma protestante, muchas de las celebraciones navideñas tradicionales habían sido incluso suprimidas. Durante el puritanismo del siglo XVII, la Navidad fue considerada una distracción pecaminosa. La secularización y la revolución industrial no hicieron más que acentuar su declive. La Navidad, para mediados del siglo XIX, era un evento menor.

Y entonces llegó Dickens.

Dickens y su “Cuento de Navidad”: un grito literario desde la miseria

En diciembre de 1843, Charles Dickens publicó A Christmas Carol, o Cuento de Navidad, un relato corto que escribió con urgencia y pasión. Tenía motivos personales y económicos para hacerlo. Las deudas lo ahogaban y su familia crecía, pero también había una profunda inquietud social detrás. Acababa de recorrer los barrios más pobres del norte de Inglaterra y había visitado escuelas benéficas donde niños famélicos aprendían a leer. No era solo una historia de fantasmas: era una denuncia social disfrazada de cuento navideño.

La historia es bien conocida: Ebenezer Scrooge, un avaro despiadado, es visitado por tres fantasmas que lo enfrentan a su pasado, presente y futuro. El viaje lo transforma. Pasa de ser un hombre frío y mezquino a convertirse en un símbolo de generosidad, reconciliación y alegría compartida.

Pero más allá de su mensaje de redención, el cuento instauró un nuevo modelo de Navidad: una festividad familiar, cálida, cargada de compasión y comunidad. La imagen del pavo navideño, la nieve cayendo en las calles victorianas, los niños esperando regalos y los adultos reconciliándose con sus seres queridos quedó inmortalizada en esas páginas. La Navidad dejó de ser solo un acto religioso y se transformó en una experiencia emocional, social y, también, comercial.

Charles Dickens escribiendo en su escritorio en 1858
Charles Dickens escribiendo en su escritorio en 1858. Fuente: Wikimedia

¿Inventó Dickens la Navidad?

La respuesta corta es: no, pero casi. Dickens no creó la Navidad, pero la reinventó. La rescató de su languidez y le dio un nuevo rostro, uno que hoy sigue vigente.

En realidad, su obra se insertó en una corriente mucho más amplia: un renacimiento navideño que ya empezaba a manifestarse en la Inglaterra victoriana. La reina Victoria y el príncipe Alberto habían popularizado el árbol de Navidad (inspirado en la tradición germana), las tarjetas navideñas comenzaban a circular gracias a la invención de la imprenta a color, y los villancicos tradicionales fueron recopilados y revividos con fuerza.

Pero lo que hizo Dickens fue conectar todos esos elementos dispersos bajo una narrativa poderosa. Su cuento ofrecía un modelo de conducta moral y emocional. Mostraba cómo los ricos debían abrir el corazón a los pobres, cómo las familias podían reunirse a pesar de las diferencias, y cómo la empatía podía transformar sociedades enteras. Todo envuelto en una atmósfera mágica, melancólica y festiva.

Fue, en cierto modo, una versión secular de la parábola cristiana: con mensaje ético, pero sin imponer un dogma. Y eso lo hizo universal.

Primera edición de A Christmas Carol, de Charles Dickens
Primera edición de A Christmas Carol, de Charles Dickens. Fuente: Wikimedia

El impacto en la cultura popular y su legado duradero

En pocos años, A Christmas Carol se convirtió en un fenómeno. Se tradujo a decenas de idiomas, se adaptó al teatro y después al cine y la televisión. El nombre “Scrooge” entró en el lenguaje cotidiano para referirse a una persona tacaña o insensible. Incluso en países como España, donde la figura de Papá Noel tardaría más en instalarse frente al tradicional reparto de regalos por parte de los Reyes Magos, el imaginario navideño dickensiano acabó permeando. El árbol navideño, las luces, los banquetes y los gestos de caridad se volvieron parte integral de la celebración.

Y aunque Dickens no fue el único en este esfuerzo cultural —otros escritores, ilustradores y reformadores sociales también empujaban por una Navidad más amable—, sí fue el más influyente. Logró transformar una fiesta olvidada en una tradición viva. Hoy no se entiende la Navidad moderna sin su influencia.

Incluso el carácter “mágico” de la Navidad —esa sensación de que en esos días todo es posible, desde la reconciliación con un familiar hasta la transformación personal más profunda— le debe mucho a la estructura de su cuento. La Navidad se volvió, gracias a Dickens, un tiempo de cuentos y milagros, aunque fueran pequeños y domésticos.

Charles Dickens no solo revolucionó la literatura victoriana, sino que también redefinió el espíritu navideño con su visión humanista, cálida y transformadora de una festividad que, gracias a él, recuperó su magia y profundidad emocional
Charles Dickens no solo revolucionó la literatura victoriana, sino que también redefinió el espíritu navideño con su visión humanista, cálida y transformadora de una festividad que, gracias a él, recuperó su magia y profundidad emocional. Foto: Wikimedia/Christian Pérez

De la caridad victoriana al marketing moderno

La ironía está en que, con el paso del tiempo, aquella Navidad que Dickens soñó como una festividad sencilla, caritativa y centrada en los valores humanos, fue absorbida por el engranaje del consumo. El gesto altruista del nuevo Scrooge —comprar un gran pavo y ayudar a su prójimo— dio paso a un aluvión de regalos, luces, campañas publicitarias y cenas pantagruélicas. Lo que nació como un llamado ético, hoy muchas veces se traduce en exceso y estrés.

Aun así, en el corazón de la Navidad moderna sobrevive algo del mensaje dickensiano. No es casual que cada diciembre vuelva a representarse su cuento en miles de escenarios o cadenas de televisión. Ni que tantas campañas solidarias apelen al “espíritu navideño” para pedir ayuda para los más vulnerables.

Dickens no inventó la Navidad. Pero sí logró hacerla más humana, más próxima, más cálida. Y aunque los fantasmas de su cuento eran ficción, las emociones que despertaron siguen siendo, año tras año, muy reales.

Cortesía de Muy Interesante



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